30 de septiembre de 2010

Terapia asistida con animales: la importancia de la motivación

Por Lucía Vázquez

Cuando complementamos nuestros tratamientos de rehabilitación a través de la Terapia Asistida por Animales (TAA) pretendemos mejorar unos u otros síntomas dependiendo del caso clínico que se nos presente, lo que debe venir determinado por una evaluación individualizada donde se fijen unos objetivos concretos. En este sentido, se pueden diseñar intervenciones desde diferentes áreas terapéuticas: psicología, fisioterapia, terapia ocupacional, etc.

En el caso concreto de los aspectos psicológicos y/o conductuales nos encontramos que en trastornos como la esquizofrenia, el autismo, las demencias o en diferentes tipos de daño cerebral, existe un efecto positivo sobre el funcionamiento cognitivo, las competencias sociales, las respuestas emocionales o la ansiedad.

En cada caso se buscan las herramientas para mejorar unos u otros aspectos, pero hay un factor común a todos: la motivación. La vinculación de los pacientes en los programas de TAA suele ser muy alta, lo que es sumamente relevante teniendo en cuenta que ayuda a facilitar la adherencia a los tratamientos, algo que con frecuencia es difícil de conseguir y que es clave para la recuperación del paciente. No sólo conseguimos “enganchar” al paciente a los objetivos terapéuticos (cuestión especialmente difícil en el caso de niños o en pacientes con mayor deterioro cognitivo) sino que también contribuimos a mejorar la relación terapéutica que se establece entre el paciente y el profesional, lo que facilitará intervenciones futuras.

23 de septiembre de 2010

Lo que sabe un pastor

Por Miguel Moreno

Por las conversaciones que escucho en As Salgueiras, compruebo que allí se aprecia mucho el saber, el conocimiento que nos hace ir más allá de lo inmediato y nos permite comprender la realidad y a nosotros mismos en ella. Se citan a menudo estudios de etología y antropología de importantes universidades pero, al mismo tiempo, en As Salgueiras se toman ciertas precauciones con el saber académico.

Se me ocurre que un motivo puede ser la enorme estima que allí se tiene por lo que sabe un pastor o un agricultor sin estudios académicos. Cualquier instancia educativa tiende a clasificar al pastor, al agricultor o al hombre que vive en el campo de lo que obtiene de la naturaleza como a un individuo con un nivel cultural bajo o nulo. Puede que sea así en muchas ocasiones. Sin embargo, los conocimientos que posee un pastor sobre la vida y la naturaleza tienen un extraordinario valor en As Salgueiras. Aún más: en cierta medida, lo que sabe un pastor es considerado como un excelente antídoto contra buena parte de las intoxicaciones teóricas que a veces generan la Universidad y los medios de comunicación.

Un pastor está obligado a conocer muy bien a su rebaño; tiene que saber exactamente dónde pasta mejor y en qué época del año. Debe tener muy presente cuánto esfuerzo implica para él y sus animales ir a un sitio u otro, porque siempre hay imprevistos. Por consiguiente, debe conocer los mejores caminos y pasa, literalmente, épocas enteras de su vida con la naturaleza y sus animales como únicos compañeros. Además, como es obvio, asume un estatus de liderazgo ante su rebaño: no puede estar todo el día persiguiendo a cada animal para reunir al rebaño. Pero ese “liderazgo” no se basa en la fuerza, se asienta en una relación con los animales que solo el pastor es capaz de establecer. El escaso prestigio social del pastor ha hecho que sus conocimientos y destrezas parezcan hoy cosa de poca monta o vulgares. Sin embargo, resulta asombroso lo que un pastor puede saber de las personas. Conoce de primerísima mano aquello que seguimos teniendo en común con el resto de los seres vivos; sabe que asumimos roles, que algunos prefieren tomar la iniciativa mientras que otros optan por disfrutar pacíficamente de la vida sin preguntarse hacia dónde les lleva el rebaño. Unos son extrovertidos y asumen un rol dominante; otros son más tímidos y sumisos, pero muy cautos: perciben con extraordinaria facilidad los riesgos. Por eso el pastor se fija mucho en ellos y nunca minusvalora a quien no destaca. Sus conocimientos parten de lo local. Pero sus sosegadas reflexiones, su paciente y constante observación de los ritmos de la naturaleza, de lo que en ella sucede y de las condiciones de subsistencia llegan a proporcionar a esos conocimientos un alcance universal. Si lo pretendiera, el pastor podría comprender mucho mejor que cualquiera de nosotros a nuestros antepasados del primer milenio a. de C. en la Europa mediterránea.

Algunos pastores, considerados palurdos hoy porque no aparecen en anuncios de tabaco con genuino sabor americano, cultivan una sabiduría que no se aprende en ninguna facultad o escuela universitaria. Y, tal y como aspiraba la antigua Filosofía griega, lo que sabe el pastor puede traducirse en una valiosísima forma de vida serena, paciente y alegre.

22 de septiembre de 2010

O pasatempo do Mandeo

Por Xulio Correa
De cativo visitei o Parque do Pasatempo en Betanzos, tamén moitos outros parques e sitios de xogo que enchen hoxe a miña memoria visual. Algúns eran de visita frecuente ou diaria, pero sin embargo aquel parque de Betanzos, ocupaba e ocupa aínda hoxe un gran espacio nas miñas lembranzas; un espacio que dende logo resulta desproporcionado en relación co pouco tempo que botei alí.

Impresionábame moito o seu carácter visual, todo o que contaba ou suxería na súa intención divulgativa, pedagóxica e enciclópédica, perfectamente definida polos seus autores intelectuais, os irmáns García Naveira.

Todo tiña un sentido, e tentar entender a razón de cada instalación no parque formaba parte do xogo, así descubriríamos maiores e pequenos, as referencias aos usos horarios, aos animais de outras partes do mundo, ao mundo subterráneo ou submariño. Había un interés pedagóxico na intención, querían dar a coñecer a cultura que eles adquiriran na súa afortunada emigración.

