29 de julio de 2016

¿Y SI DEJAMOS DE ESTUDIAR A CERVANTES?

Dentro de las nuevas corrientes de análisis crítico del sistema educativo, la voz del estadounidense Roger Schank (1946) resulta una de las más radicales en sus propuestas. En una entrevista reciente en el diario El País, Schank dejaba algunos ejemplos de su capacidad para la provocación: "Es un error estudiar a Cervantes y a Shakespeare, no te ayuda un segundo en tu vida", "El álgebra es como una religión y no enseña a pensar", "Mi interés real es destruir el sistema educativo". Unas declaraciones que desdeñaríamos sin más si no tuviésemos en cuenta el curriculum personal de quien las pronuncia. Roger Schank estudió en la universidad de Texas, pasó luego por la de Stanford y fue uno de los principales responsables del programa de inteligencia artificial de la de Yale. A principios de los 90 fundó el Institute for the Learning Sciences en Chicago, una empresa en la que le acompañaron 25 profesores de Yale. Desde entonces, ha seguido trabajando en campos como la psicología cognitiva, la teoría del aprendizaje y la reforma educativa.


Con un estilo muy americano, Schank reconoce que quiere "acabar con el sistema educativo" para beneficiar su nuevo proyecto, una escuela online global con más de 500 programas de formación que ofrece de manera directa a los estudiantes. "Ya no quiero trabajar con universidades porque son incapaces de romper con el sistema de las clases magistrales y los exámenes". Schank reivindica la necesidad de revisar el actual sistema educativo. Sostiene que en Estados Unidos, el curriculum académico de la escuela se fijó en 1892, por parte de un presidente de Harvard que no analizó las necesidades formativas de los niños, sino que reprodujo, a escala escolar, las materias que se ofrecían en Harvard. "Su intención era hacer la vida más fácil a los profesores de la universidad". Schank cree que buena parte de los contenidos educativos responde a los gustos de las élites intelectuales del XIX y deben ser revisados. "Cómo es posible que en las escuelas no se estudie programación o ingeniería medioambiental?". También critica el método habitual de clase magistral. En su opinión, el cerebro retiene mejor la información en un formato dialogado, en un modelo de conversación en el que cada interlocutor alterna intervenciones cortas, no escuchando durante horas monólogos en los que no participa. También defiende el sistema de aprendizaje por experiencia, "haciendo, intentando, equivocándose, corrigiendo".


Como tantas figuras americanas, la trayectoria de Roger Schank admite diversos análisis. Intelectualmente brillante, tiene un perfil empresarial y de marketing personal que en Europa nos genera recelos. Algunas de sus opiniones parecen un ejemplo del neoliberalismo extremo norteamericano; de hecho, Schank colaboró un par de años con la Trump University, un proyecto del actual candidato republicano que se clausuró envuelto en varias demandas y que, según algunos, era solo una oferta de cursos de precio astronómico sin refrendo académico real. Pero al margen de los aspectos polémicos, las palabras de Schank nos llevan a pensar en cuestiones que con frecuencia nos resistimos a abordar. Cómo equilibramos el carácter práctico de la educación con la necesidad de preservar una determinada herencia cultural? Cada cuánto tiempo deberíamos revisar los contenidos para incorporar nuevas materias y desechar otras? Cómo podemos avanzar en un modelo de aula que favorezca la participación e incite a los niños a descubrir, a hacer, a intercambiar? En su página web, Schank dice que "el aprendizaje se produce cuando alguien quiere aprender, no cuando alguien quiere enseñar". Quizá el error sea intentar enseñar a Cervantes sin proporcionar elementos para desear conocerlo.




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