4 de enero de 2014

TOBOGANES DE HIELO


Con la llegada del invierno, ciudades como Sapporo (Japón), Quebec (Canadá), Harbin (China) o Holmenkollen (Noruega) se convierten en capitales mundiales de los festivales de invierno. Deportes como el ski o el patinaje, actividades folclóricas o la construcción de espectaculares esculturas de hielo son algunos de los elementos comunes de unos eventos que generan un importante flujo de turistas y dan lugar a imágenes impactantes como las de la ciudad de hielo de Harbin iluminada por la noche.



El uso de un material de construcción inusual, como el hielo, la disponibilidad de amplios espacios libres y el carácter efímero de las estructuras, destinadas a durar solo unos días, confiere su peculiar sabor a estos festivales, cuya estética mezcla elementos del kitsch y el pop o de las exposiciones internacionales, con un componente onírico, irreal y la curiosa sensación sinestésica de ver solidificadas algunas formas asociadas habitualmente a los flujos de agua.


Es el caso de los toboganes de hielo, juego estrella de estas citas, incorporados como elemento de muchas esculturas y edificios, a los que se asciende por peldaños tallados en la nieve solidificada y de los que se desciende lanzándose por una rampa. Desde las pendientes más modestas, por las que niños y mayores se deslizan sobre cámaras de neumático, flotadores o trineos, hasta las espirales más elaboradas, los constructores rivalizan a la hora de proponer a los visitantes trazados de un planteamiento similar a los que se construyen en los parques acuáticos, pero de recorridos infinitamente más largos.



Más allá de su carácter lúdico, estos juegos suponen un interesante ejercicio de estilo. Por unos días, el diseñador se salta las limitaciones que rigen la planificación de juegos en el espacio público. El carácter efímero, el coste cero del hielo, sus propiedades a la hora de facilitar el deslizamiento (siempre contando con la ropa y las protecciones adecuadas) permiten desarrollos que serían inviables en madera y metal. Curvas, zigzags, espirales y pendientes vertiginosas proponen al usuario una sensación de velocidad cercana a la ingravidez. El juego crece, se desborda y ocupa un espacio del que no se puede disponer en los entornos urbanos o en los parques. Sin duda, algunos de estos ejercicios pueden aprovecharse luego en la realización de proyectos permanentes. Algo similar a lo que ha ocurrido con los toboganes cerrados en espiral, hoy incorporados como elemento habitual en los parques, que nacieron en los recintos acuáticos. Y aunque es cierto que esta hipertrofia resultaría muy poco práctica si se convirtiera en elemento permanente de una ciudad, resulta innegable el encanto de poder recorrer un paisaje que parece sacado directamente de uno de los sueños del pequeño Nemo, el personaje de cómic de Winsor McCay.








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