Como si sintetizaran las protestas de los pensionistas y las noticias de tecnología derivadas del Mobile World Congress, las últimas semanas también llevaron a los medios de comunicación infinidad de reportajes sobre las posibilidades de la robótica aplicada al cuidado de mayores. El envejecimiento de la población y el incremento de ancianos que viven solos ha generado el desarrollo de soluciones de domótica, robótica y, en general, aplicaciones de nuevas tecnologías pensadas para el cuidado de la tercera edad. Ciudades como Tokyo, y la sociedad nipona en general, son pioneras en este sentido. Resultan indiscutibles las ventajas que aportan las nuevas tecnologías. Un robot puede servir al mismo tiempo de andador, mesa de apoyo, recordartorio de ingestión de medicamentos...además de funcionar como cámara que monitoriza a los mayores o lanzar una alarma automática en caso de detectar caída o algún problema de salud.
Pero la tecnología, siendo una ayuda fundamental, no sirve para sustituir el contacto personal. Como cuenta el personal de Cruz Roja que atiende los programas de teleasistencia, más allá de la sensación de tranquilidad que el botón de SOS proporciona a los mayores, lo que estos valoran de manera especial son las llamadas periódicas que dicho personal realiza a los domicilios para comprobar de primera mano cómo se encuentran. "Nos convertimos en algunos casos en una especie de segunda familia o segundos amigos", comentaba una responsable de dicho programa en la Cruz Roja gallega.
En la novela distópica de Phillip K.Dick "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" (que inspiró la película Blade Runner) se retrata una humanidad del futuro angustiada ante la desaparición casi completa de mascotas y animales. Solo los extremadamente ricos pueden tener una mascota real, mientras el resto debe de conformarse con carísimas imitaciones robóticas. Pero como comenta uno de los protagonistas, no es lo mismo acariciar a un animal que a una máquina, por perfecta que esta parezca. En cierto sentido, esta parece ser la situación que le planteamos a nuestros mayores en un futuro ya cercano: que no tengan a su alcance personas reales que les cuiden. Y que tengan que contentarse acariciando, y siendo acariciados, por máquinas.
DO ELDER DREAM ON ELECTRIC CARESSES?
As
if synthesizing the protests of the pensioners and the news of
technology derived from the Mobile World Congress, the last weeks also
brought to the media countless reports on the possibilities of robotics
applied to the care of the elderly. The
aging of the population and the increase of the elderly living alone
has generated the development of solutions for home automation, robotics
and, in general, applications of new technologies designed for the care
of the elderly. Cities such as Tokyo, and Japanese society in general, are pioneers in this regard. The advantages of new technologies are indisputable. A robot can serve at the same time as a walker, a support table, a
reminder to ingest medications ... besides functioning as a camera that
monitors the elderly or launch an automatic alarm in case of detecting a
fall or a health problem.
But technology, being a fundamental aid, does not substitute personal contact. As the Red Cross staff that attends the tele-assistance programs, beyond the sense of tranquility that the SOS button provides to the elderly, what they value in a special way are the periodic calls that said personnel make to homes for check first hand how they are. "We became in some cases a kind of second family or second friends," said a person in charge of the program at the galician Red Cross.
In Phillip K. Dick's dystopian novel "Do Androids Dream on Electric Sheep?" (which inspired the film Blade Runner) portrays a humanity of the anguished future before the almost complete disappearance of pets and animals. Only the extremely rich can have a real pet, while the rest must settle for expensive robotic imitations. But as one of the protagonists says, it is not the same to caress an animal than a machine, however perfect it may seem. In a certain sense, this seems to be the situation that we pose to our elders in the near future: that real people who care for them will not be within their reach. And that they have to content themselves by caressing, and being caressed, by machines.
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