Por Miguel Moreno
Una sana autoestima nos ayuda a emprender tareas, a implicarnos en iniciativas beneficiosas para nosotros o para nuestra comunidad. Ahora bien, si nuestra autoestima fuera demasiado alta, podemos tener aspiraciones completamente alejadas de la realidad, hacer planes temerarios e ir por la vida con el prejuicio de que somos bienvenidos en cualquier parte a cualquier hora. Hay, además, un rasgo típicamente asociado a una autoestima desmesurada: la baja tolerancia a la frustración. Si, por ser uno quien es, tiene unas expectativas desmedidas, un día u otro su encontronazo con la realidad puede ser monumental. El contraste entre sus expectativas y la decepcionante realidad hará más doloroso ese encontronazo. En cambio, quien tiene baja autoestima no suele pedirle mucho a la vida, luego pocas decepciones le puede traer.
La literatura sobre la autoestima hoy es oceánica. Proliferan los libros que, al parecer, te explican cómo tienes que ser tú mismo y mejorar tu autoestima. El psiquiatra Luis Rojas Marcos asociaba la autoestima en España con el suicidio: «Si usamos la tasa de suicidios como indicador del estado emocional de un pueblo —algo que propuso el respetable sociólogo francés Émile Durkheim—, la proporción de estas trágicas despedidas en España se encuentra entre las más bajas de Occidente». Así pues, en España no andaríamos mal de autoestima.
El último estudio del I.N.E. sobre las causas de defunciones en España, sin embargo, no es muy alentador. La buena noticia es que las defunciones por accidentes de tráfico se han reducido; la mala, que han sido superadas por los suicidios. Según recoge el diario El País, «los últimos datos oficiales revelan que en 2008 hubo 3.457 suicidios, una cifra que por primera vez supera a los fallecidos en accidente de tráfico (3.021). Eso significa una media de nueve suicidios diarios». Otros medios sugieren que el descenso de defunciones por accidentes de tráfico no responde a una mayor prudencia de los españoles al volante, sino a que la crisis nos ha obligado a usar menos el automóvil. Como quiera que sea, los suicidios han aumentado en España —siendo Galicia la comunidad que registra una tasa más alta, no explicable por su nuboso clima según aseguran los expertos— y los medios también lo achacan a la crisis económica.
Resulta chocante que algo tan personal y dramático como el suicidio pueda analizarse en términos sociológicos, pero parece que, al menos desde Durkheim, la sociedad en la que vivimos y las expectativas que genera tienen mucho que ver con el suicidio, con lo que Albert Camus entendía como la cuestión filosófica de mayor importancia: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». Si el suicidio tiene que ver con la autoestima, ¿nos hemos hecho últimamente demasiadas expectativas? ¿Tenemos una autoestima más baja que antes? ¿O nos hacemos más vulnerables mientras más bienestar disfrutamos?
Parece un lugar común la asociación entre opulencia de la sociedad y la tasa de suicidios, pero las estdísitcas evidencian que, al menos en lo que toca al género másculino (más de las tres cuartas partes de los suicidios) Lituania está a la cabeza con una tasa de 68 suicidios por mil habitantes, Rusia con 58, Kazajstán con 45, y cifras elevadas en Hungría, Eslovenia, Estonia, Finlandia, Bélgica...
ResponderEliminarPosiblemente se pueda buscar parte de las causas de cifras altas, más que en la opulencia o el bienestar, en una situación social de carencia de estímulos o de desafíos personales, tal vez unida en algún caso a algunos condicionantes culturales.
De la autoestima de los españoles la cuestión es saber en qué medida se trata del tipo "bueno" que indica Rojas Marcos o en qué parte es fruto de mirar hacia otro lado. O tal vez sea que que contemos con una tremenda resiliencia y la gente se sobreponga con buen ánimo a todos los males que les caen encima. Aunque aún estemos bastante por debajo de la media, me inquieta que la tasa haya subido en un punto desde que se puso de manifiesto la crudeza de la crisis.
Como bien dices Miguel, el desajuste entre las expectativas y los logros reales suele ser una causa importante de malestar psicológico que provoca síntomas disfóricos, podríamos decir que es una de las mayores causas de "infelicidad".
ResponderEliminarA veces, la "aparente" elevada autoestima también es en realidad una falsa coraza frente a la inseguridad, lo cual también contribuye a ser más infeliz, ya que vives permanentemente estresado teniendo que "pasar el trabajo" de fingir lo que no es, incluso aunque tú no lo sepas.
Precisamente debido a la gran cantidad de literatura existente sobre la autoestima, este es un término muy "contamido" y en psicología cuando se habla de ello uno no sabe muy bien ya a que nos estamos refiriendo, suele llevar a confusión y cuando hablamos por ejemplo en términos científicos, aunque existen instrumentos validados para medirla, suele haber poco consenso y llevar a confusión.
Habría que analizar, sociológicamente, las causas de suicidio de cada país, pues yo creo que los factores socio-ambientales influyen poderosamente, tanto o más que los factores personales. Por ejemplo, en Finlandia el índice de suicidios es altísimo, y entre otras cosas se debe a que es el país con menor densidad demográfica de Europa. Esto sumado a las pocas horas de luz durante gran parte del año,y a la crudeza del invierno, hace que las personas se sientan solas y aisladas, "recluidas" en sus casas, a kilómetros de sus vecinos. Yo pasé casi 4 meses en ese país, y sus habitantes hablan de este problema con una "normalidad" escalofriante.
