Intentando sintetizar las definiciones de varios autores para acercarnos al
concepto de “capital social”, podríamos decir que éste consiste en el
sustrato donde germinan las formas de cooperación basadas en el espíritu
cívico, aumentando la acción colectiva y reduciendo las tendencias a la
disgregación social. Cuando el capital social es escaso se
da una correlación con el índice de pobreza pues esta acaba generando
desconfianza, temor, inseguridad y aislamiento. Moser (1998) advierte sobre la vulnerabilidad de la población pobre, en ese
aspecto, frente a las crisis económicas. Así́ resalta que “mientras los hogares
con suficientes recursos mantienen relaciones recíprocas, aquellos que
enfrentan la crisis se retiran de tales relaciones, ante su imposibilidad de
cumplir sus obligaciones”. Por el contrario, una comunidad que cuenta con un “capital
social” elevado, es más creativa y emprendedora, sus relaciones se basan en la
confianza y se fomenta el comercio y la vanidad colectiva que impulsa el
desarrollo de las artes y el diseño.
El espacio público está abierto a toda la comunidad y es el territorio
donde se manifiestan con más fuerza tanto la crisis de la vida
social urbana como el éxito de políticas eficientes de gestión pública. Según
confirman numerosos estudios sobre psicología social y urbanismo, una
intervención correcta en el espacio público, es el mejor impulsor del “capital
social” de una comunidad. El espacio público de calidad, incrementa el valor de
la propiedad en su entorno. Una activa y eficiente política de espacios públicos de calidad, que
impulse y fortalezca un uso intensivo, diverso, y que promueva una acción positiva
hacia grupos vulnerables contribuye eficazmente a crear un ambiente de
seguridad. El espacio público de calidad es un mecanismo esencial para que la
ciudad cumpla su función iniciática de socialización de niños, adolescentes y
jóvenes, de todo tipo, especialmente de colectivos marginados o considerados de
“riesgo” (Borja, 2003).
Los espacios públicos constituyen territorios sociales y culturales; por
tanto, gestionar el espacio público se vuelve una prioridad en el esfuerzo por
controlar la inseguridad. La importancia de los espacios públicos como control
social natural ha sido destacada por urbanistas como Oscar Newman (1996) y Bill
Hillier (1990). Para Newman, el control social del espacio público –espacio
defendible– es básico para solucionar el problema de la vulnerabilidad del
espacio residencial, de las familias, de la persona. Hillier considera que para
el desarrollo de una comunidad sana es precisa la existencia de un espacio
público de encuentro, de co– presencia de las personas en las calles, plazas,
parques...
Los lugares más concurridos por las familias son aquellos que atribuyen un
gran valor a las oportunidades de esparcimiento junto a sus hijos o
nietos. No en vano, estamos palpando que los grandes centros comerciales ya lo
saben y por ello están haciendo grandes inversiones en confeccionar espacios
interiores de calidad. Podríamos decir entonces que la inversión en espacio público de calidad acaba generando
un importante aumento del capital social.
La posibilidad de disponer de espacios de juego es de enorme importancia en el caso de familias cuyas viviendas son extremadamente pequeñas, y muy especialmente en el caso de conjuntos de apartamentos con gran hacinamiento. El espacio público juega el papel de desahogo del espacio cotidiano, permitiendo aislamiento temporal en relación con el grupo familiar u otras formas de sociabilidad. En esa misma línea el espacio público tiene una relación directa con la salud y la longevidad, al suplir el desarraigo de contacto con la naturaleza, al cubrir en parte los índices patológicos de ausencia de interacción, tal y como recuerda la teoría biofílica.
La posibilidad de disponer de espacios de juego es de enorme importancia en el caso de familias cuyas viviendas son extremadamente pequeñas, y muy especialmente en el caso de conjuntos de apartamentos con gran hacinamiento. El espacio público juega el papel de desahogo del espacio cotidiano, permitiendo aislamiento temporal en relación con el grupo familiar u otras formas de sociabilidad. En esa misma línea el espacio público tiene una relación directa con la salud y la longevidad, al suplir el desarraigo de contacto con la naturaleza, al cubrir en parte los índices patológicos de ausencia de interacción, tal y como recuerda la teoría biofílica.
Dada la importancia que tiene para la comunidad, es fundamental implicar en
su gestión a la ciudadanía, promoviendo la participación ciudadana e
incentivándola en el cuidado del espacio público. Para ello es fundamental
fomentar los valores que representa y difundir los beneficios que tiene
su cuidado. A fin de evaluar debidamente las inversiones y los proyectos, de obtener
conclusiones tanto de estímulo como de corrección, es conveniente implantar indicadores. Estos podrían basarse en los listados o metodología que ha servido
para su diseño, construcción y mantenimiento. En ese mismo sentido y basados en datos contrastados se debería fomentar el rendimiento de cuentas y la
transparencia en estos entornos tan sensibles para la comunidad a fin de que
pueda comprobar por ella misma la relación coste/ beneficio para los ciudadanos
y los negocios del entorno.
Manuel Iglesias Vilas
Presidente Grupo Galopín-Gefico
Presidente Fundación As Salgueiras
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