Como hemos sabido por los medios, un toro cenizo esperaba en el matadero el destino de abastecer de chuletas a las mesas gallegas durante las navidades. Finalmente, el toro Santiago ha esquivado la muerte después de fugarse, atemorizar a algunos vecinos y ser reducido por la policía local. El animalito, de 450 kilos, ha acaparado la atención mediática y ha conseguido piedad. Ahora va a ser donado a una fundación de Barcelona y el matadero desaparecerá para siempre de su horizonte vital.
Es un caso muy parecido al del también mediático cerdo Kim, que ahora vive en la Villa de Carral, es alimentado a cuerpo de rey y pasa sus días correteando unas preciosas praderas. La televisión ha dado a estos animales fama y, a la postre, un medio de vida, como frecuentemente también ocurre con algunos seres humanos que saltan del anonimato a la fama mediante hazañas poco notorias pero mediáticamente engrandecidas.
Parece que, al igual que los concursantes de Gran Hermano, estos animales mediáticos prácticamente acaban formando parte de nuestro entorno familiar, y sentimos por ellos condolencia y empatía. El fenómeno coexiste con el hecho de que a diario son sacrificados miles de animales para alimentarnos, pero estos no comparecen nunca ante las cámaras y el telespectador puede conciliar perfectamente su piedad hacia el toro Santiago con la degustación de un magnífico solomillo mientras ve la televisión. Que los humanos y animales mediáticos despierten en nosotros simpatía puede explicarse por la hipótesis de la biofília; pero también porque humanizamos a los animales cuando aparecen en la televisión. O quizá porque nos hemos animalizado nosotros. En todo caso, es llamativo el hecho de que esos animales mediáticos lleguen a despertar en los seres humanos sentimientos que a veces no tienen ni con los miembros de su especie más cercanos.
¡Feliz año a tod@s desde As Salgueiras!