Aunque hay instituciones que cobrarían un dineral sólo por proporcionar un espacio de integración y juego a personas con discapacidad, nadie en As Salgueiras tiene conciencia de estar siendo especialmente generoso. Y la finca no recibe ni un euro del dinero público. Ayudar a los demás es tan natural en As Salgueiras como la hierba que crece en sus prados. ¿Por qué se pueden divertir tanto allí los niños con discapacidad? Creo que todos tenemos una solidaridad espontánea que en As Salgueiras se intenta potenciar. En cierto modo, los seres humanos somos “animales de manada” y cuidamos unos de otros. Nuestras relaciones no se limitan a la estricta justicia, también atendemos al débil o al dependiente sin esperar otra cosa que su satisfacción. Nuestra ayuda puede buscar que una persona termine valiéndose por sí misma, que sea autosuficiente. Pero también nuestra ayuda puede orientarse a que esa persona no perciba sus limitaciones o su dependencia como un estigma que le margina, como algo que le impide formar parte de una comunidad como uno más. Ancianos, personas con discapacidad o enfermas,… son dependientes. Pero, en el fondo, todos somos dependientes. Todos tenemos o podemos tener algo que nos hace vulnerables, aunque sea algún defecto de nuestro carácter o de nuestra forma de ser. Y esperamos que sea comprendido por los demás. Y cuando somos comprendidos de forma natural, sin pagar un extra por nuestra dependencia, es cuando formamos parte de una comunidad, cuando nos integramos y cooperamos con los demás.
Los problemas vienen cuando dependemos de cosas o de instancias burocráticas que no nos tratan como personas, sino como números. Es lo que les ocurre a esos niños a los que los servicios públicos les han conducido a una situación kafkiana y deben ir en taxi todos los días desde el colegio al comedor, tal y como leemos en la noticia de La Voz de Galicia. Y es lo que en alguna medida nos ocurre a todos en una sociedad burocratizada, consumista e impersonal como la nuestra.
Tengo entendido que los animales también estimulan conductas altruistas. En el zoo de Madrid no hay cosa que le guste más a la gente que dar de comer a los animales. Incluso venden comida para animales, y la gente se gasta el dinero solo para darles de comer y luego largarse. Es curioso.
ResponderEliminarLas relaciones sociales de gratuidad son tan naturales en la sociabilidad humana como las de transacción. Lo que sucede es que en la vida urbana hiperdesarrollada predominan las relaciones abstractas y funcionales sobre las concretas de cercanía, que son las que se dan en el cara a cara entre las personas. Los actos de gratuidad son entonces más escasos, y las iniciativas buscan más satisfacer intereses propios que el bien común o el beneficio de otros.
ResponderEliminarLa pregunta es en que medida somos humanidad por culpa de esa cualidad tan nuestra que se asocia a nuestro propio nombre pues un sinónimo de bondadoso, de compasivo, es el de ser “humano”. Efectivamente la socialización nos dio la cooperación, las herramientas para establecer alianzas, -que son en gran parte a quien debemos lo que somos-, pero también nos incito a la conspiración, el maquiavelísmo, al amor y a la condolencia. Gracias a ello, -dicen los científicos- que hemos llegado hasta aquí y cuando nos olvidamos, cuando no actuamos conforme a lo que nos aconseja nuestro fuero interno, conforme aquello que está en nuestros genes primigenios, estamos ahogando la virtud que nos define como especie.
ResponderEliminarA mí me parece claro que la sociabilidad humana es de suyo problemática y contradictoria. Necesitamos llevarnos bien con los demás, llegar a acuerdos y cooperar. Pero la Historia nuestra que no dejamos de matar, que las guerras y matanzas han dado forma a nuestra civilización. Es imposible una sociedad sin un mínimo de benevolencia, pero parece que también necesitamos una autoridad coercitiva para no matarnos los unos a los otros.
ResponderEliminarSeñor RR.
ResponderEliminarQuisiera creer que no son los individuos de la manada los que provocan las guerras, sino los que para conseguir su control, la ciegan generándole miedos y odios. Debido a la crisis, vemos como algunos políticos irresponsables, abusan de forma ligera e irresponsable de la candidez de los ciudadanos. Los sentimientos xenófobos se usan para conducir la frustración de la crisis contra en el pobre inmigrante. Otros les ponen cuernos y rabo a los empresarios a sabiendas que los emprendedores son imprescindibles para salir de la crisis. De otro lado, se clama contra los sindicatos.
A nadie le interesa la solución que va por el camino contrario, por la reconciliación, por el trabajo en común de forma honrada. La gente que lucha de verdad, se relaciona con todo tipo de gente y cuando no se le ponen etiquetas a las personas, las personas solemos cooperar. Lo malo del asunto, como dice la señora Paula, es cuando empezamos a ser un número, cuando los burócratas controlan nuestras vidas. Ocurre entonces una banalización del mal y así un burócrata basándose en el principio de obediencia debida, no tiene el menor reparo en llevar de forma eficiente y aplicada, la contabilidad de una cámara de gas. Los últimos secretos desvelados de la guerra de Irak, lo dejan claro: fuimos a por las armas de destrucción masiva, para impartir la justicia, para eliminar un régimen brutal. Los que torturaban, lo hacían mientras tomaban una pausa chateando con los amigos o la familia. para ellos era como para nosotros atender los asuntos cotidianos de la oficina. Otros desde una pantalla, como si fuera un juego de la Play, se llevaron por delante familias enteras.
Claro que nos zumbamos desde pequeños. Claro que todos los días hay peleas, sobre todo cuando se abusa del alcohol, pero si no fuera por los malos líderes y esos burócratas, yo creo que la cosa nunca iría a mas y lo que es mas importante, las armas no serían necesarias, a fin de cuentas si me cabreo con un vecino, desfogas mas con un buen mamporro o un estacazo, (como los que retrató Goya) que lanzándole un misil a control remoto desde un ordenador a kilómetros de distancia.
Confieso, Vamos Indo, que no tengo ni idea de a qué obedece nuestra belicosidad, pero ahí está la Historia, también la anterior a las sociedades modernas. Lo que sí es cierto es que en éstas el mal se ha trivializado y se administra fríamente y con "legitimidad democrática", en nombre de la libertad y activando lo peor de nosotros. Todavía me produce escalofríos que se dé por buena la idea de que el lanzamiento de las bombas atómicas fue lo mejor para acabar con la segunda guerra mundial: hacer una carnicería instantánea sin precedentes en la Historia para terminar rápidamente una guerra.
ResponderEliminarSí, al menos cuando éramos animales de manada nuestras tendencias destructivas eran menos catastróficas que hoy.
Gracias Paula, nos haces ver las cualidades de nuestra especie y las limitaciones de nuestra organización social, que aveces chirría.
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