Agora, vendo que a Diputación de A Coruña aposta por dar a coñecer a nosa cultura popular e a historia asociadas ao Río Mandeo no seu futuro parque fluvial, penso nos rapaces que o visitarán no 2011 e xogo a imaxinar como eles gardarán, na súa memoria visual, as lembranzas do Parque do Mandeo.

El principio de realidad

Por Miguel Moreno

Cuando el griterío ensordecedor del parque me superó definitivamente, salí del recinto de los columpios y me alejé un poco sin perder de vista a mis hijos. Me senté en un banco y me pregunté qué era exactamente lo que me hizo captar que lo que oí en As Salgueiras era puro sentido común.

En primer lugar, aquel pequeño e inocente parque, a pesar de su simpática apariencia, reproducía a su manera ciertas patologías urbanas: la masificación, un ámbito artificial que uniformiza las conductas, sobreprotección,… Mis hijos, evidentemente, se divertían más en ese pequeño parque al aire libre que en el piso de Madrid. Pero no dejaban de buscar la atención de su padre, cosa que no ocurrió en el otro parque. Además, mis hijos no se hicieron amigos de otros niños ni jugaron realmente con ellos. Todos los chavales allí parecían percibir a los demás como un obstáculo, como okupas del columpio que ellos intentaban disfrutar. Había, además, problemas de circulación vial: Nicolás no podía hacer el mono porque otros niños tenían que pasar precisamente por donde él se colgaba. Había demasiado tráfico.

¿Por qué los chavales no jugaban juntos? Hombre, juntos sí estaban en lo que a su proximidad física se refiere, pero no jugaban unos con otros: rara vez interaccionaban entre sí excepto para reclamar su derecho al tránsito o al uso de un columpio. De ahí la enorme polución acústica que padecíamos todos en aquel parque.

Lo que me habían dicho en As Salgueiras es que los niños (y los adultos) necesitan el juego libre en un entorno natural. ¿Qué es el juego libre? Pues, por ejemplo, saltar una valla o cualquier otro obstáculo, se interponga o no en el camino. ¿Qué te puedes caer? Claro. También te puedes caer de un columpio. O tener un accidente de tráfico cuando llevas a los niños al colegio. Si nos ponemos en ese plan, habría que sacar a pasear a los críos como a los perros en las ciudades, con cadena y collar.

Es parte natural de nuestro desarrollo caernos de vez en cuando. Un chaval al que evitamos por sistema cualquier tipo de caída ignora hasta qué punto el suelo es duro. El juego, por mucho componente imaginativo que tenga, no puede desentenderse de la realidad, ha de basarse en ella. En un entorno sobreprotegido, artificial y saturado, estamos impidiendo que nuestros hijos actúen teniendo presente el “principio de realidad”. No hablo del principio freudiano que, con perdón, siempre me ha parecido demasiado misterioso, muy de película de Hitchcock; me refiero al contacto con la realidad misma, a aquello contra lo que todos chocamos de vez en cuando. La realidad, aunque sea rocosa, también puede ser divertida, mucho más divertida que los columpios.

No he tardado en regresar a As Salgueiras con mi mujer, Nicolás y Nieves. Nos lo pasamos muy bien. Lo que más le gustó a Nieves (y a mí) fue un perro bodeguero que respondía al nombre de Morante. ¡Qué animal más simpático!

21 de septiembre de 2010

La isla de robles


Un domingo paseaba cerca del conjunto que llamamos la isla, se trata de una agrupación de grandes piedras que parecen emerger de una llana pradera que siempre esta verde. Nos recordaba a un atolón madrepórico en medio de un mar caribeño donde se asoman cocoteros, salvo que nuestra “isla” en vez de plantas exóticas alberga unos robles centenarios. En el conjunto de piedras, todas ellas erosionadas en forma de grandes bolas, destaca una tan grande como una casa que parece un colosal huevo acostado.

Era un día agradable y mientras observaba la gran mole, me fijé como toda su superficie la disputaban la madreselva, esponjosos y delicados líquenes apenas dejando espacio en otras zonas mas húmedas a un espeso y frondoso musgo. Sobre todo el conjunto como si fuera la vela de un barco, destaca la copa de un gran roble.

Cuando me fijé en la posición de aquel árbol, parecía nacer en la misma roca. Me acerqué un poco mas y la maleza me obligó a rodear la piedra para intentar una posición mejor para observar el raro fenómeno. La espesura no me dejaba ver hasta que aprecié un pequeño paso que me llevaba al extremo opuesto de la piedra a donde crecía el árbol. Al seguir el contorno de la piedra me vi forzado a saltar restos de alambres. ¿Cómo podría mancillarse así un lugar tan hermoso? Pensé, al tiempo que comprobaba que el enorme pedrusco se había roto en sentido longitudinal formando un amplio pasillo que trazaba una suave ondulación con sus paredes las cuales superaban ampliamente mi altura. Me adentré sorprendido en el pasadizo, mientras acariciaba las paredes verticales de granito que me rodeaban. Era un rincón impresionante con una mullida cama de hojas que parece ayudar a aplacar todo sonido exterior, apartado de todo, oculto en una piedra dentro de la que se puede entrar aquel lugar era irrepetible.

Más adelante un amigo artista que ha realizado exposiciones por todo el mundo, al adentrarse en aquel pasaje, me dijo: este es un lugar que tiene poder.

Al final de aquel pasillo, nace el roble que me descubrió aquel secreto. En medio de la puerta como si quisiera avanzar al interior. Entre su tronco y la piedra deja un espacio que al superarlo nos da acceso a otra pequeña cámara que forma una especie de castro minúsculo desde donde podemos otear la lejanía. Los niños ahora cuando lo visitan después de limpiar los restos allí depositados durante años, les parece ser el protagonista de una película de exploradores y por eso algunas veces allí les escondemos un pequeño tesoro para disfrutar de sus caras emocionadas. Cuando pregunté a Manolo –el antiguo encargado de de la vieja granja– por la razón de tanta basura, me dijo que esa grieta era un fastidio, que en varias ocasiones se había metido una vaca y había sido difícil sacarla. Enterraban allí el viejo alambre de espinos para deshacerse de él y disuadir a las vacas a un tiempo de entrar.

