26 de septiembre de 2014

LICENCIA PARA CHOCAR

Hace unos días, la agencia de noticias Europa Press y buena parte de la prensa española se hacían eco de una noticia insólita. La ciudad china de Chongqing, de casi 30 millones de habitantes, ha habilitado carriles reservados a los peatones que caminan con la vista puesta en su teléfono móvil, tecleando mensajes, navegando por internet o utilizando alguna aplicación. Delimitados por gruesas líneas blancas, con la imagen de un teléfono y textos en inglés y chino, estos carriles surgen, según las autoridades, para tratar de evitar accidentes y aliviar unas aceras que se han vuelto cada vez más caóticas, llenas de personas absortas, ajenas al mundo que les rodea, que caminan sin quitar los ojos de su teléfono o su tablet. Al acotar un espacio, se trataría de garantizar que quienes caminan de un modo normal no pasen el tiempo evitando a los adictos al móvil que marchan distraídos. Ahora disponen de una zona reservada en la que entran bajo su propia responsabilidad.



Hace algunos meses, en las ciudades de Washington y Philadelphia se puso en marcha una iniciativa similar, aunque como parte de un programa cívico de advertencia acerca de los riesgos que suponen para la integridad física circular por la calle ajeno a lo que sucede en el entorno. No hace mucho, comentábamos en este blog casos de personas que sufrían accidentes o incluso caían a la ría de O Burgo desde el paseo por caminar consultando el móvil o leyendo un e-book. Y las autoridades de tráfico no dejan de poner en marcha campaña tras campaña alertando de los riesgos del uso al volante.



Si la iniciativa china está destinada a durar o tiene una finalidad paródica, de advertencia, sin duda lo sabremos en unos días. Resulta claro que separar a los usuarios de móviles de los peatones normales evitará los choques entre ambos grupos, pero no podrá eliminar los riesgos de choque entre usuarios de móviles que se paran a escribir, caminan sin parar, no perciben que alguien viene de frente. Como si se tratara de un chiste, algunas de las fotos de Chongqing muestran los carriles para usuarios de móvil empedrados con adoquines de acabado irregular, con lo que el riesgo de caída parece todavía mayor. De todos modos, esta noticia es una buena ocasión para reflexionar acerca del modo en que el uso (mejor el abuso) de la tecnología, en lugar de hacernos avanzar como personas, nos retrotrae a un nuevo estado infantil, como si fuéramos niños que aprenden a caminar, lo hacen dando tumbos, no saben esquivar al que viene de frente, chocan por que no anticipan los giros. Caminar es un ejercicio completo (los expertos lo consideran necesario incluso para quienes practican deportes intensos) y complejo, que ejercita no solo los músculos sino todos los sentidos (la vista, la capacidad para medir las distancias, el sonido como anuncio de lo que aun no vemos, la capacidad para calcular las distintas velocidades a la que se mueven los objetos...)...siempre que no los tengamos ocupados mirando una pantalla.

19 de septiembre de 2014

ERASE UNA VEZ...

Muchos padres tienen la costumbre de leer un cuento a sus hijos antes de dormir. Son padres excelentes, que saben que acostumbrar a los niños al placer y el hábito de la lectura es uno de los mayores regalos que pueden ofrecerles. Y hay padres que, cada noche, sin libros de por medio, son capaces de inventar un cuento para sus hijos, a partir de sus animales favoritos, de las vivencias del día, de personajes clásicos como reyes o payasos... estos padres son verdaderamente mágicos. 

Pocas cosas impresionan más a un niño que ser testigo del ejercicio de la narración, comprobar como de la boca de un adulto fluye como por arte de magia una sucesión de peripecias inagotable sobre la que, además, pueden actuar ("no mamá, no era un caballo blanco, era una cebra disfrazada que se había pintado con talco las rayas negras"). Hasta hace bien poco, cuenta cuentos, bardos, poetas, juglares y narradores contaban con un prestigio especial. Muchos abuelos gallegos recuerdan la fiesta que suponía la visita a la aldea de una compañía de titiriteros como la de Barriga Verde. La generalización de la alfabetización, el acceso a los libros y el auge de los medios audiovisuales ha llevado a relegar un poco la costumbre de inventar cuentos. Los niños son hoy, sobre todo, espectadores y lectores pasivos de historias escritas por otros, con personajes de éxito que mantienen una iconografía rígida, y con aventuras tan espectaculares como repetitivas en la mayoría de los videojuegos del mercado (salto, voltereta, doble click...) 

Así que hoy queremos felicitar a nuestros compañeros de Galopín, que han decidido invitarnos a contar una historia nueva cada vez que vayamos al parque. Para hacerlo han creado los "galopines", personajes que recuerdan los tipos genéricos del guiñol o de los cuentos clásicos: un rey, un mariachi, un cocinero... Encaramados a las torres, en las esquinas de las barandillas, asomados a un balancín... los galopines van a incorporarse a los parques y elementos de juego de la firma para estimular la imaginación de los niños y de sus acompañantes. Un castillo medieval, un parque poblado por personajes históricos, una propuesta de juegos organizados por oficios (bomberos, ferroviarios, policías, médicos)... Los galopines están ahí, perfectamente identificables pero sin nombre, para que cada niño los bautice una y mil veces; como actores siempre dispuestos a cambiar de papel, hoy vikingo temible, mañana vikingo explorador de América. Porque invitar a un niño a inventar sus propias historias constituye sin duda una de las mejores herramientas para estimular su imaginación y el desarrollo de su cerebro. Porque contar cuentos es una buena manera de hacernos adultos.

