31 de octubre de 2014

CAPITAL SOCIAL Y ESPACIO PÚBLICO

Intentando sintetizar las definiciones de varios autores para acercarnos al concepto de “capital social”, podríamos decir que éste  consiste en el sustrato donde germinan las  formas de cooperación basadas en el espíritu cívico, aumentando la  acción colectiva y reduciendo las tendencias a la disgregación social. Cuando el capital social es escaso se da una correlación con el índice de pobreza pues esta acaba generando desconfianza, temor, inseguridad y aislamiento. Moser (1998) advierte sobre la vulnerabilidad de la población pobre, en ese aspecto, frente a las crisis económicas. Así́ resalta que “mientras los hogares con suficientes recursos mantienen relaciones recíprocas, aquellos que enfrentan la crisis se retiran de tales relaciones, ante su imposibilidad de cumplir sus obligaciones”. Por el contrario, una comunidad que cuenta con un “capital social” elevado, es más creativa y emprendedora, sus relaciones se basan en la confianza y se fomenta el comercio y la vanidad colectiva que impulsa  el desarrollo de las artes y el diseño.

El espacio público está abierto a toda la comunidad y es el territorio donde  se manifiestan con más fuerza tanto la crisis de la vida social urbana como el éxito de políticas eficientes de gestión pública. Según confirman numerosos estudios sobre psicología social y urbanismo, una intervención correcta en el espacio público, es el mejor impulsor del “capital social” de una comunidad. El espacio público de calidad, incrementa el valor de la propiedad en su entorno. Una activa y eficiente política de espacios públicos de calidad, que impulse y fortalezca un uso intensivo, diverso, y que promueva una acción positiva hacia grupos vulnerables contribuye eficazmente a crear un ambiente de seguridad. El espacio público de calidad es un mecanismo esencial para que la ciudad cumpla su función iniciática de socialización de niños, adolescentes y jóvenes, de todo tipo, especialmente de colectivos marginados o considerados de “riesgo” (Borja, 2003).


Los espacios públicos constituyen territorios sociales y culturales; por tanto, gestionar el espacio público se vuelve una prioridad en el esfuerzo por controlar la inseguridad. La importancia de los espacios públicos como control social natural ha sido destacada por urbanistas como Oscar Newman (1996) y Bill Hillier (1990). Para Newman, el control social del espacio público –espacio defendible– es básico para solucionar el problema de la vulnerabilidad del espacio residencial, de las familias, de la persona. Hillier considera que para el desarrollo de una comunidad sana es precisa la existencia de un espacio público de encuentro, de co– presencia de las personas en las calles, plazas, parques...
Los lugares más concurridos por las familias son aquellos que atribuyen un gran valor a las oportunidades de  esparcimiento junto a sus hijos o nietos. No en vano, estamos palpando que los grandes centros comerciales ya lo saben y por ello están haciendo grandes inversiones en confeccionar espacios interiores de calidad. Podríamos decir entonces que la inversión en espacio público de calidad acaba generando un importante aumento del capital social.
La posibilidad de disponer de espacios de juego es de enorme importancia en el caso de familias cuyas viviendas son extremadamente pequeñas, y muy especialmente en el caso de conjuntos de apartamentos con gran hacinamiento. El espacio público juega el papel de desahogo del espacio cotidiano, permitiendo aislamiento temporal en relación con el grupo familiar u otras formas de sociabilidad. En esa misma línea el espacio público tiene una relación directa con la salud y la longevidad, al suplir el desarraigo de contacto con la naturaleza, al cubrir en parte los índices patológicos de ausencia de interacción, tal y como recuerda la teoría biofílica.

Dada la importancia que tiene para la comunidad, es fundamental implicar en su gestión a la ciudadanía, promoviendo la participación ciudadana e incentivándola en el cuidado del espacio público. Para ello es fundamental fomentar  los valores que representa y difundir los beneficios que tiene su cuidado. A  fin de evaluar debidamente las inversiones y los proyectos, de obtener conclusiones tanto de estímulo como de corrección, es conveniente implantar indicadores. Estos podrían basarse en los listados o metodología que ha servido para su diseño, construcción y mantenimiento. En ese mismo sentido y basados en datos contrastados se debería fomentar el rendimiento de cuentas y la transparencia en estos entornos tan sensibles para la comunidad a fin de que pueda comprobar por ella misma la relación coste/ beneficio para los ciudadanos y los negocios del entorno.

Manuel Iglesias Vilas
Presidente Grupo Galopín-Gefico

Presidente Fundación As Salgueiras

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