Siempre cuento a los niños esta anécdota para hacerles entender que para alguna gente la naturaleza representa el escenario de un combate, como les ocurre a los marineros que tienen que jugarse la vida y pasar calamidades en el mar para alimentar a sus hijos. Por eso desde nuestra romántica mirada, tenemos que tratar de tener la empatía para entender esas mentalidades y poder así convencerlas para que sean nuestras aliadas en el cuidado de la naturaleza.

Ahora hemos instalado en las inmediaciones de la isla unos bancos de madera. Un día sentado en de ellos, Manolo, después de acabar las tareas de limpieza nos comentó: ¿Cómo no nos dimos cuenta de lo bonito que podría ser esto?.

De alguna manera él descubrió un pequeño tesoro, aunque ya lo conocía antes que nosotros. Al verlo limpio y cuidado entendió nuestro punto de vista y alcanzó a apreciar la belleza que tenía delante de los ojos pero antes no se le desvelaba.


Teatro y juego

Por Noemí Basanta (editora de diseño de Galopín)

Deseaba contaros en este blog lo mucho que me ha ayudado mi afición al teatro para entender la psicología de los niños, lo que me permite realizar mejor mi trabajo.
Lo esencialmente importante siempre es lo que no se ve, lo que se sugiere, y esta frase vale tanto para la arquitectura, el teatro, como para el cine, como para la vida misma.

El teatro tiene la virtud de reunir diferentes artes en una sola. Los niños además de divertirse aprenden sobre conductas, a conocerse a sí mismos y a los demás. Pero sobre todo el niño reflexiona sobre lo que ve, se le incita a pensar y tomar decisiones. Además el teatro es de carne y hueso, aunque consigue que te evadas de la realidad, no es como un juego virtual solitario, sino que lo realizas en grupo.
Al igual que en nuestro trabajo elaborando espacios de juego infantil, en el teatro se busca crear emociones. En escena se tratan las luces, las sombras, los decorados con sus texturas y colores. Cada objeto se puede convertir en un personaje. En los parques infantiles también ocurre esto; debemos permitir y potenciar que los niños estimulen su imaginación con los elementos de juego y también con los vacíos. Es importante relacionar bien los recorridos e imaginar los posibles juegos “de lo que no se ve”. Es importante no dar todo hecho, que el niño genere su propio mundo con pocos elementos.

Decía Chéjov (enfrentándose a lo que se hacía tradicionalmente) que lo inevitable posee un mecanismo diferente a la lógica o la moral. No creía que el artista tuviera que responder todas las preguntas que planteaba la obra. Dejar un margen al espectador para que piense por sí sólo forma parte del pensamiento moderno.

El niño en sus primeras etapas tiende a espacios teatralizados, que reflejen la realidad o la fantasía, donde comenzar a descubrir diferentes roles. El adolescente busca espacios más personalizados y abstractos, donde puedan experimentar retos físicos. El adulto posee la necesidad de la narración (como la novela), del recorrido con un sentido narrativo.

En la fiesta de las Salgueiras mientras pintaba las caras a los niños recordaba todo esto; les preguntaba a cada uno lo que quería ser (un indio, un animal,…), la edad influía en el personaje que cada uno quería representar… yo misma también me pinté.

20 de septiembre de 2010

Prometeo vuelve a darnos el fuego

El Prometeo, -haciendo honor a su nombre-, se prepara para ayudar a los jóvenes con problemas de integración. A diferencia de otras ocasiones, en donde sus travesías sirvieron para exhumar del injusto olvido las historias de los navegantes de la antigüedad, ahora se pone al servicio de los jóvenes que nunca han tenido el derecho a una familia estable y a un ambiente emocional equilibrado.
A bordo de un velero -como ya hicimos hace muchos años-, intentaremos enseñar el afán de superación y el esfuerzo. Procuraremos demostrar que la autoridad no se otorga sino que se gana. En un entorno natural tan portentoso como es el mar aprenderemos a superar las frustraciones, a ser un equipo de camaradas marineros unidos en un objetivo bajo el mando de un patrón que aporta su experiencia.
Los marineros -como los mineros- se juegan la vida todos los días, por eso son unos estoicos dispuestos a asumir el accidente o el naufragio como algo natural en el devenir cotidiano. Esa circunstancia los convierte en personas orgullosas y quizás por eso a un marinero le puedes robar la cartera, pero no se le puede faltar a su dignidad. Sin embargo los orgullosos hombres de mar saben muy bien aquel refrán que reza: Donde hay patrón no manda marinero.
El Patrón –o el viejo como se dice en la marina mercante- tiene que respetarlos porque como el, su tripulación se juega la vida, pero todos saben que la organización y el respeto a la autoridad, es imprescindible para el buen orden de la embarcación y para la seguridad de todos.
El velero oceánico Prometeo que tantas millas ha recorrido desde su botadora en los astilleros Jhon Robertson de Sudafrica, sirvió el jueves para acoger la preparación de una nueva etapa en nuestras experiencias de integración. El equipo directivo de Camiña social y dos representantes de las Salgueiras que incluía psicólogos, educadores y terapeutas, comprobó en ellos mismos los efectos de una travesía sobre una tripulación unida y cohesionada. Un pequeño incidente nos dejó sin motor y nos vimos forzados a atracar a vela, teniendo en cuenta que el velero desplaza más de catorce toneladas que generan gran inercia, lo cual es un gran problema cuando no se cuenta con propulsión motora. La maniobra de atraque a vela, salió perfecta, aunque al saltar a tierra un tripulante acabó con una luxación de hombro. A pesar de las anécdotas abordo pudimos disfrutar de un día luminoso navegando en excelente compañía. Ya recuperados de tantos incidentes la noche se colmó de relatos de aventuras y de muchos sueños. Son nuestros sueños y los de aquellos que tienen toda la vida por delante, pero piensan que no tienen futuro. Quizás se cumpla nuestro sueño que es el de todos los integrantes de Insergal y Camiña social y como ocurre en las Salgueiras, a bordo del Prometeo, algunos jóvenes nos cuenten que allí han vivido los momentos más felices de su vida.
El Prometeo se convierte así en una pequeña isla de respeto y dignidad en donde nos refugiamos de la crudeza de una sociedad como la nuestra que acaba generando inútilmente tanto sufrimiento.