12 de septiembre de 2014

MALOS HUMOS, BUENOS EJEMPLOS

Esta semana, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha dado a conocer en su boletín anual que la concentración de gases de efecto invernadero registró un nuevo máximo en el año 2013. El dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O) son los principales contaminantes de la atmósfera y los océanos, unos ecosistemas que cada vez absorben un mayor porcentaje de estos gases, lo que provoca su acidificación. A pesar de los llamamientos de alarma lanzados por la OMM y otras entidades, lo cierto es que en los últimos años, la preocupación por la recuperación de la economía ha llevado a parte de la opinión pública a considerar la lucha contra el cambio climático como un tema secundario. Como un supuesto lujo que podíamos permitirnos cuando éramos "ricos" pero al que debemos renunciar ahora que somos "pobres" para invertir los recursos de manera más productiva.


El error de presentar los programas medioambientales y el desarrollo económico como realidades antagónicas no es nuevo, y resurge periódicamente a pesar de las evidencias que demuestran lo contrario. Un buen ejemplo es la reciente evolución de California, el estado norteamericano que ha convertido su apuesta por las energías renovables y los programas de preservación de la naturaleza en el motor de su desarrollo económico, después de décadas de crisis y endeudamiento. Con un parque de 100.000 vehículos eléctricos, California estima que en el 2020 obtendrá un 33% de sus necesidades energéticas totales de energías renovables. California atrae hoy el 50% de las inversiones en energía verde de EEUU y su economía crece por encima de la media del país.


El modelo ambiental de California ha sido debatido estos días en el simposio "La negociación global sobre el clima: lecciones desde California", que ha destacado la cooperación entre políticos de distinto signo (republicanos y demócratas), la continuidad de los programas a pesar de la alternancia en el gobierno y la necesidad de incluir la preocupación por el medio en el sistema educativo. Ahora que empieza el curso escolar, puede ser un buen momento para conocer el EEI (siglas de Education and Environment Initiative) el modelo de curriculum escolar californiano que introduce unidades docentes relacionadas con el medioambiente en el estudio de la ciencia y la historia. En lugar de añadir más contenidos o carga lectiva a las clases, el EEI propone una fórmula de sustitución, esto es, sus 85 unidades (desde la guardería hasta los 12 años) están pensadas para sustituir a algunas de las ya existentes en los programas de historia, ciencias naturales o ciencias sociales, enriqueciéndolas desde una perspectiva ambiental. Entre los temas se incluyen los modelos de gestión de recursos de las tribus indias, el conocimiento de la fauna y los paisajes de California, los modelos de producción agrícola sostenibles o el ciclo del agua. Porque para frenar los malos humos, la mejor receta sigue siendo la buena educación.

5 de septiembre de 2014

APRENDER ASUMIENDO RIESGOS

A través de la web de Free Range Kids, el movimiento pedagógico del que ya os hablamos en entradas anteriores, y del diario Otago Daily News hemos conocido una interesante historia sobre educación, asunción de riesgos y recuperación de pautas de juego tradicionales. Dos niños neozelandeses, Tamati Sagar y Aaron Jones, ambos de 10 años de edad, son aficionados a subir a los árboles. Por motivos de seguridad, esta práctica estaba prohibida en el patio de su escuela. Sin embargo, esto no los desanimó. Los niños se entrevistaron con los padres de todos sus compañeros, les preguntaron si de pequeños subían a los árboles y si estarían a favor de eliminar la prohibición.

Tamati y Aaron en una foto del Otago Daily News
Los niños tabularon el resultado de su encuesta de manera "profesional", hicieron un gráfico que mostrase que el 90% de los padres eran partidarios de que sus hijos pudieran subir a los árboles y solicitaron una entrevista con los responsables del colegio. Los profesores quedaron tan impresionados con el trabajo que decidieron relajar la norma y permitir que los niños pudiesen subir a los árboles durante el recreo. Por supuesto, este juego tiene sus riesgos, como cualquier actividad humana, y un niño sufrió una fractura de pelvis tras una caída. Sin embargo, padres y profesores decidieron mantener el permiso para subir a los árboles, simplemente marcaron un nuevo límite de altura (2,5 metros) que los alumnos deberán respetar. Ah!, y según la madre del niño que tuvo el accidente, a los médicos les gustó saber que los niños subían a los árboles y les animaron a que siguieran haciéndolo. "Sí, ha habido un accidente, pero damos por sentado que los niños van a tener accidentes. Es la manera de aprender de las cosas", dijo uno de los médicos.


En ocasiones, el deseo natural de educar a los niños en un entorno seguro, de eliminar o reducir riesgos relacionados con el tráfico, el trato con extraños o los peligros de internet, se extiende a prácticas que parecían perfectamente normales a nuestros padres y abuelos. Se produce así el contrasentido de que podemos sugerirles a los niños la lectura de una versión infantil de Tom Sawyer pero les criticaremos si se suben a los árboles como Tom y Huck. Ahora que va a empezar el curso, no es mal momento para repasar normas y prohibiciones, para comprobar si en ocasiones no estamos dejando al otro lado de la valla de seguridad de los niños de hoy algunas de las mejores vivencias de los niños de ayer. Como dijo Friedrich Fröbel (1782-1852), el pedagogo alemán padre de la educación preescolar, "para un niño, subir a un árbol equivale a descubrir un nuevo mundo".