Por Francisco Figueroa
Por As Salgueiras corre el viento que anuncia el invierno, un viento que corta y que transporta, y en que a uno le gustaría dejarse llevar. Corren los potros, hijos del céfiro, con las crines flotando, y me traen al recuerdo a Franz Kafka y su Deseo de ser piel roja:
«Si uno pudiera ser piel roja, siempre alerta, y sobre el caballo a galope, inclinado y suspendido en el viento, sacudido incesantemente sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas, pues no habría espuelas, hasta arrojar las riendas, pues no habría riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera llana y segada, ya sin el cuello ni la cabeza del caballo».
Muchas gracias Fran por esta entrada tan evocadora como la foto de una parte de la manada avanzando por las praderas del valle.
ResponderEliminarOs fillos do vento, dignos representantes de su estirpe lusitana, leales corceles de los cabaleiros amadores seguidores del arte del Marques de Marialva, pastan tranquilos y de cuando en vez contagiados unos y otros se arrancan a galopar levantando el agua que inunda regatos y brañas.
tantos cascos sincronizados hacen retemblar el suelo y en ese momento sientes deseos de correr a su lado, de formar parte e integrarte en la manada.
Ese texto de Kafka siempre me sedujo desde la adolescencia, como muchos otros. Y me viene al recuerdo a menudo en As Salgueiras. Para mí habla de la libertad, leyéndolo siento el viento en la piel y la crin del caballo a galope tendido. Tiene mucho de onírico. También lo entiendo como el querer fundirse con el caballo que uno monta en un único ser (una idea bien antigua), una fusión en que adquiriríamos la potencia indómita del caballo veloz, para fundirnos finalmente con el ámbito en un tiempo suspendido, aunque en Kafka siempre hay más matices por descubrir que éstos.
ResponderEliminarCreo que ese deseo también tiene que ver con lo que sentimos al subirnos a la grupa del caballo, o tan solo al acariciarlo mientras nos mira.
No hace falta decir más para entender el don que supone estar con los caballos, y lo que puede suponer para una diversidad funcional ese inesperado grado de libertad.
En mi opinión, Deseo de ser piel roja plasma la libertad, pero una libertad frustrada o vacía. El relato acaba de una forma cruda: no con el jinete y el caballo como un solo ser, sino con un jinete cabalgando un caballo sin cabeza. Es una imagen absurda, pero simboliza lo que para Kafka podría ser la dinámica de la libertad humana: te quitas algo de en medio, luego otra cosa, luego otra y así sucesivamente; hasta que no hay nada que te obstruya, pero tampoco nada sobre lo que puedas ejercer tu libertad. La absoluta transparencia no nos permite ver mejor, implica la imposibilidad de ver.
ResponderEliminarInteresante interpretación, Occam, la mía es más romántica, la tuya posiblemente más próxima al inquietante universo kafkiano. Kafka sigue siendo susceptible de múltiples lecturas.
ResponderEliminarque historia mas rara
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