Hablando sobre esto, mi amigo Fran Figueroa me pasó una cita de Italo Calvino:

«El infierno de los vivos no es algo que será -confiesa Marco Polo al Gran Kan-; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio »(Calvino, 1991: 16).

La Compañía. Una fábula real

Por Manu Iglesias

Algunas veces para explicar un concepto, no hay nada mejor que contar una historia. Unas veces es una metáfora o un cuento y otras una historia real como la que yo ahora tomo.
Esta historia aconteció en nuestra tierra (mejor dicho: como debe ser en nuestra Galicia, aconteció a caballo entre el mar y la tierra)
Quizás este pequeño acontecimiento merecía ser más estudiado, por la misma razón que nos interesa saber las causas de unas utopías perdidas como las células bolcheviques, la comuna de París o los Kibutz.
Se trata de una historia que comienza en Muxía con el descubrimiento del caladero de “O canto”. Fue hace ya cuarenta años gracias a lo que aprendió por el Caribe el señor Jesusíño Insua y su experto conocimiento del manejo de los rudimentarios y escasos aparatos de navegación de la época
Cuando los marineros de Muxía (digo marineros y no pescadores, porque a nuestros hombres de mar no les gusta el segundo término para distinguirse de los pescadores aficionados) descubrieron o Canto, aquello fue una mina de oro que no tenía dueño. Todos acudían día y noche sin parar. Sin dormir, reventando los motores de los barcos para poder calar los palangres antes que los demás los bravos hombres de mar de aquella tierra que cantó Lopez Abente colmaban los barcos de pesca que apenas podían avanzar sobrecargados por el fruto de su faena . Aquello era una riqueza, pero era un sin vivir y además como pronto se llenó la lonja de abundante pescado, los precios cayeron hasta límites que nunca se habían alcanzado. Pasó entonces que aquel tesoro, solo les daba trabajo y calamidades pero poco rendimiento.
Acordaron formar la “Compañía” que duró varios años y estableció un sistema ejemplar y único que no tenía parangón en todas las cofradías de la geografía peninsular.
Toda la venta en lonja se repartía equitativamente entre los barcos, daba igual su tamaño, tripulación o potencia de motor. Si se vendía un millón de pesetas y había 10 barcos, se pagaba cien mil pesetas a cada barco.
La pregunta era... ¿pero se pagaba a todos igual? Entonces era una tontería tener un barco grande, supongo que todos lo tendrían pequeño y ajustado al recurso.
Bueno no fue así: Al administrar el recurso la gente ponía pescado en lonja en función de la demanda del mercado y la compañía autorregulaba sus capturas. Por esa buena gestión se ganaba mucho dinero y todos disponían de grandes recursos económicos. Algunos se destinaron desgraciadamente a “remodelar” el pueblo e invertir en ladrillo lo que sirvió para que se destrozara urbanísticamente Muxía, pero la gente tenía especia interés en que todo el mundo se enterara de su fortuna. Empezaron a comprar barcos más grandes y como me contaba mi viejo camarada marinero Pancho, llegaron a hacer traer el mas caro de los motores marinos directamente de Inglaterra
Pero eso era una tontería ¿porque comprar un barco más grande para repartir el mismo beneficio? Es estúpido. Los gastos aumentan y los ingresos son los mismos. Efectivamente, pero el ser humano además de cubrir sus necesidades básicas necesita el prestigio social y eso lo da en un puerto marinero, el ser armador de un barco grande con un gran motor.
Así siguió funcionando La Compañía pero algunos tomaron el camino de la “carrera armamentista” y otros inteligentemente siguieron usando su barco de siempre, el cual por otra parte era más que suficiente para explotar el recurso.
Al cabo del tiempo, los que tenían un motor mas grande, se dieron cuanta que tenían iguales ingresos y mas gastos y por tanto menos beneficios que los armadores de barcos pequeños y entonces empezaron a presionar y a movilizarse acabando con la Compañía,
Inmediatamente después de anularse aquella regla equitativa, los barcos volvieron a la mar como al principio, compitiendo todos contra todos y en poco tiempo esquilmaron el caladero. Lo que era fuente y maná de riqueza ingente, en poco tiempo se convirtió en erial y los hijos de aquellos bravos marineros se vieron forzados a coger las maletas para emigrar y trabajar de albañiles y camareros en Canarias.

Por desgracia, para ser más que nuestro vecino no pensamos en ser mejor persona, o mas sabio, sino poseer mas símbolos de ostentación.
La de la Compañía es una historia real y una fábula al mismo tiempo, que tiene interés no solo para los que somos de aquí, sino se me antoja que es de interés universal al servirnos para reflexionar sobre la estupidez humana.

Psicoterapias asistidas por animales


Sin menoscabo de que Lucia (la responsable de CEFINE de este tipo de herramienta terapéutica), enmiende mis explicaciones o realice las puntualizaciones que considere necesarias, me permito un acercamiento a los aspectos más destacables de las TAA(terapias asistidas por animales)

Aunque hay unas patologías determinadas para las cuales la herramienta de las TAA puede resultar a los profesionales más eficiente, en general todos necesitamos el contacto constante con la naturaleza a lo largo de nuestra vida, para poder mantener una buena salud mental.


El método a utilizar depende de los objetivos que marquen los expertos y siempre será un complemento o herramienta usada bajo las directrices de un profesional con la titulación y la práctica profesional adecuada.


¿Por qué los caballos?
Por su portentosa capacidad para apreciar el lenguaje corporal. Los caballos son animales de huída y deben mantenerse permanentemente alerta para interpretar las intenciones de los depredadores. Lucía establece rutinas aparentemente sencillas como peinar y acicalar un poni, está situando al niño delante de un espejo que refleja de forma inmediata sus emociones. Si el niño grita o se mueve bruscamente, el poní reacciona inmediatamente apartándose. Como el niño está motivado para interactuar con el caballito, rápidamente entiende aquella sentencia de un gran maestro de la doma:

Para dominar un caballo, primero tenemos que aprender a dominarnos a nosotros mismos.