ResponderEliminarCon respecto a las metas y las ambiciones...creo que hay que estar en equilibrio entre lo que puedes y lo que quieres, pero, al fin de cuentas, lo que importa es lo que la vida espera de nosotros y no lo que nosotros esperamos de la vida...
Ya no recuerdo dónde leí que tocar un instrumento musical, tener un animal doméstico o hacer jardinería reducen mucho las posibilidades de suicidio.
ResponderEliminarParece que los problemas de autoestima en esta crisis no solo se reflejan en los casos de suicidio:
ResponderEliminarLa crisis aumenta el consumo de antidepresivos
La crisis no es sólo económica. La salud mental de los españoles parece también estar en quiebra a tenor del aumento importante de consumo de antidepresivos: un 10% en los últimos dos años. Es más, la dispensación de estos productos ha crecido a medida que aumentaba la crisis.
es interesante lo que comentáis todos y las observaciones de Ana y Lucía. Según parece, los condicionantes ambientales tienen en parte que ver con la depresión; recientemente leí un texto previo de investigadores coruñeses sobre las consecuencias en la salud física y psicológica de la oleada de incendios de verano del 2006, respecto a los efectos hallaban correlación en el aumento del consumo de antidepresivos en la población. Pienso en la suma de destrucción de naturaleza y de paisaje, pérdidas económicas, sensación de impotencia o de que no había solución... incluso interpreto que una cierta empatía con la vida y con el entorno, el vínculo "biofílico", podría tener que ver.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por los comentarios.
ResponderEliminarAunque el suicidio no es un tema agradable, creo que traerlo a colación puede aclarar qué entendemos por autoestima y cómo nos favorece. De suyo, el aprecio por la propia persona es elemental, algo que va más allá del instinto de supervivencia o de cualquier otro aspecto de nuestra biología. Desde el sentido común, la Psicología, la justicia, la moral, etc. es obvio que el autodesprecio es nocivo para uno mismo y para los demás.
El suicidio vendría a ser la manifestación más radical de la falta de autoestima: llegado un punto, una persona no se siente al la altura de su propia vida y decide acabar con ella. El suicida emitiría un juicio sobre sí mismo y sus circunstancias personales en virtud del cual el hecho de su propia existencia es negativo o inconveniente. Hacer semejante valoración de la propia vida es, sin duda, algo que brota de lo más íntimo de cada uno, un hecho personal circunscrito a unas circunstancias y trayectoria muy concretas. Sin embargo, Durkheim advirtió que el suicidio era también un hecho social, un fenómeno que se da con cierta regularidad en las sociedades, que puede formar parte de una estadística aceptablemente fiable y que es más frecuente o escaso en unas sociedades que en otras.
Durkheim observa que las catástrofes, guerras o conmociones sociales no suelen aumentar el número de suicidios, puesto que esos acontecimientos críticos avivan más la solidaridad y el sentido de unión entre los miembros de una sociedad. Cuando peor se pone la cosa, más tendemos a ayudarnos. Pero si se trata de crisis económicas, entonces los suicidios aumentan. Y no por el eventual empobrecimiento de la población, sino porque antes de la crisis hay bonanza y unas expectativas sobreexcitadas. La riqueza y la comodidad generan en muchos miembros de la sociedad una sensación de independencia y soberanía individual que hace que disminuya su resistencia ante las contrariedades. Nos aislamos y relajamos la disciplina con la que nos conducíamos cuando nuestra vida transcurría en condiciones más precarias. Todo ello propicia lo que Durkheim denomina «suicidio anómico».
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ResponderEliminarSi se da el suicidio anómico ante la abrupta quiebra entre los medios con los que cuenta un individuo y los fines que se ha marcado —en este caso, entre los medios económicos y los objetivos de estatus o de identidad que el individuo ha ligado a la posesión de bienes—, cabe preguntarse adonde nos puede llevar en el plano personal la desmesura en la autoestima, una valoración del propio yo desproporcionada.
Creo que estaremos de acuerdo en que la autoestima es necesaria para el desarrollo personal, para tener iniciativas y perseverancia en llevarlas a cabo cuando las cosas se pongan difíciles. Posiblemente el énfasis actual en la autoestima venga dado por la anomia típica de las sociedades complejas, por la opacidad de las leyes y las normas, por el automatismo con el que se desarrolla la vida en las sociedades masificadas… Pero ¿qué ocurre si por abolir el autodesprecio terminamos en la sacralización del yo? Básicamente, esto es lo que he intentado plantear. Me parece muy acertado lo que dice Ana: «lo que importa es lo que la vida espera de nosotros y no lo que nosotros esperamos de la vida».
(perdón por el rollo)
Leyendo el comentario de Miguel estuve pensando si en la sociedad en que nos encontramos los símbolos de status nos condicionan aún más que en otros momentos de la historia. Solo que ahora los símbolos de status son profundamente vácuos, más que símbolos se quedan en iconos, pura apariencia y simulación.
ResponderEliminarMás allá del status, creo que pasa con muchos de los símbolos que codifican la vida social y la cultura de nuestro tiempo, signos sin significado; esa falta de referencias reales pienso que puede tener que ver con la instaisfacción entre la realidad y las espectativas que nos creamos o se nos ofrecen como modelo o ideal a conseguir, y por ende con la pérdida de autoestima, más aún en una situación de crisis en la que proyectos vitales se ven inviables o se desmoronan por completo cuando en proceso de su cosecución (la imposibilidad de hacer frente a un hipoeca, el desahucio, el desempleo o la imposibilidad de acceder a un empleo acorde a la capacidad, por ejemplo).