El inicio de un nuevo año resulta, inevitablemente, una época de balance, de revisión de los bueno y malo de los últimos doce meses. En paralelo, es también el momento de hacer nuevos propósitos (hacer más ejercicio, dejar el tabaco, dedicar más tiempo a la familia o los amigos...). En As Salgueiras, además de desearos a todos un año lleno de ilusiones, proyectos cumplidos y felicidad, os proponemos acompañarnos en el deseo de iniciar un año sin miedo. O al menos, retirar el miedo como un factor omnipresente en los procesos educativos.
Como dice sir Ken Robinson, uno de los mayores expertos en educación del mundo, al inculcar en las escuelas el miedo a la equivocación, estamos cerrando las puertas a la creatividad. El miedo al fracaso genera estandarización negativa, esto es, se inculca a los niños el valor de no destacar, de no distinguirse, se ridiculiza al que no acierta... Las escuelas, al final, recuerdan a los procesos productivos de las cadenas de montaje y olvidan que "la imaginación es la fuente de todos los logros humanos". El miedo a que nuestros hijos fracasen no contribuye a lograr que triunfen ya que, como dice Robinson, "ellos van a trabajar en ocupaciones que ahora a lo mejor no somos capaces de imaginar".
El miedo genera audiencias, por eso en una sociedad pendiente de los medios, es fácil percibir la educación como una sucesión de problemas irresolubles que requieren tratamiento médico o psicológico. Otro experto, Michel Fize, asegura que "nuestro conocimiento actual de los adolescentes proviene casi
exclusivamente del estudio de sujetos enfermos. Los adolescentes
felices, como los pueblos felices, no tienen historia". Repetir continuamente el mantra de que la adolescencia es una etapa compleja, genera en los adolescentes actitudes acordes con lo que se espera de ellos, como dice José Antonio Marina, llegamos a un caso de profecía autocumplida. Acabamos teniendo los problemas que prediseñamos con nuestro miedo.
Como adultos, por desgracia, muchos tenemos motivos para preocuparnos acerca de lo que nos depara el 2016. Pero sin duda el año será mejor si entre todos conseguimos poner un grano de arena para conseguir desterrar de la educación de nuestros hijos el miedo al fracaso escolar, el miedo a ser diferente, el miedo a avanzar más lento (o más rápido). El futuro, lo dijo Shakespeare, es un país desconocido pero eso no significa que debamos viajar hacia él con miedo.
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