Algunas veces el resultado es tan rápido, que muchos niños cambian su actitud a los pocos minutos de empezar la sesión y en algunos casos incluso llamaron del colegio a los padres preguntándoles que nueva medicación le estaban dando, pues habían apreciado una notable mejoría en su comportamiento. Esa pastilla era solo un caballito manejado por un profesional experto, dentro de una planificación de objetivos.

El paisaje y lo propio

Por Paula Leyenda

Un día le preguntaron a Álvaro Cunqueiro por qué había decidido residir en la Galicia rural después de haber pasado tanto tiempo en la metrópoli. Él respondió que «si se diera el caso de que el paisaje gallego fuera un rompecabezas, yo me sentiría como una pieza que encaja perfectamente en ese puzzle».

El paisaje es un valor importantísimo. A la hora de comprar o alquilar una vivienda lo percibimos de inmediato, pero tendemos a olvidarlo cuando nos gastamos miles de euros en el comedor, en la última tecnología audiovisual y en cosas que, haciendo más cómoda nuestra vida, terminan aislándonos de nuestro entorno. Ocurre lo mismo en el ámbito laboral. En mi anterior trabajo, mientras hacía un descanso en el trabajo, miraba por la ventana y en un impersonal y gris polígono industrial observaba una multitud de coches invadiendo las aceras, aparcados de cualquier manera, humo, asfalto… lo normal. En Galopín, a través del cristal veo el jardín; después de comer descanso un rato rodeada de árboles, plantas y de alguna luciérnaga despistada, “haciendo un poco la fotosíntesis”, como digo yo. Se nota la diferencia, creo que encajo en este puzzle, de hecho creo que cualquiera encajaría.

Pero vivimos en ámbitos urbanos y rurales cómodos e hiper-tecnologizados rodeados de un notable destrozo ambiental y paisajístico. Parece un signo de nuestra cultura la inmersión en lo íntimo —tantas veces publicitado— y el descuido de lo común, de lo que todos deberíamos disfrutar y proteger. Nuestro paisaje y nuestro entorno se deterioran sin que lleguemos a percibirlo, tal vez por la cantidad de horas que dedicamos a la televisión o porque ya nos hemos acostumbrado a su deprimente aspecto. Pero el respeto al paisaje está mucho más directamente relacionado con la autoestima de lo que creemos. Si no apreciamos lo que tenemos, aquello que nos concierne a todos, difícilmente lo cuidaremos. Las consecuencias están a la vista: hemos terminado avergonzándonos de lo propio e importamos innecesarios productos culturales porque no hemos valorado nuestro paisaje, el suelo en el que deberíamos echar raíces, el terreno en el tendríamos que desarrollar nuestras relaciones comunitarias y que podríamos disfrutar todos juntos.

Y este respeto empieza por nuestro pequeño granito de arena, por la plantación de mil seiscientos árboles comprados a una empresa de economía social de la Fundación Paideia. Tenemos que tomar conciencia de la importancia de nuestro entorno, de la naturaleza que nos rodea, partir de la biofilia para desarrollar una sociedad sana y orgullosa de sus raíces, para criar y socializar niños vitales y felices. De lo pequeño a lo grande, sin cejar en el empeño de avanzar conociéndonos y respetándonos a nosotros mismos. El jardín de nuestra nave industrial, el aprovechamiento que hacemos mediante placas solares de esta energía renovable o la recuperación y reutilización de aguas pluviales; pequeños ladrillos en la construcción de un entorno sostenible, vivible y más acorde con nuestra propia condición.

Muy sabia fue la respuesta de Cunqueiro, porque si no encajamos en nuestro paisaje seremos una sociedad deprimida, carente de la más elemental autoestima. De poco nos van a servir los psicólogos mientras descuidamos nuestro paisaje.


18 de septiembre de 2010

Bajo la sombra de un árbol


Tras el verano, llega la vuelta al cole y al quehacer diario. En As Salgueiras se presenta un otoño cargado de optimismo en el que el equipo de colaboradores se ha marcado la meta de seguir investigando, descubriendo y reflexionando sobre la naturaleza como pozo de sabiduría y fuente de energía positiva.

Nada mejor que la sombra de un buen árbol para aprender escuchando a los sabios, a los maestros y a las personas con inquietudes. Ese fue el escenario elegido para continuar dando pasos en el proyecto de As Salgueiras. En el encuentro participaron una decena de expertos que hablaron de paisajismo, arquitectura, naturaleza, ecodiseño, comunicación, arte… una exquisita tertulia en la que afloraron ideas y luz sobre nuevos proyectos.

Ni que decir tiene que antes de poner en marcha este foro, buscamos el necesario contacto con la naturaleza recorriendo buena parte de la finca As Salgueiras. Regresamos a la actividad, con ímpetu y sin miedo a la rutina.

16 de septiembre de 2010

Parque para cinco o seis niños

Por Miguel Moreno


Después de mi experiencia en As Salgueiras, quise contrastar lo que me dijeron en la finca. ¿Hasta qué punto mis experiencias positivas no eran fruto de la sugestión? Después de todo, yo nunca había pensado en eso del juego libre, la socialización y en sus presuntos efectos cuasi-terapéuticos. Fui con mis hijos a un parque normal, idéntico a los que frecuento con ellos en Madrid.

Estaba cerca del río del pueblo. Al llegar, nos topamos con la valla de colores que limitaba el área de juego. La entrada estaba en el otro extremo. Mi hijo hizo el amago de saltar la valla. Me miró para averiguar qué me parecía su maniobra. O tal vez por si había suerte y, en un despiste mío, daba el salto sin que nadie le incordiara. Pero yo estaba pendiente y le señalé la entrada: Nicolás… Por allí. Así que se bajó de la valla y se dirigió hacia el acceso del recinto. Empezamos bien. ¿Por qué diantre no le dejé saltar la valla? Seguro que yo no la salté porque se supone que soy un padre formal pero ¿qué había de malo en lo que iba a hacer mi hijo? Es más, ¿qué puede ser más divertido que el salto de valla en un parque? Me quedé con cierta sensación de aguafiestas cuando entramos en el parque por el sitio adecuado.

