Reloj de Praga |
Para contar
nuestra actividad en el ámbito de la Responsabilidad Social
Corporativa, fui invitado a Praga a una conferencia que reunía a importantes
organizaciones sociales y empresariales.
Recuerdo de la
ciudad de Kafka sus refinados cafés, los coches de caballos paseando turistas
por las plazas, las gabarras del río arriba y abajo, los Palacios de la opera y
las tiendas de artesanía en donde se vendían marionetas. Me preguntaba si
aquella afición de los checos a los monigotes, tenía algún paralelismo con la
vida del hombre moderno sometido a la tiranía de invisibles hilos que conducen
su conducta.
Pisando las
adoquinadas calles de Praga y elevando a vista a sus ordenados edificios pensé
en Kafka y en la importante influencia del entorno en la obra de un escritor.
Cada ventana en cada planta expresaba una escala jerárquica. A mayor rango, más
adorno filigrana y boato, en el piso superior, propiedad de alguien de
condición más humilde se simplifica el ornamento. Todo ello conviviendo en
aparente armonía dentro del mismo edificio. Los puentes, las calles empedradas,
las iglesias, las recoletas plazas, cada una para una clase social, cada una en
su sitio. El hombre no puede usar su inteligencia para escapar a ese orden
inexorable y su único destino es la resignación asumiendo mansamente la
alienación. Allí comprendí esa pulsión o ansia de escapar al orden establecido
de las cosas, de la burocracia, del estado, del control religioso y paterno,
del destino que nos tienen marcado.
Kafka es coetáneo de la corriente dadaísta de la que Tristan Tzara -figura central del movimiento- decía que los dadaístas eran libres y no compartían ningún dogma, simplemente compartían una sensación de asco. (Que en aquellos jóvenes artistas provocara la confrontación del catorce). La ensoñación se hace iconoclasta y con una actitud nihilista se revela contra la realidad y a todo principio de autoridad. Quizás el sustrato del realismo mágico esté abonado por este asco que ahora podría volver a estar de actualidad.
Pienso que no es poca la gente que siente un profundo “asco” frente a la situación mundial que vivimos actualmente. No es una época buena, ciertamente, pero tal vez esto sea también una prueba para nuestra capacidad de vida y de pensamiento. Volver a ese “asco” primordial, para pensar y para vivir.
Kafka es coetáneo de la corriente dadaísta de la que Tristan Tzara -figura central del movimiento- decía que los dadaístas eran libres y no compartían ningún dogma, simplemente compartían una sensación de asco. (Que en aquellos jóvenes artistas provocara la confrontación del catorce). La ensoñación se hace iconoclasta y con una actitud nihilista se revela contra la realidad y a todo principio de autoridad. Quizás el sustrato del realismo mágico esté abonado por este asco que ahora podría volver a estar de actualidad.
Pienso que no es poca la gente que siente un profundo “asco” frente a la situación mundial que vivimos actualmente. No es una época buena, ciertamente, pero tal vez esto sea también una prueba para nuestra capacidad de vida y de pensamiento. Volver a ese “asco” primordial, para pensar y para vivir.
El anciano reloj
de Praga acumula seis siglos de vida advirtiendo sin desmayo a los efímeros
mortales: Carpe diem - Tempus fugit. Mientras tanto los turistas hacen cola
para sacarse fotos a sus pies. Con las prisas del conejo de Alicia en el país
de las maravillas, corren a comprar marionetas en las tiendas, cargados de bolsas
de regalos inútiles poseídos por una fiebre consumista como escarabajos
afanados en acarrear su propia bola de estiércol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario en As Salgueiras