A menudo, la celebración del "día internacional de" tiene un efecto desalentador, contrario sin duda el espíritu con el que las Naciones Unidas fueron intercalando estas fechas en el calendario. En lugar de celebrar avances o de generar corrientes de simpatía, estas efemérides sirven, sobre todo, para constatar lo poco que hemos avanzado en la resolución de lacras como la falta de acceso a la educación, el trabajo infantil, la violencia de género o la protección del medio ambiente. Es lo que ocurre con el día Mundial del Agua, que se celebra el 22 de marzo. Los datos de la ONU son tan apabullantes que siguen dejándonos perplejos. 884 millones de personas carecen de un acceso seguro a agua potable; 2600 millones de personas no tienen un inodoro, una letrina o cualquier servicio básico de saneamiento. El consumo de agua en mal estado mata a más personas que las guerras.
Con estas cifras, el punto y aparte del párrafo anterior invita casi a un punto final. ¿Cómo es posible que un tercio de la población mundial viva en unas condiciones similares a las de nuestra Edad Media? La enormidad de la cifra pesa como una losa insoportable y ya sabemos que, dentro de un año, cuando el calendario nos traiga de vuelta al 22 de marzo, cualquier logro quedará empequeñecido ante el tamaño del reto.
En casi cualquier lugar de África |
Como sabéis, en este blog hemos venido realizando entradas periódicas relacionadas con la calidad del agua, la importancia de preservar su ciclo, de mantener los acuíferos como fuente de salud y biodiversidad... A menudo se asocia la falta de agua a un problema típico de los países del Tercer Mundo, relacionados con el atraso o con las inclemencias de un clima extremo. Quizá un buen modo de reconocer el impacto de las decisiones humanas, el peso que un modelo erróneo de desarrollo tiene en el acceso al agua, pase por recordar los problemas que surgen en países en crecimiento o con un clima y unos recursos privilegiados.
Podemos ver lo que ocurre en Colombia, una economía que crece a un ritmo superior al 4,5%, superando ahora mismo a Chile, Perú o México. El paro se sitúa en torno al 8% y la tasa de inversión (el porcentaje del PIB que el país reinvierte) se acerca al 30%. En el plano hídrico, el país cuenta con las segundas reservas del mundo. Sin embargo, el 80% de la población no tiene acceso al agua potable y, en muchas poblaciones costeras carecen de depósitos suficientes, de modo que la población pasa sed en cuanto deja de llover unos días. En medio del panorama de bonanza económica que resumimos, llama la atención ver a la gente recogiendo agua de lluvia por medio de grandes plásticos tendidos a los lados de la carretera. Agua que pierde enseguida su potabilidad al quedar contaminada por las salpicaduras del tráfico rodado. O en China, el gigante económico del momento y, según muchos analistas, del futuro, donde se registran una media de 400 denuncias diarias relacionadas con la contaminación de los acuíferos.
Contaminación en un canal de Bogotá |
Con frecuencia, los modelos de desarrollo actuales repiten la falta de conciencia ecológica de la primera revolución industrial: primero crezco y luego ya recuperaré el medioambiente, ya restauraré lo contaminado. Es un planteamiento erróneo, no solo por su falta de ética ambiental sino incluso desde el punto de vista económica: por mucho que parezca incrementarse el coste que asegura procesos de fabricación ecológicos, crecer respetando el medio es siempre más barato que crecer destrozándolo y tratar de recuperarlo después.
Hace algún tiempo realizamos de manera altruista la dotación del centro especial de empleo de Aspaber en Carballo y dibujamos una charca en forma de salamandra para fijar allí juncos y otras plantas típicas de las brañas. Era un pequeño homenaje a la salamandra, un excelente bioindicador de la calidad de las aguas que, por fortuna, aun podemos observar a diario desde nuestro emplazamiento privilegiado, en la cabecera del Anllóns. Salamandras, ranas y las aves que se alimentan de ellas desaparecen río abajo, como ha ocurrido en buena parte de las cuencas gallegas, por el efecto de los vertidos de purines, herbicidas y sulfatos.
Debemos aprovechar este día 22 para recordar que además de ayudar y colaborar con ong's y organizaciones que tratan de mejorar el acceso al agua en países del Tercer Mundo, no debemos descuidar nuestro entorno inmediato. La polémica en torno al proyecto de mina de Corcoesto ha permitido detectar la contaminación con arsénico. Y conviene recordar que en las zonas de Galicia en las que se acumulan lodos mineros, se detecta un aumento de los casos de autismo y las enfermedades infantiles, un proceso que también se observa en algunas zonas de China. Porque si relajamos nuestra conciencia ambiental, todo lo que arrojemos a la naturaleza volverá a nosotros en forma de veneno.
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