Mis dos hijos se desperdigaron por el área de juego y yo me apoyé en la valla. Nieves, la pequeña, se subió a una silla de columpio y tomó impulso para balancearse. Nicolás comenzó a escalar por una torre con un puente que la unía a un tobogán. No subía por las escalerillas, sino por las barras que unían las patas de aquella torre. El parque tendría unas aceptables dimensiones si jugaran en él cinco o seis niños. Pero allí había unos quince chavales y seis adultos sin contar conmigo ni con los niños y padres que estaban en los bancos fuera del recinto, que de vez en cuando también entraban. Había muy poca distancia entre los columpios, unos dos o tres metros. Seguro que habrá una normativa, pero debe ser como la del código de circulación: no evita los atascos. Tuve que pedirle a Nicolás que dejara de hacer el mono y no obstruyera el paso por el puente de la torre. Su hermana no tardó en subir también a la torre: ¡Hola, papá! ¡Hola, hija! De no ser por el trecho que nos separaba, aquel saludo me habría destrozado los tímpanos, pero no procedía que Nieves bajara la voz, porque en medio de aquel griterío uno no podía oír nada si su interlocutor no elevaba el volumen más que el prójimo. En este tipo de comunicación, mis hijos son unos auténticos superdotados. Cuando se trata de decir las cosas alto y claro, a su edad sólo tienen que mejorar un poco lo segundo. En lo primero van sobrados. Han asimilado realmente bien la experiencia de los parques de Madrid y no hay columpio, por alto que sea, ni remoto rincón, desde el que no sean bien capaces de mantener una conversación conmigo o con quien haga falta.

¡Papá, hola! Hola otra vez, hija. ¡¡Papá, mira lo que hago!! Sí, hijo, ya veo. ¡Papá! ¡¿Has visto?! ¡Sí, hijo! ¡¡Y mira ahora!! Ten cuidado, hijo, ¡le vas a dar una patada a esa niña! Pasado un cuarto de hora, lo de «hola, papá», «mira, papá» y similares terminan incrustados en mi cabeza. El problema es que no sólo mis hijos chillan: el resto de los niños también se comunica como puede. Uno berrea porque se ha caído; otro ha visto antes un columpio y no va a permitir que le arrebaten lo que legítimamente le corresponde; a aquel le han pisado una mano; hay un propietario de una codiciada bolsa de patatas al que rondan dos criaturas que le instan a que tenga a bien no comerse él solo las patatas; una madre, desde un banco fuera del recinto, le hace notar a su hija que se puede caer si sigue subiendo más arriba por el columpio; un padre le chilla a su hijo para que éste deje de decir tonterías y no chille a su hermana…

Llegado un punto, permanecer en el parque empieza a resultar insufrible. Miro el reloj y todavía no llevamos ni veinte minutos de columpios. He venido a este parque para ver cuánto había de cierto en lo que me comentaron en As Salgueiras. Antes de irme, ya sé que es cierto lo que me dijeron.

10 de septiembre de 2010

Una experiencia de integración

Por Manu Iglesias

El curso anterior, en colaboración con la asociación Camiña social, acogimos en las Salgueiras un joven con medidas judiciales. Tenía una historia anterior que nosotros nunca conocimos y a la que nos hacían referencia los números pírsings que portaba. Su educador cuando vino a traerlo le pidió que se los quitara y cuando los reunió entre sus manos los sacudió. Parecía un ferretero venteando una presa de tornillos. Supongo que todo el mundo se pondría en guardia ante una pinta tan intimidatoria, pero nosotros quisimos ver a un joven que precisaba un ambiente emocional estable. Al poco tiempo ya no lo traía el educador y venía solo. Lo recogíamos y llevábamos a la estación del tren. Comía con nosotros y acabó compartiendo todos los trabajos de la granja. Nunca lo obligamos, pero el quiso ser como los demás, ganarse el uniforme y ser considerado como otra persona del grupo. Era muy emocionante ver como incluso aprendió a desenvolverse con las herramientas, puesto que no tenía ninguna experiencia en los trabajos más sencillos de una granja.

Inmediatamente contactó con los animales. Los perros, las gallinas y los caballos hicieron de perfectos introductores y poco a poco ese círculo se fue ampliando a todas las personas que frecuentan As Salgueiras. Madres, niños, educadores, fisioterapeutas o psicólogos, lo conocieron ayudando en la hipoterapia y cuando había actividad, siempre se ofrecieron a bajarlo a Coruña, constándonos que siempre se portó de forma correcta.

Ahora estamos preparando otra edición de esta experiencia duplicando el número de jóvenes. En esta ocasión, hemos pensado invitar a los padres a que también se impliquen. Los amigos de Camiña Social, nos confirman que cada vez abundan más los jóvenes que pertenecen a familias normales. No era el caso de nuestro joven anterior que vivió en As Salgueiras –según el mismo nos confesó- los días más felices de su vida. Se trata de hijos de familias que tienen recursos y formación. Afrontamos con ilusión esta nueva etapa, donde confiamos aplicar un poco de método en nuestro trabajo bien intencionado e ilusionado. Gracias a Lucía (la psicóloga de Cefine), y a los expertos de Camiña Social, podremos aprender con método de una experiencia de inmersión en la naturaleza.

Muchos de los que visitan la finca, han conocido al potrillo Faro. Tiene un carácter excepcional. Desde que nació empezamos a abrazarlo, sin embargo el bueno de Faro, en manos de unas personas que no sepan ejercer liderazgo, puede llegar a ser peligroso. La manada nos enseña cosas importantes todos los días.

