El paisaje es un valor importantísimo. A la hora de comprar o alquilar una vivienda lo percibimos de inmediato, pero tendemos a olvidarlo cuando nos gastamos miles de euros en el comedor, en la última tecnología audiovisual y en cosas que, haciendo más cómoda nuestra vida, terminan aislándonos de nuestro entorno. Ocurre lo mismo en el ámbito laboral. En mi anterior trabajo, mientras hacía un descanso en el trabajo, miraba por la ventana y en un impersonal y gris polígono industrial observaba una multitud de coches invadiendo las aceras, aparcados de cualquier manera, humo, asfalto… lo normal. En Galopín, a través del cristal veo el jardín; después de comer descanso un rato rodeada de árboles, plantas y de alguna luciérnaga despistada, “haciendo un poco la fotosíntesis”, como digo yo. Se nota la diferencia, creo que encajo en este puzzle, de hecho creo que cualquiera encajaría.
Pero vivimos en ámbitos urbanos y rurales cómodos e hiper-tecnologizados rodeados de un notable destrozo ambiental y paisajístico. Parece un signo de nuestra cultura la inmersión en lo íntimo —tantas veces publicitado— y el descuido de lo común, de lo que todos deberíamos disfrutar y proteger. Nuestro paisaje y nuestro entorno se deterioran sin que lleguemos a percibirlo, tal vez por la cantidad de horas que dedicamos a la televisión o porque ya nos hemos acostumbrado a su deprimente aspecto. Pero el respeto al paisaje está mucho más directamente relacionado con la autoestima de lo que creemos. Si no apreciamos lo que tenemos, aquello que nos concierne a todos, difícilmente lo cuidaremos. Las consecuencias están a la vista: hemos terminado avergonzándonos de lo propio e importamos innecesarios productos culturales porque no hemos valorado nuestro paisaje, el suelo en el que deberíamos echar raíces, el terreno en el tendríamos que desarrollar nuestras relaciones comunitarias y que podríamos disfrutar todos juntos.
Y este respeto empieza por nuestro pequeño granito de arena, por la plantación de mil seiscientos árboles comprados a una empresa de economía social de la Fundación Paideia. Tenemos que tomar conciencia de la importancia de nuestro entorno, de la naturaleza que nos rodea, partir de la biofilia para desarrollar una sociedad sana y orgullosa de sus raíces, para criar y socializar niños vitales y felices. De lo pequeño a lo grande, sin cejar en el empeño de avanzar conociéndonos y respetándonos a nosotros mismos. El jardín de nuestra nave industrial, el aprovechamiento que hacemos mediante placas solares de esta energía renovable o la recuperación y reutilización de aguas pluviales; pequeños ladrillos en la construcción de un entorno sostenible, vivible y más acorde con nuestra propia condición.
Muy sabia fue la respuesta de Cunqueiro, porque si no encajamos en nuestro paisaje seremos una sociedad deprimida, carente de la más elemental autoestima. De poco nos van a servir los psicólogos mientras descuidamos nuestro paisaje.
El paisaje es consecuencia de unos usos y una cultura que fue modelando a lo largo de generaciones el territorio. El paisaje es bello, -si el ojo educado del espectador-, aprecia que funciona, que los usos que lo trasformaron han encontrado un equilibrio sostenible. Un velero es bonito si navega bien, y en ese sentido, para descubrir entre todos los demás, aquel que funciona, es preciso conocer unos mínimos rudimentos de hidrodinámica. Por esa razón, es tan importante la educación que nos otroga la facultad de desvelar la belleza.
ResponderEliminarEl problema es que muchos ya no nos podemos ni plantear eso del disfrute del pisaje; al menos en la mayor parte de los núcleos urbanos. Todo lo que ves son edificios o asfalto. Para comprar un piso, una buena vista es el simple hecho de no ver el edificio de enfrente a escasos metros o que te entre luz en las habitaciones.
ResponderEliminarSe permite la degradación del paisaje porque ya no se valora y no considera como propio, de todos nosotros. Está ocurriendo con todo lo que pertenece al "común", ese antiguo concepto, lo que es de la ciudadanía, lo público, en términos más actuales. Entre ello, el medio ambiente urbano y el natural, la convivencia social (abandonada en manos de los administradores de los público). En el ámbito urbano y en los nucleos rurales es necesario recuperar capacidad de interlocución, de mediación y de decisión desde la propia ciudadanía, desde el asociacionismo por ejemplo, y desde la participación propugnada en las Agendas XXI, que en España salvo excepción se han quedado en poco más que buenas intenciones (en el mejor de los casos).
ResponderEliminarEn los espacios naturales se viene trabajando mucho en la gestión del uso público, y hay pensadores y técnicos con capacidad en la materia. Nos quedan los paisajes rurales, una tierra de nadie, ahí es donde se hace más necesario crear mecanismos de protección del paisaje, el primero y más necesario fomentar la apreciación de la población local y de la foránea, ponerlos en valor, generar empatía y rencontrar una relación afectiva con él para ello puede ayudar enormemente la Educacion Ambiental de calidad y donde la interpretación del paisaje tenga un papel primordial.
Hola.
ResponderEliminarVivo en una gran ciudad, aunque en un barrio no céntrico, y, desde luego, no voy a negar que hay mucha contaminación, ruidos y poco paisaje natural. Pero me gustaría comentar que la desconexión con la naturaleza no es ni implícita ni exclusiva de los 'urbanitas', la concienciación y protección de lo natural no viene solo de las gentes del campo, ni siquiera siempre ocurre eso, y, por otra pare, la convivencia no tiene que ser, en principio, peor en un sitio que en otro. Salgo al campo siempre que puedo, tengo una formación encaminada al estudio de la naturaleza, y creo que generalizar no es bueno y tampoco lo es fomentar la dualidad 'urbanitas'-'rurales', y menos, por cierto, en un blog tan estupendo como el vuestro.
También comentar que no siempre hace falta comprar árboles y de que no vale solo con plantar, hay que conocer el origen de las semillas, qué tratamientos han tenido. Siempre está el recolectar semillas y o bien sembrarlas directamente en campo, si la especie y el lugar lo permiten, o bien tratarlas en un pequeño vivero local, reproduciendo especies autóctonas adapatadas a las condiciones locales.
Saludos.