Leíamos estos días en
medios gallegos información sobre la iniciativa de varios concellos
que impulsan las plantaciones de especies tradicionales como roble y
castaño para recuperar el bosque autóctono gallego. Una iniciativa
que sin duda merece apoyo, como parte de la defensa de nuestro
paisaje tradicional. En As Salgueiras hemos encargado un plan director de conservación del medio rural y del paisaje, para preservar nuestros robles y castaños. Además recurrimos al silvopastoreo como actividad tradicional que contribuye al limpiado de la maleza.
Sin embargo, y como sucede a menudo con la
información sobre el monte gallego y sus especies, contemplamos como
se repiten algunos tópicos o análisis incompletos que, a nuestro
juicio, contribuyen a perpetuar una imagen sesgada de las
explotaciones madereras y la silvicultura. En general, se parte de la oposición entre especies autóctonas benignas (roble,
castaño) y especies foráneas dañinas (eucalipto). Un bosque con eucalipto
no es un bosque gallego. Curiosamente, nadie discute la galleguidad
gastronómica del pulpo con cachelos, los pimientos de padrón o el
licor café, a pesar de que pimientos, patatas y café son productos
ajenos, originarios de otras latitudes, importados en diferentes
fechas de nuestra historia e incorporados por su capacidad para dar
variedad a nuestra dieta. Del mismo modo, el eucalipto lleva más de
200 años presente en los bosques gallegos por su capacidad para
ofrecer un modo de explotación más (jamás el único) basado en el
rápido crecimiento. Seguir considerándolo ajeno, foráneo,
importado, supone perpetuar un discurso de los años 70 y 80 del siglo
pasado, que mezcla a partes iguales confusión de conceptos
ecológicos y falta de un proyecto global para el territorio.
Parte de la demonización
del eucalipto (como del pino) pasa por su asociación al mayor riesgo
de incendios. Se plantan especies autóctonas porque arden menos o
con mayor dificultad. Lo que los datos recientes sobre superficies
quemadas nos dicen es que, actividad criminal al margen, arden sobre
todo los montes descuidados, los que no se someten a desbroces
periódicos, limpia de matorrales y maleza. En algunos casos, como en
algunos de los recientes y dramáticos incendios de Portugal, lo que
ha ardido y propagado el incendio son zonas de matorrales altos, una
vez más, descuidados. Necesitamos bosques y montes cuidados,
limpios, desbrozados y hoy, con la caída de la población rural y el
cambio en los modos de vida, estas tareas quedan muchas veces
olvidadas. En As Salgueiras, a pesar de la pervivencia del pastoreo, necesitamos gastar dinero cada año en desbrozar el monte para reducir riesgo de incendios.
Por último, los
impulsores de las plantaciones de especies tradicionales las defienden como una apuesta económica, como un modo de
puesta en valor de los bosques. Entendemos que se refieren, sobre
todo, al atractivo turístico que supone contar con fragas y soutos
en los que desarrollar actividades de ocio, senderismo... Y nos
parece una idea estupenda, sin duda, pero creemos de verdad que el
ecologismo y la defensa del medio ambiente en el siglo XXI tiene que
partir de un planteamiento global y dejar de demonizar a las
actividades industriales. No sería ni económica ni humanamente
sensato convertir el 100% del bosque gallego en espacio protegido, o
apostar por un modelo único de explotación forestal. Países como
Suecia o Finlandia, referentes en el impulso de políticas
medioambientales, no lo han hecho. Han conjugado la acotación de
grandes parques naturales con el desarrollo de una silvicultura
industrial de primer orden.
La madera es hoy uno de
los grandes materiales de futuro. Un material inagotable, renovable,
que se puede asimilar, en cierto modo, a las energías no
contaminantes como la eólica y la solar. Un material con el que los
arquitectos cuentan cada día más para hacer más saludables
nuestras ciudades. Debemos romper esa visión anticuada y dañina,
una suerte de ecologismo Disney, que considera poco menos que un
crimen cortar un árbol. Necesitamos cuidar nuestro paisaje, pero
para hacerlo debemos delimitar bien los usos de nuestros bosques.
