15 de enero de 2016

PARA EDUCAR CON LA LECTURA

Al volver de las vacaciones, un amigo nos comentaba en As Salgueiras los deberes escolares de su hija durante las pasadas Navidades. Entre esas tareas se encontraba leer un libro (Nata y Chocolate de Alicia Borrás) acerca de la amistad que se establece entre una niña blanca albina y un niño negro, que juntos aprenden a superar las burlas y el aislamiento que sufren en el colegio. El libro plantea temas tan interesantes como el respeto al diferente, cómo reaccionar ante el acoso escolar, la importancia de los amigos... Sin embargo, al reanudarse las clases, el profesor pasó a los alumnos un control tipo test: "cómo se llamaba la amiga de Nata?; Cuántas fotocopias encargó la profesora?". Es decir, preguntas que sólo aspiraban a comprobar si los niños habían leído el libro.

En As Salgueiras, donde defendemos el juego libre como parte del proceso formativo de la infancia, apreciamos también las tesis del pedagogo y novelistas francés Daniel Pennac, autor de un Decálogo de derechos del lector. Pennac considera que para fomentar la lectura entre los jóvenes es preciso huir de esquemas rígidos, iguales para todos. "Una clase no es un regimiento que marca el paso, sino una orquesta que trabaja sobre una sinfonía", es una de sus citas más conocidas. En su ensayo Como una novela, el autor francés invita a personalizar los procesos de lectura. A que los jóvenes elijan los libros; a respetar sus interpretaciones o corregirlas sin despreciarlas o ridiculizarlas; a saltarse páginas de las obras clásicas más densas; a leer en rayuela, saltando capítulos, avanzando para volver atrás; a leer más de una vez...Lo importante es que los niños aprendan a leer y a disfrutar del contacto con los libros. Y para eso, es fundamental que los niños puedan apropiarse de los libros, descubriendo poco a poco qué y cómo quieren leer.


Como algunos profesores, los adultos tendemos a convertir el proceso de educación en una sucesión de puntos de control (te lavaste los dientes?, acabaste los deberes?, ordenaste tu cuarto?). Sin apenas darnos cuenta, nuestras preguntas ponen el acento en comprobar el resultado, si se ha completado una tarea que, sin duda, es importante. Pero en la obsesión por comprobar "qué" se ha hecho, olvidamos los aspectos fundamentales de la formación; por qué lo hacemos, cómo se ha hecho y qué aprende el niño en el proceso. Preguntar por el número de fotocopias en lugar de por qué los compañeros tratan diferente a una niña albina parece toda una metáfora de esa falta de color, de matices, que tantas veces se echa en falta en los procesos educativos.

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