12 de mayo de 2017

COLUMPIOS CONTRA LA RUTINA

A través de la página de arquitectura ArchDaily hemos conocido un interesante ejercicio de diseño que muestra cómo la inserción de elementos de juego en los entornos urbanos puede servir para romper las rutinas, ayudar a liberar estrés, humanizar los ritmos de las grandes arterias y propiciar dinámicas de socialización. El punto de partida es muy sencillo: cuando termina el riguroso invierno canadiense, el estudio Daily tous les jours instala una serie de columpios en las paradas de autobús de una de las zonas de mayor tráfico de Montreal. La idea es que, mientras se espera el autobús o se camina por la calle, este elemento atraiga a los peatones para que se detengan un rato a jugar, a columpiarse, rompiendo así su rutina y deteniendo por un momento sus prisas.
Al mismo tiempo, cada uno de estos 21 balançoires (21 columpios en francés) produce, al moverse un sonido musical, una nota. Así la música se convierte en un elemento de promoción de la colaboración espontánea. Quien se sienta en un columpio se ve así animado a armonizar su ritmo, su sonido, con los que producen las personas anónimas que ocupan otros asientos. Por un momento, se rompe así el ritmo tradicional de una gran capital, para abrir un espacio de relax, de ocio y de interacción entre personas que, si no fuera por este elemento, no tendrían estímulos para relacionarse. El juego, estamos convencidos, es tan importante para el bienestar de los adultos como para el desarrollo de los menores.



SWINGS AGAINST ROUTINE
Through the ArchDaily architecture page we have learned an interesting design exercise that shows how the insertion of game elements into urban environments can serve to break routines, relieve stress, humanize the rhythms of the great arteries and foster dynamics of socialization. The starting point is very simple: when the harsh Canadian winter ends, the design firm Daily tous les jours installs a series of swings at the bus stops in one of Montreal's busiest areas. The idea is that while waiting for the bus or walking on the street, this element will attract pedestrians to stop for a while to play and swing, thus breaking their routine and stopping for a moment their rush.
 
At the same time, each of these 21 balançoires (21 swings in French) produces, when in movement, a musical sound, a note. Thus music becomes an element of promotion of spontaneous collaboration. Who sits on a swing is thus encouraged to harmonize its rhythm, its sound, with those produced by the anonymous people who occupy other seats. For a moment, this breaks the traditional rhythm of a great capital, to open a space of relaxation, leisure and interaction between people who, if not for this element, would not have stimuli to relate. The game, we are convinced, is as important for the well-being of adults as for the development of minors.

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