Tojo en Flor |
Hace ya algunos años de esto… era yo muy chiquitín. En esa
época todavía iba mi abuelo a “rozar” el
“toxo” al monte con la hoz, más por entretenimiento que por obligación. Para quién no sepa en qué
consiste esta actividad, “rozar” es segar el tojo con el que después se
esparcían las cuadras de los animales para de ahí sacar el estiércol.
Yo, siempre que podía, me encantaba acompañarle. Era siempre
el mismo ritual: lo primero afilar la hoz en la “moa” con su sonido
característico que ya me alegraba cuando
lo escuchaba a medida que me iba aproximando a su casa. Por supuesto, tenía
otra pequeña hoz para mi, a mi medida; quien me iba a decir a mí que cuando, al
igual que la suya, afilaba en esa moa, lo que hacía en realidad era
“desafilarla” para que no me pudiese hacer daño…
Camino del monte... |
Y ahí nos íbamos los dos, camino del monte. El primer montón
que segaba, pues así se iba dejando, en montones o “gabelas”, era siempre el
más mullidito, hecho de helechos y otros arbustos sin espinas. Esto era así
porque, como cada día, un poco más tarde llegaría Ramón, compañero y amigo del
alma de mi abuelo, se sentaba en su “gabela” y empezaban las eternas
discusiones que, quien no les conociese,
diría que eran de todo menos amigos…
Ramón, durante un tiempo estuvo afectado de una enfermedad
que, bien por la enfermedad o por la
medicación, se quedaba dormido con mucha
facilidad, dejando la discusión a medio terminar. Mi abuelo, sacaba su
chaqueta para taparle al tiempo que me advertía – “neno, non fagas ruido eh, deixao durmir…” Siempre
diré que pocas personas hacían tanta justicia a su nombre como mi abuelo,
Benigno. Cuando Ramón se despertaba, mi abuelo continuaba la discusión en el
punto que la había dejado como si nada hubiese pasado.
Pasaron los años, yo me fui a hacer mi vida y mis estudios y
mi abuelo decidió partir de entre nosotros, a buscar otros montes. Para mí fue
un duro golpe, ya sé que, como se dice en mi tierra “iba na súa hora”, pero era
mi abuelo y le quería con toda mi alma. Estando en el velatorio, una figura
familiar asomó por la puerta, muy encorvada a duras penas conseguía caminar apoyado en su
bastón, allí estaba Ramón. Nos abrazamos y dejamos que fuesen nuestras lágrimas
las que sustituyeran a las palabras.
No sé si en ese lugar a donde dicen que vamos habrá monte,
desde luego si lo hay estoy seguro que Ramón encontraría su “gabela”
esperándole, igual que sé que una hoz, (espero que más grande y más afilada),
allí estará preparada…
*A esa personita, que tanto me quiso y que tanto me enseñó en
esa asignatura, la más difícil y complicada que es ser Persona.
Una preciosa historia. Yo también adoraba a mi abuelo, me encantaba cuando nos contaba sus aventuras, y sobre todo lo admiraba porque aunque tenía 16 nietos y yo era la pequeña, se acordaba siempre de todos, de sus estudios, etc...y siempre había en su casa un bote lleno de caramelos esperándonos.Las navidades con él fueron inolvidables y estoy segura que allí dónde se encuentre sí habrá monte y lugares preciosos por donde paseará y hará muchos amigos como tanto le gustaba.
ResponderEliminarDicen que un indicador de inteligencia, es la capacidad para mantener relaciones. Supongo que para que una amistad tan duradera supere todo tipo de dificultades, hace falta primero, aceptar los defectos de uno mismo, llegando asi, a aceptar los defectos del otro,
ResponderEliminarEl mejor ejemplo de un abuelo, es esa amistad, pero apunto algo que ahora por desgracia no ocurre. Antiguamente los mayores nos enseñaban sus habilidades y los admirábamos porque sabían por ejemplo afilar o rozar el monte. El liderazgo y el respeto se basaba en ese reconocimiento a su sabiduría. Ahora por desgracia, los niños "saben mas que el abuelo" -que no sabe manejar un ordenador-. Los jóvenes pescadores manejan el GPS y el plotter y se ríen de las viejas mañas de sus predecesores. Creo que hay una ruptura en la transferencia de conocimiento, en la transmisión de valores.
