Estos días las redes sociales recogieron la polémica generada por las reacciones al aumento de peso de la presentadora Tania Llasera. Ésta ganó algunos kilos como consecuencia de la decisión de dejar de fumar, y al colgar fotos con su nuevo aspecto fue objeto de todo tipo de comentarios de mal gusto, insultos y descalificaciones solo porque algunos la consideraban "gorda". Por supuesto, una gran cantidad de personas apoyaron a la presentadora frente a los intolerantes que defienden un canon único de belleza. Entre ellos, la también presentadora Sara Carbonero, que mostró en fotos de sus cuentas la gran cicatriz que recorre su brazo derecho como manera de reivindicar la belleza de la imperfección, de las huellas que nos deja la vida.
Junto con su ejemplo de sentido común y solidaridad con una persona insultada por no ajustarse a unos criterios estéticos, la cicatriz de Sara Carbonero nos permite una reflexión interesante. Preguntada por uno de sus seguidores, la presentadora asegura que la cicatriz se la hizo porque "me caí de un tobogán cuando tenía 3 años y me rompí el brazo por varios sitios. Era un trasto". Aunque se trata de una persona joven, los toboganes en los que pudo jugar Sara no se ajustaban todavía a ninguna norma avanzada de seguridad. Y esto debe llevarnos a reflexionar sobre los peligros que para los niños suponen los riesgos ocultos.
En la práctica de juegos tradicionales, los niños mantenían una aguda percepción del riesgo: se evalúa un árbol antes de decidir si se puede o no subir a él; si se jugaba al fútbol en la calle, los jugadores estaban atentos y gritaban al menor atisbo de tráfico... Por el contrario, al entrar en un parque, el niño recibe el mensaje de que se encuentra en un entorno seguro y relaja sus mecanismos de defensa, su cautela. Por eso resulta imprescindible mantener un proceso continuo de mejora de la normativa.En los últimos cinco lustros, este proceso ha reducido de manera significativa la estadística de accidentes y la probabilidad de que hoy ocurriera un accidente como el de Sara es menor. De todos modos, y como es imposible reducir a cero el riesgo, lo importante para los padres, para el gestor de la instalación y para el fabricante es contar con la certeza de que se ha hecho todo lo humanamente posible, siguiendo los protocolos de ensayos de equipos previos a la instalación, las revisiones periódicas y los trabajos de mantenimiento que sean necesarios.
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