14 de agosto de 2014

DEPORTE, JUEGO Y CAMBIO CULTURAL

La publicación especializada norteamericana ESPN publicaba hace unos días un artículo acerca de un cambio de tendencia sociocultural que está provocando la desaparición de las canchas callejeras de baloncesto asociadas a los parques públicos. Como los moteles de carretera o los restaurantes de comida rápida, las canchas urbanas de baloncesto forman parte del imaginario popular norteamericano. Con sus canastas de cadenas y sus graderíos más o menos improvisados, estos equipamientos suponían un punto de encuentro de adolescentes y jóvenes. Un lugar en el que quedar, en el que practicar deporte, en el que plantear retos y desafíos... De manera especial, para los jóvenes afroamericanos de los barrios menos favorecidos, las canchas eran muchas veces la única forma de ocio disponible y un posible trampolín hacia el deporte universitario o, en algunos casos, hacia una carrera profesional. En su mejor momento, las canchas urbanas se convirtieron en dinamizadores y definidores de la identidad de un barrio, y reunían a vecinos de todas las edades en torno a su actividad.



Myron Medcalf y Dana O'Neil, autores del artículo citado, señalan que en la actualidad, los jóvenes empiezan cada vez más pronto sus carreras deportivas. Y que por motivos de seguridad y de preocupación por las lesiones, los propios entrenadores aconsejan la práctica del deporte en suelos de parqué, en campus o escuelas regladas y controladas que permiten orientar y seguir la actividad de los menores de manera continuada. Como consecuencia, las canchas urbanas están cayendo en desuso y, en algunos casos, están siendo suprimidas o su mal estado impide de hecho utilizarlas.



Juego y deporte son actividades diferentes, pero comparten valores comunes como la necesidad de cooperación, el respeto al otro o el valor de la actividad física. Durante la infancia, es importante fomentar el juego libre, facilitar a niños y niñas un entorno controlado en el que puedan organizar por sí mismos sus actividades, sus juegos, sus valores. Pero pronto el juego libre (el "play" de los ingleses) se organiza en determinados juegos reglados (lo que los angloparlantes distinguen como "game") de los que los deportes constituyen una parte fundamental. Desde un punto de vista pedagógico, conviene destacar los valores de combinar en los parques las zonas de juego libre con las instalaciones deportivas. Porque el desarrollo de jóvenes y adolescentes no sigue un patrón lineal, del juego libre al deporte, sino que se producen continuos intercambios entre ambos. Los mismos niños que juegan al fútbol en un equipo reglado, en una liga escolar, improvisan juegos cada vez que encuentran un espacio que sirve de portería. Y en muchas canchas de baloncesto, el juego se organiza en torno a una única canasta, tomando como base las reglas tipo, pero desarrollando también nuevos juegos. "Un 21", "un rápido", "un mundial", "penaltis"... la imaginación de niños y adolescentes no abandona la capacidad de crear una vez que entra en una cancha, y por eso conviene que el diseño de los parques mantenga el valor del deporte como complemento del juego, y como fuente a su vez de ideas para desarrollar juegos nuevos.

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