A través de la web de Free Range Kids, el movimiento pedagógico del que ya os hablamos en entradas anteriores, y del diario Otago Daily News hemos conocido una interesante historia sobre educación, asunción de riesgos y recuperación de pautas de juego tradicionales. Dos niños neozelandeses, Tamati Sagar y Aaron Jones, ambos de 10 años de edad, son aficionados a subir a los árboles. Por motivos de seguridad, esta práctica estaba prohibida en el patio de su escuela. Sin embargo, esto no los desanimó. Los niños se entrevistaron con los padres de todos sus compañeros, les preguntaron si de pequeños subían a los árboles y si estarían a favor de eliminar la prohibición.
Tamati y Aaron en una foto del Otago Daily News |
Los niños tabularon el resultado de su encuesta de manera "profesional", hicieron un gráfico que mostrase que el 90% de los padres eran partidarios de que sus hijos pudieran subir a los árboles y solicitaron una entrevista con los responsables del colegio. Los profesores quedaron tan impresionados con el trabajo que decidieron relajar la norma y permitir que los niños pudiesen subir a los árboles durante el recreo. Por supuesto, este juego tiene sus riesgos, como cualquier actividad humana, y un niño sufrió una fractura de pelvis tras una caída. Sin embargo, padres y profesores decidieron mantener el permiso para subir a los árboles, simplemente marcaron un nuevo límite de altura (2,5 metros) que los alumnos deberán respetar. Ah!, y según la madre del niño que tuvo el accidente, a los médicos les gustó saber que los niños subían a los árboles y les animaron a que siguieran haciéndolo. "Sí, ha habido un accidente, pero damos por sentado que los niños van a tener accidentes. Es la manera de aprender de las cosas", dijo uno de los médicos.
En ocasiones, el deseo natural de educar a los niños en un entorno seguro, de eliminar o reducir riesgos relacionados con el tráfico, el trato con extraños o los peligros de internet, se extiende a prácticas que parecían perfectamente normales a nuestros padres y abuelos. Se produce así el contrasentido de que podemos sugerirles a los niños la lectura de una versión infantil de Tom Sawyer pero les criticaremos si se suben a los árboles como Tom y Huck. Ahora que va a empezar el curso, no es mal momento para repasar normas y prohibiciones, para comprobar si en ocasiones no estamos dejando al otro lado de la valla de seguridad de los niños de hoy algunas de las mejores vivencias de los niños de ayer. Como dijo Friedrich Fröbel (1782-1852), el pedagogo alemán padre de la educación preescolar, "para un niño, subir a un árbol equivale a descubrir un nuevo mundo".
Enhorabuena por seguir impulsando estas prácticas. Que es la vida sino una gestión continua del riesgo? (admito otras lecturas de la vida...). Por eso, si de pequeño no puedes aprender a gestionar esa constante vital, difícil resultará cuando seas mayor gestionar mayores empresas... Hasta salir de casa puede dar miedo, si no estamos preparados para ello.
ResponderEliminarLa no asunción de ningún riesgo aparente puede conllevar a riesgos mayores. Prevengamos de ellos a nuestros hijos educándolos en la convivencia con el riesgo y en la gestión del mismo.