23 de octubre de 2015

ESPACIOS PÚBLICOS PARA LAS PERSONAS, NO PARA LOS AUTOMÓVILES

Al margen de sus consecuencias económicas y legales, así como del daño causado a la imagen de seriedad alemana, el escándalo en el fraude de control de emisiones de los vehículos Volkswagen ha vuelto a traer al primer plano de la actualidad la importancia de las políticas medioambientales, retiradas a un segundo plano de la agenda informativa durante los años más duros de la crisis económica. En esta revisión, se está recuperando el debate acerca del papel del automóvil en la organización de la sociedad y el urbanismo occidentales. El automóvil ha heredado la connotación romántica de libertad individual asociada al vaquero que galopa con su caballo hacia la puesta de sol. Todavía hoy la mayoría de las campañas publicitarias recurren a esa libertad como reclamo para incentivar la venta.
Hace unos días, Carlos Moreno reflexionaba en El País sobre la necesidad de construir espacios públicos para todos, al hilo de la celebración, el pasado 5 de octubre, del día del Hábitat. En su interesante artículo, Moreno recuerda que "el reconocimiento actual del papel crucial de los espacios públicos va acompañado de una voluntad de reconquista. Salimos de varias décadas dominadas por el paradigma del coche individual: desde la posguerra, los espacios públicos de las ciudades eran ante todo vías dedicadas a los vehículos de dos y cuatro ruedas. Así pues, asistimos a un cambio profundo: los espacios públicos son redescubiertos por el público, el público urbano, que los hackea y se adueña de ellos para remodelarlos a su imagen". Y también estos días, Pedro Bravo reflexiona en su blog sobre las diferencias culturales entre Occidente y Japón. Allí, es frecuente ver a niños de seis u ocho años caminando solos por Tokyo, volviendo de la escuela o camino de un recado. Aquí, un afán sobreprotector y el peso del tráfico nos lleva a retirar a los niños de las calles, que ya no son escenario de juego y, a menudo, tampoco zona de paso, a no ser que sea bajo la supervisión de un adulto.
Parece claro que la calidad del espacio urbano es inversamente proporcional a la intensidad del tráfico. Quizá resulte utópico o poco realista tomar al pie de la letra los eslóganes de "ciudad libre de coches" de los años 90. O quizá debamos de ser todavía más imaginativos: el reto no consiste en diseñar una ciudad para los coches y luego aplicar medidas para retirarlos; el reto consiste en diseñar ciudades para las personas, niños, adultos y ancianos, e insertar luego el automóvil individual sólo en la medida en que éste se ajuste a ese diseño, sin pervertirlo o sin dañar la habitabilidad.

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