24 de enero de 2014

LA POLÉMICA DE LA GUADUA

En los últimos meses se ha renovado en Colombia el debate en torno al uso y explotación de la guadua (Guadua angustifolia) una planta de la familia de las poáceas, de aspecto semejante al bambú. La guadua es una de las plantas emblemáticas del entorno andino y su uso se documenta desde hace casi 10.000 años. En Ecuador se han encontrado vestigios del uso de la guadua en construcciones de 9.500 años de antigüedad, y en las culturas precolombinas de la zona resulta omnipresente en viviendas, puentes atirantados, embarcaciones, flautas...
 
Puente tradicional construido con guadua

En la actualidad, uno de los grandes defensores del uso de la guadua como material constructivo es el arquitecto colombiano Simón Vélez. Vélez es uno de los autores del proyecto del Crosswaters ecolodge & Spa, un hotel chino construido con materiales biodegradables en la reserva natural de Nankun Shan, cerca de la ciudad de Guangzhou. Vélez, que ha trabajado con el bambú asiático considera que "“más del 50 % de los pisos de madera que se comercializan en el mundo son de bambú chino y Colombia tiene la guadua que es un bambú de mucha mejor calidad y es mucho más fino que los bambúes asiáticos". 

Puente diseñado por Simón Vélez
Vélez, como algunos empresarios colombianos, considera que la legislación medioambiental de Colombia que rige las normas de explotación de la guadua, y que se remonta a 1974, se ha quedado obsoleta, y no tiene en cuenta lo que hoy se sabe del ciclo biológico de esta planta, que fue descrita por primera vez por Alexander von Humboldt y Amadeo Bonpland en 1906. Para empezar, los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de clasificar la planta. Según la legislación vigente, la guadua es un recurso forestal no maderable; su explotación debe supeditarse al impacto que su tala pueda causar a los ecosistemas. Sin embargo, Ximena Londoño, taxónoma y directora de la Sociedad Colombiana del Bambú, cree que la guadua es en realidad una gramínea, que debe considerarse como un pasto y, por ello, como un recurso agrícola renovable.

La guadua también se aplica al diseño de juegos infantiles
En la actualidad, solo un 2% de la guadua procede de sembrados, mientras que el resto crece en humedales naturales. Los partidarios de mantener la protección vigente consideran que abrir la explotación acabará con estos ecosistemas; algunos expertos como Londoño consideran que está ocurriendo lo contrario, que la legislación actual dificulta las plantaciones y favorece la explotación semiclandestina de los humedales, abocando así a su desaparición.

Para Simón Vélez, la explotación racional de la guadua puede ser un elemento clave para frenar la explotación de los bosques tropicales. Junto con las propiedades constructivas (pruebas del Instituto Alemán de la Construcción atribuyen a la guadua una resistencia de 400 kilos por metro cuadrado)  Vélez recuerda que el ciclo de crecimiento de la especie es muy rápido, de 4 a 6 años, con un declive de los guaduales a partir de los 10. De hecho, los partidarios de la explotación racional la consideran un elemento capital para garantizar la pervivencia de unos ecosistemas inestables, en los que si no se poda y desbroza, las plantas que han terminado su ciclo impiden el crecimiento de brotes nuevos.

Interior de iglesia. Simón Vélez
La polémica en torno al uso de la guadua queda resumida en este reportaje publicado en Semana, y la revista Travesías cuenta con una extensa entrada dedicada al hotel Crosswaters, por el que Vélez recibió el premio American Society of Landscape Architects. En todo caso, el debate puede servirnos no solo para profundizar en el modo en qué recursos tradicionales, con miles de años de uso, pueden emplearse en la arquitectura de vanguardia, sino para recordarnos que la defensa de la naturaleza y el diseño de fórmulas de protección medioambiental, deben actualizarse de la mano de los conocimientos científicos. Y nos replantean algunas preguntas de respuesta compleja ¿Es la prohibición la mejor forma de preservación o fomenta el mercado clandestino? ¿Cómo medimos la racionalidad, la sostenibilidad, una vez que abrimos la puerta a la explotación industrial?


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