Dónde colocamos los parques protegidos, los espacios naturales, cómo
organizamos la actividad industrial, cómo combinamos especies de
crecimiento corto y de ciclo largo, qué exigencias de seguridad
deben cumplir los propietarios de los montes o quienes los
explotan...
Al final, y aunque suene
a juego de palabras, la defensa de un ecosistema necesita un
planteamiento sistemático, global, que tenga en cuenta todas las
necesidades de una sociedad, que no puede renunciar a sus señas de
identidad, a sus valores tradicionales, a su cultura, pero tampoco
puede cerrarse vías de progreso, de desarrollo económico y de
crecimiento que le ayuden a generar bienestar.
Luis Paz
GALICIAN FOREST AND CLICHES
We
read these days in galician media information about the initiative of
several villages who drive the plantations of traditional species such
as oak and chestnut to recover the native galician forest. An initiative that undoubtedly deserves support, as part of the defense of our traditional landscape. In
As Salgueiras we have commissioned a master plan for the conservation
of the rural environment and the landscape, to preserve our oaks and
chestnut trees. In addition we resort to sheepherding in the forest as a traditional activity that contributes to the cleaning of the weeds.
However, as is often the case with the information on the galician mountain and its species, we find some topics or incomplete analysis that, in our opinion, contribute to perpetuate a biased image of logging and forestry. In general, it is based on the opposition between benign native species (oak, chestnut) and harmful alien species (eucalyptus). A forest with eucalyptus is not a Galician forest. Curiously, nobody discusses the gastronomic galleguity of the octopus with "cachelos", small green peppers of Padrón or coffee liquor, even though peppers, potatoes and coffee are alien products, imported at different dates in our history and incorporated by their ability to give variety to our diet. Similarly, eucalyptus has been present in Galician forests for more than 200 years because of its ability to offer a more (never the only) mode of exploitation based on rapid growth. To continue to consider it foreign, or imported, implies perpetuating a discourse of the 70s and 80s of the last century, which mixes in equal parts confusion of ecological concepts and lack of a global project for the territory.
Part of the demonization of eucalyptus (as of pine) is associated with the increased risk of fires. Native species are planted because they burn less or with greater difficulty. What the recent data on burned surfaces tell us is that, criminal activity excluded, the fires affect mainly the abandoned or uncared-of forests, those that are not subject to periodic clearing, clean of scrub and weeds. In some cases, as in some of the recent and dramatic fires in Portugal, what has burned and spread the fire are areas of high scrub, once again neglected. We need forests carefully cleaned, cleared and today, with the fall of the rural population and the change in ways of life, these tasks are often forgotten. In As Salgueiras, despite the persistence of grazing, we need to spend money each year on clearing the forest to reduce fire risk.
Finally, the promoters of plantations of traditional species defend them as an economic bet, as a way of valuing forests. We understand that they refer, above all, to the tourist attraction that involves having fragas and soutos in which to develop activities of leisure, hiking ... And we think it a great idea, but we truly believe that environmentalism and defense of the environment in the 21st century has to start from a global approach and stop demonizing industrial activities. It would be neither economic nor humanly sensible to convert 100% of the Galician forest into a protected area, or to bet on a single model of forest exploitation. Countries such as Sweden or Finland, which are concerned with promoting environmental policies, have not done so. They have combined the listing of large natural parks with the development of first-class industrial forestry.
Wood is today one of the great materials of the future. An inexhaustible, renewable material, which can be assimilated, in a way, to non-polluting energies such as wind and solar. A material that architects count on more and more to make our cities healthier. We must break that outdated and harmful view, a sort of Disney environmentalism, which considers little less than a felony to cut a tree. We need to take care of our landscape, but to do so we must delimit well the uses of our forests. Where we place protected parks, natural spaces, how we organize industrial activity, how we combine species of short growth and long cycle, what security requirements must be met by the owners of the mountains or who exploit them ...
In the end, and even if it sounds like a play on words, the defense of an ecosystem needs a systematic, global approach that takes into account all the needs of a society, which can not renounce its identity, traditional values, Their culture, but also can not close paths of progress, economic development and growth that help generate welfare
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