Desde tiempos de los griegos, el teatro, sobre todo la comedia y la sátira, ha servido no solo como fuente de entretenimiento sino como plataforma privilegiada para exponer los defectos de la sociedad. En esta tradición, la compañía catalana Els Joglars ha encadenado una serie de obras paródicas acerca de la situación política, la corrupción, el nacionalismo o la religión. En su último montaje, VIP, la compañía arremete contra el exceso de protección en el que la sociedad educa hoy a los niños.
Los ejemplos de niños criados en un ambiente de permisividad absoluta, en la falta de normas y patrones-guía de las comunas hippies de los años 60 vinieron a dar la razón a Konrad Lorenz, el padre de la etología, cuando advertía que insistir en una educación antiautoritaria no reduciría el nivel de frustración sino que generaría millones de frustrados. Lorenz sostenía que cada generación avanza mediante el proceso de analizar la herencia recibida de las anteriores para aceptar o rechazar algunos elementos y realizar aportes nuevos. Si se niega dicha herencia, si se opta por un "todo vale", los individuos no ven mejorado su progreso de inserción social, sino que se ven obligados a asumirlo sin guía, sin mapa, con la consiguiente desorientación.
En nuestros días, el deseo lógico de evitar riesgos a los niños (juegos más seguros, educación víal, normas de seguridad en el hogar) produce una paradoja negativa. De una parte, se evita que los niños se incorporen de manera gradual a las responsabilidades adultas. Tareas sencillas, como ir a hacer un recado, volver solos del colegio o pasear al perro, se evitan, porque la calle está llena de peligros. El mundo, más que un lugar a descubrir y dominar poco a poco, se asimila a una suerte de jungla amenazadora. Por otro, un mal entendido deseo de evitar cualquier llanto, cualquier frustración, convierte al niño en una suerte de tirano irresponsable, cuyas órdenes y deseos hay que satisfacer de modo automático e irreflexivo ("tuve que comprarle un móvil, todos sus amigos lo tienen"). Hace unos días, unas jornadas celebradas en la fundación Abanca repasaban las actitudes de falta de respeto y violencia con las que padres, educadores y juristas se enfrentan, por desgracia con más frecuencia cada vez, a la hora de tratar con menores, situaciones derivadas de la falta de normas y del malentendido deseo de evitar la frustración. En As Salgueiras hemos realizado actividades con la asociación Camiña Social, que insisten en la necesidad de trabajar con los menores para que estos entiendan que el proceso de aceptación (y se es necesario de cuestionamiento) de las normas, es parte del camino de conocerse a sí mismos. Y que los momentos de frustración no pueden ni deben evitarse, porque son los peldaños que subimos para convertirnos en personas.
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