21 de julio de 2011

Diseñando juegos infantiles en Galopín Parques

Por Pablo Gallego

Los procesos merecen ser explicados, de ellos se aprende y con ellos adquirimos y transmitimos cultura.
El diseño de juegos infantiles no es tan sencillo como pueda parecer a simple vista. A las dificultades habituales de cualquier elemento que se va a construir, como un diseño eficiente y atractivo, durabilidad, facilidad de transporte y de montaje, etc. se le añaden otros condicionamientos como los normativos, la jugabilidad, los aspectos pedagógico y sociológico o la seguridad, entre otros.
 
Partiendo de la premisa de una intervención en área natural, se precisaba un proyecto muy cuidadoso con el entorno, donde los juegos infantiles se integrasen perfectamente en la naturaleza y permitiesen al niño descubrir el juego de forma implícita, sin indicaciones evidentes.

El proyecto en Goian demandaba un cierto carácter anónimo, es decir, que no se podían considerar juegos infantiles de la misma manera que en un entorno urbano. Todo el proyecto gira en el empeño de evitar esto, anulando cualquier tipo del mal llamado mobiliario urbano, como por ejemplo, unas barandillas que indiquen una escala de lo conocido. La presencia de una fortaleza y un paisaje tan espectacular como el del Baixo Miño obligaba a un cierto anonimato para reforzar estas preexistencias.

Asimismo, otra de las preocupaciones principales se centraba en crear juegos que nos devolvieran a la infancia, donde en un bosque con un par de troncos se creaba todo un mundo. Tal vez sea pretender mucho, pero la idea era evitar la direccionalidad o determinación de algunos juegos, que obligan a todos los niños a interactuar de la misma forma. La intención ha sido generar en los niños la pregunta de cómo jugar con los distintos elementos, incitarlos a probar y descubrir, resolviendo esa duda con la recompensa personal del descubrimiento y la sorpresa.
 
Desde los primeros bocetos, se consultó al equipo técnico de Galopín visitando su taller para un análisis de las posibilidades teniendo en cuenta materiales y normativa. El contacto con los artesanos y los técnicos en el taller fue dando forma a un trabajo culminado con la visita de mi hijo; él fue el que probó los juegos recién salidos de taller y sus reacciones e impresiones acerca de ellos nos dieron las claves para mejorar el diseño.

Un niño jugando siempre es la mejor prueba de la calidad de un diseño y de sus posibilidades lúdicas.

3 comentarios:

  1. Interesante.

    Pero no entiendo por qué el mobiliario urbano está mal llamado. Una cosa es que a un entorno natural no le favorezca el mobiliario urbano, y otra que la expresión “mobiliario urbano” sea impropia para referirnos a bancos, farolas, etc.

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  2. Los juegos de Pablo se realizan en materiales tradicionales, con técnicas de gran sencillez constructiva y se ubican con gran libertad en la zona, así, quedará el espacio natural como protagonista, sin acotaciones ni artificios urbanísticos que lo enmascaren.
    Así es como él recordaba los juegos de su infancia.
    Por cierto,gracias Teo por transmitir tus opiniones y sensaciones con los juegos.

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  3. He podido ser testigo de parte del proceso. Me parece destacable el interés que ha puesto Pablo en respetar las cualidades del material, sin enmascararlas ni tergiversarlas, dejarle mostrarse tal y como es; así como la decisión de trabajar en un espacio natural integrándose en él, sin afán de protagonismo, pero exigiéndose lo mejor en el diseño, elaboración y acabado de las piezas, incluídos los aspectos de seguridad. También su voluntad de no querer imponer a los niños una actitud o forma determinada de uso, sino propiciar su libertad de juego.
    Todo esto me parece ejemplar.

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