20 de septiembre de 2010

La Compañía. Una fábula real

Por Manu Iglesias

Algunas veces para explicar un concepto, no hay nada mejor que contar una historia. Unas veces es una metáfora o un cuento y otras una historia real como la que yo ahora tomo.
Esta historia aconteció en nuestra tierra (mejor dicho: como debe ser en nuestra Galicia, aconteció a caballo entre el mar y la tierra)
Quizás este pequeño acontecimiento merecía ser más estudiado, por la misma razón que nos interesa saber las causas de unas utopías perdidas como las células bolcheviques, la comuna de París o los Kibutz.
Se trata de una historia que comienza en Muxía con el descubrimiento del caladero de “O canto”. Fue hace ya cuarenta años gracias a lo que aprendió por el Caribe el señor Jesusíño Insua y su experto conocimiento del manejo de los rudimentarios y escasos aparatos de navegación de la época
Cuando los marineros de Muxía (digo marineros y no pescadores, porque a nuestros hombres de mar no les gusta el segundo término para distinguirse de los pescadores aficionados) descubrieron o Canto, aquello fue una mina de oro que no tenía dueño. Todos acudían día y noche sin parar. Sin dormir, reventando los motores de los barcos para poder calar los palangres antes que los demás los bravos hombres de mar de aquella tierra que cantó Lopez Abente colmaban los barcos de pesca que apenas podían avanzar sobrecargados por el fruto de su faena . Aquello era una riqueza, pero era un sin vivir y además como pronto se llenó la lonja de abundante pescado, los precios cayeron hasta límites que nunca se habían alcanzado. Pasó entonces que aquel tesoro, solo les daba trabajo y calamidades pero poco rendimiento.
Acordaron formar la “Compañía” que duró varios años y estableció un sistema ejemplar y único que no tenía parangón en todas las cofradías de la geografía peninsular.
Toda la venta en lonja se repartía equitativamente entre los barcos, daba igual su tamaño, tripulación o potencia de motor. Si se vendía un millón de pesetas y había 10 barcos, se pagaba cien mil pesetas a cada barco.
La pregunta era... ¿pero se pagaba a todos igual? Entonces era una tontería tener un barco grande, supongo que todos lo tendrían pequeño y ajustado al recurso.
Bueno no fue así: Al administrar el recurso la gente ponía pescado en lonja en función de la demanda del mercado y la compañía autorregulaba sus capturas. Por esa buena gestión se ganaba mucho dinero y todos disponían de grandes recursos económicos. Algunos se destinaron desgraciadamente a “remodelar” el pueblo e invertir en ladrillo lo que sirvió para que se destrozara urbanísticamente Muxía, pero la gente tenía especia interés en que todo el mundo se enterara de su fortuna. Empezaron a comprar barcos más grandes y como me contaba mi viejo camarada marinero Pancho, llegaron a hacer traer el mas caro de los motores marinos directamente de Inglaterra
Pero eso era una tontería ¿porque comprar un barco más grande para repartir el mismo beneficio? Es estúpido. Los gastos aumentan y los ingresos son los mismos. Efectivamente, pero el ser humano además de cubrir sus necesidades básicas necesita el prestigio social y eso lo da en un puerto marinero, el ser armador de un barco grande con un gran motor.
Así siguió funcionando La Compañía pero algunos tomaron el camino de la “carrera armamentista” y otros inteligentemente siguieron usando su barco de siempre, el cual por otra parte era más que suficiente para explotar el recurso.
Al cabo del tiempo, los que tenían un motor mas grande, se dieron cuanta que tenían iguales ingresos y mas gastos y por tanto menos beneficios que los armadores de barcos pequeños y entonces empezaron a presionar y a movilizarse acabando con la Compañía,
Inmediatamente después de anularse aquella regla equitativa, los barcos volvieron a la mar como al principio, compitiendo todos contra todos y en poco tiempo esquilmaron el caladero. Lo que era fuente y maná de riqueza ingente, en poco tiempo se convirtió en erial y los hijos de aquellos bravos marineros se vieron forzados a coger las maletas para emigrar y trabajar de albañiles y camareros en Canarias.

Por desgracia, para ser más que nuestro vecino no pensamos en ser mejor persona, o mas sabio, sino poseer mas símbolos de ostentación.
La de la Compañía es una historia real y una fábula al mismo tiempo, que tiene interés no solo para los que somos de aquí, sino se me antoja que es de interés universal al servirnos para reflexionar sobre la estupidez humana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario en As Salgueiras