Esto nos recuerda al etólogo Cesar Millán, cuando visita una familia reclamado para reeducar un perro con comportamientos antisociales. A los cinco minutos el animalito se comporta totalmente diferente enseñándonos que Millán no obra milagros, sino que adquiere el rol que deberían asumir los dueños. Esto nos indica que en la mayoría de las ocasiones, el problema no es de los jóvenes sino de los padres. Cuando leemos las explicaciones de nuestro admirado Konrad Lorenz y su visión sobre la llamada: educación antiautoritaria, entendemos aquella paradoja de una educación destinada a evitar la frustración que acaba generando millones de frustrados.

Platero, el caballo amigo de los niños

Por Manu Iglesias

Platerito – le llamamos cariñosamente- a pesar de ser un grandullón. Algunos niños le llaman Plateruco. Otros le cantan en las orejas mientras lo cepíllan: Plateroso el caballo mas mimoso-. Es un fuerte hispano bretón de cuello ancho y cuerpo redondo como un caballo de Botero. Tiene capa ruana – un color rojízo con blanco entreverado- y aunque no es una belleza, tiene una mirada tan tierna que a todo el mundo encandila. Platero se ganó el mando de la manada por su capacidad de resistencia. Al principio llevó muchas patadas de otros caballos, pero el nunca se rindió. Es un fajador, nadie puede con el, sin que para su liderázgo precise hacer uso de la agresividad o la violencia. Creemos que nunca ha coceado de verdad. Si acaso apenas, algún día le hemos visto amagar un saltito amenazador. Se pavonea como un señorón por la pradera con la cabeza agachada, bajando las orejas cuando pasa al lado de otros caballos, demostrando con sus gestos y leguaje corporal que es él quien manda.

Esta todo el día pendiente de aquí para allá siguiendo a las yeguas, amparando las potras, procurando mantenerlas reunidas, alejadas de cualquier peligro o amenaza. Con su aspecto de musculitos bonachón, es confiado y transmite seguridad.

Es el más querido por los niños. Todos aprendieron a montar con el y casi todos lo conocieron tirando alegre con su garnición de cascabeles, de una jardinera azul y amarilla. Los niños le dan besos cuando lo peinan, y el responde estirando su hocico con expresión de placer. Como siempre se porta bien, nunca le falta una manzana, una zanahoria o un azucaríllo que recoje delicadamente de las pequeñas manos de los niños. Como es tan seguro de si mismo y tan tranquilo, es el que más mimos recibe y eso aumenta su confianza en los humanos.

El Platero nos enseña que tenemos que confiar un poco más en nosotros mismos, para aprender a confiar en los demás. Al querernos y tener seguridad, los demás obtienen confianza y nos devuelven cariño.

6 de septiembre de 2010

Una metodología para la articulación dinámica de espacio y cultura

El objetivo de nuestras intervenciones es motivar la articulación dinámica entre espacio y cultura. Usamos por ejemplo, la iconografía del viejo gremio de mareantes para explicar estos conceptos dentro de un evocador relato de pretéritas gestas marineras. Desvelamos en este caso que entre los preciados tesoros que la mar oculta están las esforzadas gestas de los hombres que lo surcaron. Explicamos los recursos que impulsaron la portentosa fuerza mental de los protagonistas de las descubiertas, y al mismo tiempo ponemos en valor la relación de espacio o territorio con la memoria colectiva y la cultura.

Para explicar su estrecha vinculación es necesario hacer mención al espacio en el que se desarrollan las relaciones sociales,la vida cotidiana, festiva o ritual, como una construcción cultural en el sentido en que el espacio publico y el paisaje como territorio otorgan identidad cultural a los grupos sociales que lo habitan.

A partir de ese concepto se exploran las relaciones entre aquél y la memoria, destacando las influencias entre el espacio, la sociedad y la cultura. Pretendemos, pues, leer el espacio como un conjunto simbólico de actividades sociales que se encuentran en interacción entre sí y con ese espacio a partir de sus propias dinámicas y de su relación con el territorio a lo largo de la historia.
La memoria o los recuerdos colectivos, convierten la plaza de un pueblo, en un lugar en donde la vida ha sedimentado.

Maurice Halbwachs señala: el pensamiento social es esencialmente una memoria. Mantiene que todo su contenido está construido por recuerdos colectivos que hace que los lugares donde germina sean habitables al establecerse una retroalimentación entre el grupo y la persona. Para explicar su concepto, indica que como ocurre con las lesiones cerebrales que provocan amnesia, algo similar sucede con la memoria colectiva cuando el grupo que la sustenta se disgrega, por ejemplo por culpa de la emigración a las ciudades. El espacio público se nos presenta de esta manera como un lugar en donde se enganchan los recuerdos colectivos para poder conservarse como territorio o espacio sobre el cual queda inscrita la cultura, las huellas y marcas dejadas por quien o quienes lo habitan, pero también un espacio depositario de recuerdos, lo que lo convierte en una de las formas de objetivación de la propia cultura. Esta visión se ve reforzada cuando el territorio es apropiado subjetivamente como objeto de representación y de apego afectivo, como símbolo de pertenencia socio-territorial, y forma de identidad al interiorizar, los sujetos (individuales y colectivos) el espacio integrándolo a su propio sistema cultural.

A lo largo de las diferentes intervenciones, hemos intentado respetar este criterio. Fieles a nuestra convicción sobre el papel fundamental que adquiere el espacio público para propiciar la socialización en el contexto histórico y tecnológico actual, pensamos que el conocimiento antropológico o pedagógico debe incorporarse al urbanismo y la arquitectura; dado que entendemos la arquitectura como la primera arte pedagógica -el primer maestro como se ha denominado por algunas escuelas-. En ese sentido entendemos que la ambigua modernidad en la que nos hallamos inmersos nos aboca a una dificultad de comprensión e interacción con el mundo real y entre los individuos de carne y hueso entre sí. El espacio público donde se concentra la ciudadanía puede y debe ser el que compense esa grave carencia social.

