Al hilo de la entrada de la semana pasada, nuestros compañeros de Galopín nos han recordado que muchos países de la Unión Europea, especialmente en la mitad norte, cuentan ya con fórmulas de diseño y licitación de espacios públicos que incorporan como algo habitual la participación de los vecinos. En paises como Reino Unido, Holanda o los países escandinavos, el proceso se divide en dos grandes segmentos. De una parte, los poderes públicos y los técnicos de la administración se encargan de poner en marcha el proceso, por ejemplo, diseñar la política de espacios públicos de una localidad, o la partida presupuestaria concreta que se puede destinar a cada proyecto. Abierto el proceso de concurso público, los técnicos se encargan de hacer una valoración inicial de las propuestas presentadas, si se ajustan a los criterios técnicos, de seguridad, si los materiales son ecológicos, respetuosos con el medio ambiente... en fín, determinan la adecuación de las propuestas al pliego del concurso y descartan aquellas que incumplen alguna de las condiciones.
Hasta aquí, el proceso no se diferencia mucho de lo que ocurre también en nuestro país. La novedad es que, una vez seleccionados tres o cuatro propuestas, las que mejor se ajustan al proyecto público, se deja la decisión final en manos de los vecinos. En localidades como Capelle, integrada en el municipio de Waalwijk en Holanda, el ayuntamiento delimita los barrios que considera como usuarios habituales del parque público que se está diseñando o remodelando. Luego les remite a los vecinos que viven en esa zona un sobre con imágenes e información de las diferentes propuestas presentadas y un sobre de votación en blanco. En este sobre, los vecinos pueden incluir la imagen del proyecto de su preferencia y remitirlo de vuelta al concello. Siguiendo este proceso, la propuesta de Galopín cuyas imágenes ilustran esta entrada fue seleccionada por los vecinos, que la valoraron por encima de los diseños presentados por otras firmas.
Como defensores del papel de los parques y zonas de juegos como agentes de activación social y generadores de valores de ciudadanía, creemos que la participación vecinal en su diseño supone un acierto y un beneficio para todos. Para los poderes públicos, que pueden contar con la garantía de saber que lo que se está realizando cuenta con la aprobación de los usuarios finales. Para la propia comunidad, que participa en la toma directa de las decisiones que afectan a su calidad de vida y al diseño de su entorno. Qué puede ver reflejada cómo quiere que jueguen sus hijos, cómo quieren disfrutar su ocio... Para quienes trabajamos en el diseño, en la búsqueda de materiales nuevos, en las mejoras de normas de seguridad, conocer lo que los usuarios opinan es siempre un retorno de conocimiento valiosísimo. El diseño del espacio público implica siempre un diálogo, un diálogo de técnicos y vecinos, de adultos y niños, incluso un diálogo del pasado con el futuro (cómo éramos como comunidad y cómo queremos ser el día de mañana). Y defendemos que este diálogo se incorpore a los procesos públicos como ya hacen algunos socios comunitarios.
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