Estos días hemos podido leer algunas noticias relacionadas con el sistema educativo: la posibilidad de que el ajedrez se convierta en asignatura en España o nuevos debates acerca de los deberes, su posible exceso y la sobrecarga de la jornada infantil en España. Padres, maestros y pedagogos dedicamos una atención constante a los planes de estudio. A lo que estudian o deben estudiar nuestros hijos. Y a cómo, por qué y para qué deben hacerlo. Fruto de la falta de consenso, prácticamente cada cambio de gobierno genera en nuestro país un nuevo ministro de Educación que produce un cambio, a veces radical, a veces cosmético, en los estudios de nuestros hijos.
Sin embargo, no se produce un debate semejante acerca del modo en que se organiza el tiempo de descanso de nuestros hijos en el colegio. El recreo, el patio, sigue siendo en la mayoría de los casos un territorio comanche. Los niños hablan de "salir al patio", dejando explícita la vivencia del colegio como un encierro, una percepción que se debería intentar combatir. Los profesores utilizan expresiones como "hoy me toca recreo" o "cuidar el recreo", como si esta actividad fuese una carga añadida o una zona de riesgo potencial que hay que vigilar como si el maestro fuera, de repente un simple guardia de seguridad. Y si sobran estudios sobre cual es el número máximo ideal de alumnos por aula, apenas se escucha debatir cuál es el número máximo de niños que deberían salir juntos al recreo en relación con las instalaciones, el número de profesores...
Si de verdad pensamos que los niños acuden al colegio a aprender y a socializarse, resulta sorprendente la escasa atención que se presta a este tiempo de ocio entre semejantes, entre proyectos de adulto. En no pocos colegios se sigue castigando a los niños sin salir al patio, como si el descanso fuese algo que hay que ganarse y no el complemento indispensable de una planificación adecuada del trabajo. En ocasiones, los patios y sus equipamientos no alcanzan los estándares de excelencia que los niños merecen. El fomento de la convivencia y el juego libre requiere una preparación y una atención de los maestros que guíe y organice el tiempo de descanso en provecho de todos. Para evitar fenómenos como la omnipresencia del partido de fútbol en el que todos compiten por emular al ídolo de turno y que deja sin espacio de juego a quienes prefieren otras actividades. No nos cansamos de repetir que jugar es posiblemente el modo más importante y completo de aprender, así que si queremos mejorar nuestro sistema educativo, deberíamos empezar a pensar en desarrollar, juno a los planes de estudio, planes, o guías, o patrones, para organizar los recreos.
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