Esta historia tan sencilla y hermosa, sin embargo es sumamente dificil de volver a viviese en los tiempos que corren.
Saludos
Con este último apunte de Manu, venme a memoria un relato que acabo de reler fai pouco tempo. En "El Viejo y el Mar" , Hemmingway relata de forma maxistral a obstinación de un vello mariñeiro que tras máis de oitenta días sin pescar nin un triste peixe, e animado por un rapaz antigo aprendiz, faise o mar co propósito de non volver a terra cas mans valeiras. Finalmente, tras días de loita co peixe espada mais grande que xamais vira, retorna a terra levando tan grande botín, reafirmación de que ainda segue sendo o grande pescador que algún día foi. No traxecto de volta os tiburóns acaban por comerlle o animal, e o vello retorna a porto ca enorme espiña descarnada. Para Hemmingway non se trata dunha derrota. O feito de ter loitado con valor ata o límite das súas forzas, está por riba de victorias ou derrotas, e o destino e algo que vai mais ala del.
ResponderEliminarHoxe, para os maiores, cada vez resulta mais dificil sentirse útiles e sentir que están aportando algo a sociedade. No rural quizais se teña mais en consideración a aportación da xente maior, e seguen a ser un puntal fundamental do núcleo familiar. As avoas son as que coidan dos netos, fan a comida, coidan da horta, coidan do gando e por riba aportan as súas pensións as maltreitas economías domésticas. Nas cidades esta aportación dos maiores faise cada días menos visible e a sensación de sentirse un estorbo sexa máis acusada.
Pablo: citas un libro e explicas unha metáfora para min moi evocadora. Ademas de ser un apaixoado do mar, sempre admirei a literatura de Heminguey e a usa portentosa personalidade. Tiven ocasión de coñecer a Gregorio Fuentes en Cojimar, perro da Habana. Gregorio era o compañeiro de Heminguey nas navegacions no Pilar ( falua que chegou a artillar o escritor, durante a segunda guerra mundial), el nel se inspirou, para a figura do " Vello e o Mar".
ResponderEliminarA dignidade de aquel homo nonaxenario, que vivia en condicions moi humildes impactaba desde o principio e o respeto que lle tiñan en aquela pequena comunidade de pescadores era inmenso. O chegar, unha rulada de nenos corrían o redor de nos berrando: "vienen a ver a Gregorio" o tempo que os veciños salan fora dos bohíos deixando as suas actividades cotidians. Penso que non se pode aspirar a ter mais prestixio social e que o seu recordó deixou unha pegada para sempre nos nenos que tiveron coma min a oportunidades de coñecer un home humilde que sempre quixo cumplir co que todos agardaban del.
Preciosa historia Antonio, me he emocionado trasladándolo en mi caso al género femenino a "mi abuela".
ResponderEliminarQue bonita...
Ser Ortigueira
Qué preciosa historia Antonio, gracias por compartirla con todos nosotros. Yo me he emocionado mucho (mi compañero de despacho creo que me está mirando raro...jeje) .. pero es inevitable contener las lágrimas y las emociones al leer estas líneas...pues yo también me acuerdo de mi abuelo... me acuerdo a diario y me acuerdo en estos momentos... cuando alguien llega a esos "montes" no sé qué encontrarán..espero que praderas verdes llenas de amapolas o algo parecido..pero sí sé lo que dejan aquí...y es un mensaje de vida inborrable...una gran huella en el camino...
ResponderEliminarAna Lista