La paradoja de la frase que da título a esta entrada resume bien los riesgos de alienación que, según los expertos, plantea el uso de las nuevas tecnologías, tal y como resume un vídeo del que se han hecho eco distintos medios y que ha recibido ya 25 millones de reproducciones en You tube.
"Cenar con un adolescente es comprobar que está allí, físicamente, pero que a la vez bloguea, manda mensajes a sus amigos o hace mil otras cosas con su teléfono móvil. Los estudios ya muestran que hay un déficit de atención entre los más jóvenes. La habilidad de vivir el momento presente está cambiando". Sin duda, cualquier padre con hijos adolescentes puede sentir como propias las reflexiones que nos dejaba en El País Federico Casalegno, experto en nuevas tecnologías e investigador del MIT de Massachussets. Lo cierto es que el empeño contemporáneo por hacer varias cosas a la vez no es exclusivo de los más jóvenes. También estos días, La Voz de Galicia recogía el caso de una mujer que caía al agua por leer en una tablet mientras paseaba por el paseo de Culleredo. Como dice Casalegno, todavía es pronto para medir el impacto de las nuevas tecnologías en nuestro modo de aprehender el mundo. Parece que los dispositivos que nos abren ventanas a lo distante, que nos acercan al momento datos enciclopédicos que antes tardábamos meses en compilar, tienden a aislarnos de lo inmediato, del momento presente, de nosotros mismos y de quienes nos rodean. No es lo mismo pelearse en el patio del recreo que pelearse online en un juego bélico. "Mirar a alguien a los ojos y empatizar no es lo mismo que darle al "me gusta", asegura el investigador italiano.
"Cenar con un adolescente es comprobar que está allí, físicamente, pero que a la vez bloguea, manda mensajes a sus amigos o hace mil otras cosas con su teléfono móvil. Los estudios ya muestran que hay un déficit de atención entre los más jóvenes. La habilidad de vivir el momento presente está cambiando". Sin duda, cualquier padre con hijos adolescentes puede sentir como propias las reflexiones que nos dejaba en El País Federico Casalegno, experto en nuevas tecnologías e investigador del MIT de Massachussets. Lo cierto es que el empeño contemporáneo por hacer varias cosas a la vez no es exclusivo de los más jóvenes. También estos días, La Voz de Galicia recogía el caso de una mujer que caía al agua por leer en una tablet mientras paseaba por el paseo de Culleredo. Como dice Casalegno, todavía es pronto para medir el impacto de las nuevas tecnologías en nuestro modo de aprehender el mundo. Parece que los dispositivos que nos abren ventanas a lo distante, que nos acercan al momento datos enciclopédicos que antes tardábamos meses en compilar, tienden a aislarnos de lo inmediato, del momento presente, de nosotros mismos y de quienes nos rodean. No es lo mismo pelearse en el patio del recreo que pelearse online en un juego bélico. "Mirar a alguien a los ojos y empatizar no es lo mismo que darle al "me gusta", asegura el investigador italiano.
Federico Casalegno en una conferencia reciente |
En cierto sentido, el botón del "me gusta" supone el riesgo de reducir las relaciones interpersonales a los criterios extremos de la sociedad de consumo. Todos los productos salen al mercado para gustar al mayor número posible de compradores potenciales. Los cromados de la moto atraen incluso a quien no tiene carnet para conducirla, y cada pocos meses se nos presenta un nuevo modelo de teléfono, ordenador, televisor, con una carcasa o un colorido que parece más atractivo, más moderno. En la frutería se alinean manzanas perfectas, dignas de un casting para llevar el veneno a Blancanieves. Luego sabemos que su perfección se deriva del hecho de haber sido recogidas antes de madurar para frotarlas con productos que les dan un brillo artificial. Así que frente a tanto "me gusta" virtual, conviene recordar que a las personas las queremos por como combinan virtudes y defectos, al igual que en un huerto, las manzanas más sabrosas son a menudo las que ya han sido picadas por los pájaros o las que llevan dentro un gusano.
En As Salgueiras, nos esforzamos por mostrarles a los niños, sobre todo a los niños de entornos urbanos, la realidad de los animales. Que los cerdos, las vacas o los caballos no hablan, ni vuelan. Que son maravillosos e interesantes, sí, pero con sus olores, con sus ruidos, con sus excrementos (que hay que recoger y limpiar). Y en Galopín diseñamos parques que fomentan la interacción humana. Porque las nuevas tecnologías son útiles, pero no enseñan a compartir un columpio, a bajar juntos por un tobogán como si fuésemos sentados en un trineo, a jugar hoy con el niño con el que discutimos ayer, descubriendo el proceso mágico de hacer las paces. Porque crecer y desarrollarse supone, precisamente, superar la simplificación infantil del mundo dividido en lo que nos gusta y lo que no, para incorporar categorías como lo que nos conviene, lo que es mejor para todos, lo urgente, lo importante... Todo eso solo lo podemos aprender codo con codo con nuestros semejantes, con el contacto con personas reales (no con mensajes recibidos en una pantalla) que a veces nos animarán, a veces nos irritarán, a veces serán un freno, otras un adversario, un colega, un maestro. Porque el mundo real no es un escaparate lleno de atractivos productos de colorines, sino un campo de juego con retos, sugerencias, desafíos, estímulos, enseñanzas, en el que progresamos a través de aciertos y errores, de triunfos y fracasos, que debemos aprender a integrar, nos guste más o nos guste menos.
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