Por Antonio Bestilleiro
Hace unos días, durante una sesión de hipoterapia en As Salgueiras, me vino a la memoria una pequeña anécdota que se dio durante mi formación en hipoterapia hace ya unos añitos… Me voy a permitir comentarla pues me parece muy ilustrativa.
Durante mi formación con la Handy Cheval (escuela francesa de hipoterapia), en uno de los días de clases prácticas fueron invitados por la organización una serie de personalidades (médicos de diversas especialidades, miembros del gobierno local, etc.) para presenciar una sesión de tratamiento realizada por los profesores y de este modo dar a conocer y promover la actividad. Al finalizar la sesión, uno de los invitados se aproximó a la profesora con la que yo estaba colaborando y le comentó:
—Disculpe usted, realmente me parece impresionante el tratamiento y los cambios que se evidenciaron en el paciente en una sola sesión. Pero, visto desde fuera, tampoco parece tan complicado. Usted no ha hecho nada extraordinario, y supongo que mover a un niño encima de un caballo lo podría hacer cualquiera con un cierto dominio sobre el animal, no necesariamente personal sanitario.
La profesora, guardando un momento de silencio y sin perder su sonrisa, se dirige al invitado y le responde con otra pregunta (más que francesa parecía gallega…):
—¿Usted sabría decirme cual es la diferencia entre un cuchillo y un bisturí?
Viendo la cara de confusión del invitado, la profesora se adelantó a su respuesta:
—No existe ninguna diferencia. En caso de emergencia, y tras una debida esterilización, un cuchillo podría convertirse en bisturí en las manos de un experto cirujano. Pero le aseguro que el mejor de los bisturís en mis manos jamás dejaría de ser un mero cuchillo.
Salvando las distancias, lo mismo sucede con el caballo. Se puede utilizar el mismo caballo, con el mismo paso, con los mismos movimientos, para dar un paseo o para realizar un tratamiento de hipoterapia. La diferencia la marcan los objetivos trazados y la mano experta que los dirige. No podemos olvidar que las personas susceptibles de tratamiento con hipoterapia son portadoras de una patología motora, en la mayoría de los casos de origen neurológico. Si a esto sumamos el potente generador de estímulos que es un caballo, cuando el tratamiento no está debidamente dirigido y supervisado por un profesional cualificado, este puede resultar seriamente perjudicial para el paciente, “el bisturí se puede convertir en cuchillo…”