Fuente BBC Mundo |
Hace años, navegando de
noche a la vista de las costas haitianas, resultaba impactante la oscuridad de
aquellas tierras, en contraste con la iluminación que perfila las costas del las
islas caribeñas de barlovento. Apenas unas trémulas y dispersas hogueras se
distinguían en una oscuridad que bien podría corresponder a otras épocas cuando
la electricidad no se había inventado. Esa visión me recordó un documental del
Comandante Custeau sobre la isla. La pobreza de sus habitantes les obligaba a
talar los pocos árboles que quedaban para cocinar sus alimentos. A consecuencia
de las talas indiscriminadas, las lluvias provocaban la erosión de los terrenos
que arrastraba a los corales grandes cantidades de tierra y detritus que
acababan por matar las barreras coraliferas y la vida que albergan. A
consecuencia de ello, la pesca había desaparecido y se había establecido un
círculo de pobreza y destrucción incrementando las desgracias de aquella gente
desesperada.
En el enlace que se adjunta,
se informa de cómo los griegos agobiados por la crisis, cortan los árboles de
sus parques y del monte Olimpo, donde habitaban sus dioses, para calentarse. Con
frecuencia comento que el espacio público es el mejor indicador de la autoestima
de una comunidad y esa visión de los jardines talados por los atenienses, me
hizo caer en la cruda realidad de que la angustia económica, hace desaparecer
cualquier vestigio de dignidad.
Esta semana pasaba por una
carretera secundaria y comprobé horrorizado que lo que hasta hace poco componía
un típico paisaje de Galicia colmado de frondosas y caducifolias, ahora se
habla talado a matarrasa. Cuando pregunte porque se estaban cortando todos los
robles, me contaron que al estar tan caro el gasoil y el gas de calefacción, la
gente estaba talando las fragas para calentarse y cocinar en las viejas cocinas
bilbaínas.
Quizás sea porque estoy
especialmente sensibilizado, pero ahora me parece ver en todas las carreteras,
pilas de Robles talados y aprecio como han proliferado pequeños negocios que
venden madera para calefacción. No solo estamos destruyendo el paisaje acabando
con un recurso que ha llevado cientos de años para alcanzar el porte de los Robles
majestuosos que ahora aparecen troceados en rachones, estamos despilfarrando una
madera que bien podría tener otros usos de mayor valor añadido y destruyendo el
habitat de cientos de especies. Sumado a la estampa que se presenta ante
nuestros ojos asombrados, nuestro olfato refleja que estamos quemando la madera
en calderas de muy mala eficiencia, generando contaminación y emisiones de CO2.
Por otra parte, el mismo día
me entero que las infraestructuras que creamos con ingentes cantidades de dinero
para reciclar los electrodomésticos que se retiran de nuestras casas para evitar
las emisiones de CFCs que provocan el agujero de la capa de ozono, están parando
porque la gente recupera en casa el cobre y otros materiales que tienen valor y
después tira en vertederos incontrolados lo que no es aprovechable y al tiempo
mas contaminando. Hace falta remontarse decenas de años para ver como ahora,
vertederos incontrolados en el monte con viejas pantallas de televisión y
ordenador repletos de plomo, cadmio y otros venenos que acaban en los
manantiales y a través estos en la fauna y en nuestros propios
organismos.
Como si las acontecimientos
se confabularan, me dice un técnico de la administración que algunas actividades
industriales que en época de riqueza acumularon balsas enormes de productos
contaminantes, ahora por culpa de la crisis, no hay dinero para mantenerlas y
están contaminando ríos y manantiales. El consumo de estas aguas con abundancia
de metales pesados, en determinadas zonas de Galicia ya están en el agua de
consumo y coincide su influencia con alarmantes estadísticas de enfermedades
infantiles.
Por otro lado, con la
disculpa de los puestos de trabajo importantes lobbies de presión están
consiguiendo que se abran las puertas a proyectos de gran impacto y dudoso rigor
medioambiental.
Los indicadores que aparecen todos los días en los medios analizando la crisis, obvian las afectaciones, a
la salud, al paisaje, a la naturaleza y a la dignidad de las personas, pero al
lado de las estadísticas de paro o del PIB, deberían aparecer los partes
médicos, las daños causados por los vertederos incontrolados, el pan para hoy y
el hambre para mañana que representan las fragas taladas y de la tristeza que
supone comprobar como a costa del futuro –igual que ocurre con los haitianos y
los griegos-, en tiempos de crisis, se intenta resolver el presente de forma
desesperada, aunque eso suponga sacrificar la esperanza en el
futuro.
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