1 de abril de 2015

MÁS LIBRES, MÁS SOLOS, MÁS DÓCILES

Estos días nos ha llamado la atención un artículo del escritor Jordi Soler que reflexiona sobre una tesis planteada por el filósofo italiano Giorgio Agamben: "hoy tenemos el cuerpo social más dócil y cobarde que se haya dado jamás en la historia de la humanidad". Más allá de que se comparta o no esta afirmación (y de la complejidad de establecer comparaciones históricas categóricas), lo cierto es que las sociedades occidentales se caracterizan hoy por la desaparición de "lo común", "lo importante para todos" y se atomizan en un conjunto de individuo que, según Agamben o Cercas, viven pendientes de sus dispositivos móviles, teléfonos o tabletas.
Adrian Denoghue. "¿Hay alguien ahí fuera?"

Soler alerta de la omnipresencia de esto dispositivos y de la velocidad suprahumana a la que fluyen los datos. Una velocidad que hace imposible la reflexión sobre lo recibido. Se podría decir que ya no aprendemos porque no tenemos tiempo de aprehender, de pensar, de asimilar. "Consultar en un buscador" es ya más importante que pensar; conocer las opiniones de otros consume el tiempo que deberíamos dedicar a forjar la propia. Al mismo tiempo, la miniaturización de los dispositivos conlleva un uso personal, aislado. Ya no se ve un programa de televisión en familia, sino que cada miembro tiene su propio dispositivo y elige sus contenidos. Ya no nos citamos con amigos para compartir un rato escuchando un vinilo, sino que nos aislamos del entorno con una música grabada en un formato digital deficiente que obliga al uso de auriculares. 

La pregunta que cabe plantearse al final es la paradoja de hacia dónde camina una sociedad libre si su individuos emplean la libertad para aislarse unos de otros y apenas comparten ya otra cosa que acontecimientos deportivos en los que la pasión prima frente a la razón. Es cierto que, al menos en teoría, las nuevas tecnologías permitirían implementar nuevos modelos de democracia electrónica más participativa. Pero lo cierto es que de momento el uso de las nuevas tecnologías no desarrolla una mayor conciencia de lo común, sino de los personal, de lo estrictamente privado.
Por eso insistimos desde As Salgueiras en la importancia de educar a los niños en el juego cooperativo, en mantener costumbres como ir al parque a jugar con los amigos del barrio o con niños a los que vemos por primera vez. Hábitos que nos acostumbren a discutir, a decidir, a variar el juego si llegan nuevos amigos, o si se marchan algunos, a hacer turnos por un columpio. Porque si dejamos de ir al parque cuando seamos adultos cometeremos el error de creer que el verbo "compartir" significa sólo darle a una tecla y que es una acción que puede realizarse sin contar con nuestros semejantes.

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