En casos recientes, si nos ha dado que la ventaja fundamental de las áreas es su aparente desventaja: su aislamiento compensada por su inmersión en una naturaleza portentosa alejada del tráfico y los peligros potenciales o imaginarios del hacinamiento urbano. Debemos explotar esta ventaja para que las distintas edades encuentren motivador visitar las zonas y convivir y relacionarse libremente en ellas. Los mayores aprecian los contenidos culturales o intentar descubrir el arcano que en ellas se esconde, mientras los más pequeños libremente exploran inmersos en el juego natural. La actividad que propicia el solaz colectivo entre infantes sin la intermediación de adultos, poniendo en práctica los registros que en la vida adulta han de servir para desarrollar la inteligencia social y emocional. En este sentido, no debemos reproducir ni insinuar un parque infantil al uso donde las zonas están limitadas o acotadas por el diseño y el uso a las diferentes edades. Pretendemos propiciar el disfrute compartido de las zonas. Aspiramos a generar espacios amables para el juego intenso o catártico y la observación serena, relajada y al tiempo despierta que propicia el contacto con el medio natural a través del juego en libertad.

3 de septiembre de 2010

Cuando toca hipoterapia

Por Manu Iglesias

Me he propuesto intentar relataros el ambiente que se respira durante las jornadas de hipoterapia en las Salgueiras.

Los martes y los viernes –ultimamente tenemos tanta demanda que seguramente acabaremos haciendo hipoterapia todos los días- la rutina diaria de la granja se ve alterada porque los caballos que participan en las actividades han de estar preparados a primera hora de la tarde. Habitualmente se encargan de ayudar en la actividad el Bufardo y el Platero. Ambos caballos tienen un carácter y unas condiciones excepcionalmente buenas para la práctica de la hipoterapia y cada uno con sus especificidades, sirven a Antonio Bestillerio -nuestro amigo e hipoterapeuta experto que dirige la actividad-, para hacer uso de ellas en función de los objetivos de las terapias que el plantea. Ultimamente se ha sumado una alumna de Antonio: Tania que tambien es fisioterapeuta. Tambien suele participar Lucía. La psicóloga responsable de las psicoterapias asitidas por animales.

Antes de que lleguen los niños con sus familias, los caballos ya están cepillados, con sus herraduras y cascos revisados y su manta, cinchón y cabezada lista para el trabajo. Muchas veces los esperamos en los alrededores del estanque para que los caballos beban y se entretengan mordisqueando las hojas de los castaños. Últimamente los niños traen unas manzanas para los caballos, que estos se apresuran a aplastar en su boca. Les gustan tanto que se recrean con el zumo de las frutas y algunas veces acabamos empapados de restos de manzana.

Antonio siempre empieza con una ceremonia pausada donde los niños acarician a los caballos. Antes de montar, el quiere dejar un tiempo para que los niños se espabilen un poco del viaje en coche hasta la granja mientras se concentran en acariciar las cabezas de los caballos. Antonio también acaricia a los niños, acostumbra sus cuerpecitos a sus manos expertas y casi sin que se den cuenta y sin ninguna prisa, los sube a la grupa del caballo y los coloca correctamente, al tiempo que anima la actividad con historias de la aldea.
Antonio es un luchador que ha tenido que pagarse los estudios trabajando duramente. Se reconoce un hombre de aldea que ha ayudado en todo tipo de labores agrícolas y sabe muchos trucos, juegos e historias. Nos cuenta como hacían un tirachinas o una cerbatana con hojas y ramitas de juncos. Nos habla de renacuajos y escondites en los árboles. Los niños y nosotros escuchamos atentos a sus explicaciones, mientras el da orden de comienzo. Los auxiliares nos concentramos en nuestro trabajo. Nuestra misión es darles confianza a Antonio y a los niños, para que puedan concentrarse en la actividad. Si Antonio nos da pié hablamos, si la actividad exige concentración, permanecemos en silencio.

Solemos poner una música relajante en el picadero que parece sincronizarse con el cadencioso paso de los caballos y de nuestras pisadas. Algunas veces nuestros corazones parece que se sincronizan con todo aquello y el ritmo de la actividad parece que suena mas afinado y armonioso. El palafrenero (la persona que dirige al caballo), tiene que estar muy atento a las indicaciones de Antonio. El caballo debe mantener un ritmo armónico y constante, aunque algunas veces nos manda apurar o reducir la marcha. Otras veces nos ordena parar para recolocar o cambiar de posición al niño, pues algunas veces monta de lado o incluso mirando hacia atrás. Durante la sesión también se hacen trazados con más curvas o cambios de sentido de la marcha para que los niños realicen los ejercicios con mayor intensidad o dificultad, a fin de mejorar su estado físico y equilibrio. El resto de los auxiliares, simplemente acompañan la marcha como una pequeña manada de entusiastas. La misión de estos consiste en arropar la actividad, permanecer cerca del niño y de Antonio por si se produce un sobresalto, por si tenemos que recogerlos en una caída o ayudarlos a posicionarse. Mientras tanto animamos el ambiente, espantamos las moscas y tábanos de la barriga del caballo que no paramos de acariciar y sobre todo, nos ayudamos a nosotros mismos haciendo ejercicio, mientras nos sentimos muy confortados por colaborar en una labor que no solo sirve para mejorar la autoestima y motivación de los niños, sino para aliviar dolencias y mejorar sus capacidades motoras, equilibrio y en general su calidad de vida.

Cuando -como ocurre frecuentemente-, somos mucha gente. Las madres de los niños y los acompañantes se relajan y pasean por la finca, recogen agua de la fuente para llevar a su casa, comentan con amigos los detalles de la actividad y en general a ellas también les sirve para relajarse al ser conscientes de que su querido hijo está en buenas manos.

Al final, después de varias horas de actividad, rematamos sudorosos y cansados pero muy felices. Las madres nos dan un ejemplo de valentía y coraje, nos enseñan que no tenemos derecho a quejarnos y sobre todo nos transmiten su alegría y esperanza. Definitivamente los que no han vivido algo como esto, no saben lo que se pierden.

2 de septiembre de 2010

As Salgueiras 2010 - El vídeo

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As Salgueiras 2010 from comunicacion galopin on Vimeo.