14 de marzo de 2014

¿LA PEOR MADRE DEL MUNDO?

 
¿Dejaría usted que su hijo de 9 años viajase solo en el metro de Nueva York? Seguro que a primera vista, esta propuesta le parece una insensatez. El metro, laberíntico, lleno de gente que se mueve en oleadas capaces de engullir a un chaval, con ruidos desorientadores, la posibilidad de caer a las vías... Eso sin contar el riesgo que supone dejar a un menor solo en el entorno hostil de una gran ciudad. Sin embargo, esto fue lo que hizo, en el año 2009, la periodista Lenore Skenazy. Su hijo Izzy le pidió que le dejara en un lugar donde no hubiera estado antes y que le permitiera encontrar por sí mismo el camino de vuelta a casa. Skenazy le dio un mapa del metro, 20 dólares para imprevistos y monedas para llamar por teléfono. 

La experiencia resultó un éxito y, en torno a ella, Lenore Skenazy escribió el libro Free Range Kids (Niños sin barreras) y fundó un blog del mismo nombre, en el que defiende sus teorías acerca de cómo educar de manera segura a niños con un elevado grado de independencia y confianza en sí mismos, sin volverse loco con las preocupaciones. En el blog, Skenazy insiste en que su propuesta no equivale a dejar a los niños hacer lo que quieran, o a desentenderse de su seguridad, pero insiste en mantener su idea de que "los niños hoy son más inteligentes y están más seguros de lo que la sociedad les hace creer". Por supuesto, la propuesta de Skenazy ha tenido también muchos detractores. Tras el experimento del metro, la periodista es conocida como "la peor madre de América", un título que ella misma reivindica en sus intervenciones televisivas y en sus entrevistas, como las que ha mantenido en su reciente visita a España.

Lenore Skenazy con su hijo
La propuesta del movimiento Free range kids abre una interesante reflexión sobre la infancia, la paternidad y, de manera más genérica, el modo en que percibimos nuestro entorno. Vivimos en un mundo de contrastes extremos. Los niños soldado, la prostitución infantil, el trabajo de menores en condiciones deplorables o las bodas de niñas con hombres que cuadruplican su edad son todavía lacras presentes en muchas sociedades y culturas. En el extremo opuesto, cabe preguntarse si el mundo occidental no sobreprotege en muchas ocasiones a los menores, hasta el punto que acciones normales como hacer la cama, preparar un bocadillo o hacer un pequeño recado en una tienda cercana al domicilio se van relegando cada vez más, retrasándose casi hasta la adolescencia.

En Galicia, como en aquellos entornos de marcada tradición agrícola, nuestros padres y abuelos recuerdan su participación temprana en las faenas del campo, levantarse a ordeñar o a llevar los animales al prado; incluso en el entorno urbano, jugar en la calle, hacer pequeños trayectos solo, ir al mercado, eran actividades relativamente frecuente para los niños hace treinta o cuarenta años, y se han vuelto cada vez más infrecuentes. Como padres, creemos que nuestros hijos pueden navegar solos y seguros por internet, pero los consideramos incapaces de cruzar un semáforo si no van de nuestra mano.



Lenore Skenazy sostiene que vivimos atenazados por el miedo a los crímenes, a los secuestros, a las catástrofes, a los gérmenes, a los accidentes caseros.... En su opinión, el énfasis de los medios de comunicación por las noticias negativas, por los titulares alarmistas, así como el gusto de películas y series de televisión por tramas truculentas, llenas de secuestradores, psicópatas y asesinos en serie, nos lleva a percibir la realidad como más amenazadora de lo que realmente es. Salvo en entornos muy deteriorados o en momentos concretos de guerra o disturbios sociales, los datos reales de secuestros, catástrofes o crímenes cometidos por psicópatas que manejan las fuerzas de seguridad, son siempre menores (afortunadamente) que los que pueblan la imaginación de escritores y guionistas.

Al margen de la filosofía que cada familia adopte a la hora de educar a sus hijo, con mayor margen de control o de autonomía para los menores, el mayor mérito del movimiento Free range kids consiste en su llamada de atención acerca de la necesidad de conocer de verdad el entorno inmediato que nos rodea, en lugar de construirlo con el material incompleto o ficticio que nos suministran los medios y los productos de entretenimiento. Esto vale también para los adultos, que año tras año, vemos como se nos anuncia una nueva epidemia aniquiladora que luego no llega a materializarse, o vemos como se nos alerta del riesgo que para nuestra salud entraña prácticamente todo lo que nos rodea. Como decía un humorista, es cierto que vivir perjudica seriamente la salud, pero en ocasiones el impulso de hábitos saludables amenaza con desembocar en una paranoia. Del mismo modo, la necesidad de proteger a nuestros hijos no debería llevarnos a encerrarlos en una burbuja de cristal o a privarlos, por su seguridad, de experiencias inolvidables como subir a un árbol o ir solos a comprar el pan.



1 comentario:

  1. Esta madre sigue las recomendaciones de Konrrad Lorenz sobre el exceso de protección y la desgracia de la educación antoautoritaria que por evitar la frustración acaba generando millones de frustrados.

    lorenz también decía que suele ser mejor padre un pastor que un catedrático de Pedagogía,

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