1 de octubre de 2013

La vuelta al cole, la vuelta al juego





El inicio del curso escolar marca para las familias de 7 millones de estudiantes el arranque de un nuevo año. Tras el descanso estival, los padres vuelven a preocuparse por los libros, el material, los uniformes. El inicio de la guardería, el final de primaria, la llegada al instituto… todas las etapas generan sus propias inquietudes, diferentes y a la vez parecidas. Las matemáticas, el inglés, la necesidad de acertar en una formación que prepare en lo personal y siente las bases de una futura carrera profesional.

Sin embargo, corremos  el riesgo de que la preocupación por el estudio, por lo académico o por las actividades extraescolares nos lleve a relegar una necesidad básica en el desarrollo y la formación de los niños: el juego. Ahora que escasea el tiempo libre y que los días se vuelven grises o lluviosos, es cuando debemos pensar cómo y dónde van a jugar nuestros hijos, nuestros alumnos, durante los nueve largos meses que dura el curso. ¿Es adecuado el patio del colegio? ¿Tenemos cerca un parque o un espacio en el que puedan jugar con el menor riesgo posible? ¿Qué tiempo reservamos al día para el juego?

Junto con la preocupación por la formación académica, la apuesta por las actividades extraescolares (un idioma, un deporte, un instrumento) lleva en muchas ocasiones a sobrecargar la agenda diaria de los más pequeños, que acaban “trabajando” más horas que los adultos. Sin duda, la práctica de una actividad artística ayuda al niño a relajarse de la jornada escolar; el deporte es una fuente de valores y de bienestar en la lucha contra el sedentarismo; y aprender un idioma puede ser una experiencia tan divertida como fascinante, ya que descubre una nueva manera de ver el mundo.

Pero el desarrollo de los niños no puede centrarse solo en la asistencia, como alumnos, a actividades regladas en las que una serie de adultos los guían, les preguntan, gestionan su tiempo o sus respuestas. Es imprescindible para el desarrollo que los niños dispongan de tiempo para jugar libres, para jugar con sus iguales. Para organizar su juego, descubrir nuevas reglas, dejar volar su imaginación y evolucionar bajo la tutela de adultos que velen sólo por su seguridad, sin inmiscuirse en sus procesos de interrelación. A diferencia de lo que ocurre después, en la vida de los adultos, en el juego libre, la forma de los objetos no prefigura su función. Un palo puede ser un bastón, una espada o un bate (de béisbol o billarda). Un tobogán, la salida de un gran premio, una montaña que escalar o un trineo en el que bajamos todos juntos. Jugar es siempre crecer, descubrir el mundo y, sobre todo, descubrir recursos propios, físicos y psicológicos, que a veces no llegan a utilizarse del todo en la escuela.

Por eso, porque se acabó el verano, porque empieza el curso, porque hay tanto que estudiar, septiembre tiene que ser el mes del juego, el momento de recordar que una de las cosas más valiosas que podemos darle a un niño es, simplemente, tiempo para jugar y lugares adecuados para hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario en As Salgueiras