Centro cultural Tjibaou, Nueva Caledonia |
Como reza la frase de Eugenio d'Ors inscrita en la fachada norte del casón del Buen Retiro de Madrid, "todo lo que no es tradición es plagio", una sentencia extraída de un aforismo más amplio que desarrolla la idea con un lapidario "sólo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición". Picasso fue sin duda el artista más innovador del siglo XX por su talento, pero también porque tenía un conocimiento exhaustivo de la historia del arte y conocía a la perfección los códigos formales, temáticos y técnicos que deseaba subvertir.
Esta idea vale también para la arquitectura, y estos días en que nuestros amigos de Galopín nos han invitado a mirar al Pacífico (ya os contaremos más cosas en este blog), hemos podido recordarlo a propósito del centro cultural Tjibaou, el proyecto que Renzo Piano construyó en Noumeá, Nueva Caledonia. Bautizado en honor de Jean-Marie Tjibaou, el líder independentista asesinado en 1989, y concebido como el gran centro de estudio y difusión de las culturas del Pacífico, el centro toma como elemento inspirador el diseño de las chozas tradicionales de la cultura kanaca. El proyecto incluye varias chozas de distinto tamaño y volumen, que conforman una evocación monumental de un poblado tradicional y que albergan museo, centro comunitario y centro educativo.
Interior de uno de los pabellones |
Pero junto con las formas tradicionales, el proyecto de Piano es también una apuesta por el racionalismo más innovador. Así, se estudiaron sobre todo elementos como las corrientes de aire, para aprovecharlas y resolver el problema de la ventilación en un clima especialmente húmedo. Precisamente el grado de humedad llevó a optar por la madera de iroko, de procedencia africana, para realizar los pabellones. Además, y aunque predomina el uso de la madera que se integra de manera armoniosa en el paisaje, las uniones estructurales se realizaron con tubos y tirantes de acero.
Muchos de los pabellones presentan un aspecto incompleto, como si se hubiera interrumpido la obra antes de terminarla. Evidentemente no es así y se trata de una decisión estética de carácter simbólico. Este aspecto incompleto aludiría, en palabras del propio Piano y de los impulsores del proyecto, al proceso de cambio y consolidación que vive la cultura de Nueva Caledonia, que debe recoger lo mejor de su herencia milenaria y acomodarlo al nuevo mundo al que se asoma desde su independencia política. Tradición e innovación unidas como un elemento de progreso, un mensaje que suena en el Pacífico con la misma eficacia que puede hacerlo a orillas del Atlántico.
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