Hace algún tiempo, en Las Palmas, conocimos la historia de Juanmi, un ejemplo de como el sentido común, combinado con la formación y el respeto a las personas, se convierten en el mejor aliado de la planificación social del espacio.
Juanmi visitando una plaza rehabilitada con la ayuda de los vecinos
Juanmi visitando una plaza rehabilitada con la ayuda de los vecinos
Juanmi es arquitecto, y comentó su historia contándonos como, cuando estudiaba, le llamaba la atención que, cuando había un problema doméstico de electricidad, fontanería o reformas, su padre no le consultaba a él, sino que llamaba a personas con experiencia, con oficio, aunque a lo mejor no tenían demasiada formación. Un día, su padre llamó a "Manolito el del cemento", para consultarle una reforma en una habitación. Juanmi, que preparaba su proyecto de fin de carrera como arquitecto, le reprochó a su padre: "te has sacrificado para pagarme la carrera de arquitecto, pero cuando necesitas asesoramiento llamas a Manolito el del cemento". Su padre le contesto: " Tu siempre serás mi hijo Juanmi, pero yo tengo mucha fe en el criterio de las personas de oficio como Manolito".
Con aquella anécdota, su padre le enseñaba a respetar el conocimiento de un gremio, a saber captar y tener la empatía con los distintas visiones que se ínter relacionan en el espacio público.Esa lección de humildad le sirvió para toda su vida y fue el germen de esa actitud que caracteriza a los sabios, la humildad para aprender a escuchar y para saber resolver los problemas complejos,
Muchos años después, su madre asistió a una boda celebrada en el ayuntamiento y comento que su hijo Juanmi trabajaba allí, su madre que no sabía la importante labor que desempeñaba, volvió abrumada cuando le contaron que Juamni era el autor de la humanización de barrios populares y degradados, del plan urbanístico, de remodelar plazas, de volver a dar vida a espacios abandonados, en definitiva de cambiar la vida de las personas, de promover la hostelería y el comercio por mor de su trabajo peatonalizando, urbanizado muchas veces con cuatro chavos o llorando aquí y allá material de desecho o la colaboración altruista para mejorar el espacio público y gracias a esto la autoestima y la salud de las personas. Allí le dijeron que tenía premios de urbanismo, que lo llamaban a hablar al extranjero para que contara el sentido de su trabajo. Su madre volvió sobrecogida y un punto preocupada, y le dijo: "Hijo, no hagas nada malo, yo no sabía que hacías cosas tan importantes, que mucha gente te tiene en un pedestal"
Juanmi le contestó "Mama, yo sólo soy un chico de barrio que hace sus planos en los manteles de papel del bar Alemania, enfrente de nuestra casa de donde salgo todos los días fuera del horario de trabajo para hablar con los comerciantes, con los dueños de los bares, los taxistas, los skaters o los viejitos, intentando comprender sus necesidades y la mayoría de las veces no contentando a ninguno, porque a fin de cuentas yo sólo busco ese punto medio, ese entendimiento entre todos, donde nadie es ganador ni perdedor, sólo ciudadano que convive. Sólo intento mantenerme fiel a la lección de humildad que me dio a mi padre al enseñarme a respetar el conocimiento de Manolito el del cemento"
Juami es un tipo de barrio; se nota porque a cada paso lo saludan y lo paran por la calle. Pisa muchas veces las plazas, las aceras, las calles... De pequeño jugaba en el barrio. Tenía un círculo vital como todos los que somos de su generación. Jugaba en la calle y el pueblo, sus vecinos se cuidaban de el y de otros niños. Cuando se alejaba de su casa, los vecinos le recriminaban para que volviera a su radio de acción, a su ecosistema en donde los olores, los ruidos enmarcaban el territorio de juego y el espacio vital de Juami, ese territorio idéntitario, ese ritornello como la figura de la música barroca que se repite insistentemente con ligeras variaciones de la misma melodía y en ese rompecabezas, en ese mosaico de sonidos, luces y olores.
Juanmi se emociona cuando recuerda trabajos que han conseguido potenciar al infinito el capital social de un barrio. Se le pone la piel de gallina y se le nublan los ojos cuando los vecinos le dan las gracias por hacer tanto con tan poco. Tuve la suerte de recorrer las calles peatonales guiado por Juanmi, de tomar café en las terrazas de los locales que se habían cerrado antes de la intervención urbanística y ahora medran pujantes colmados de ciudadanos que han recuperado una calidad de vida perdida cuando los coches invadieran las calles de su infancia. Le pedí a Juami que me dejara sacarle una foto delante de una plaza que pidió prestada y rehabilito con material de desecho,
Zona del centro de Las Palmas humanizada con pocos
recursos
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