12 de diciembre de 2014

EL ACECHO DE LA SOLEDAD

Todos los años, por estas fechas, psicólogos y sociólogos nos recuerdan que la Navidad es un momento del año en el que aumenta el riesgo de que se presenten casos de depresión. Para unos, el carácter familiar de las fechas hace más hiriente la ausencia de los que ya no están. Hay también personas que rechazan de plano el tono consumista, un tanto hollywoodiense, de fiesta y luces por obligación; para ellos el mensaje navideño supone una exigencia de felicidad que no se sienten capaces de cumplir. Y por último están aquellas personas que se han quedado, o se sienten, solas, sin lazos familiares, lejos de sus amigos. En muchas grandes ciudades, ONGs y simples particulares organizan ya cenas navideñas de desconocidos que deciden compartir su soledad para dejar de estar solos.

Detalle de la vivienda de un hikikomori
Y mientras unos luchan contra una soledad no deseada, los mismos psicólogos y sociólogos alertan estos días del auge en nuestro país de un fenómeno contrario, el de quienes buscan la soledad de manera compulsiva, incapaces de mantener una relación normal con el entorno que les rodea. Los hikikomori, jóvenes obsesionados con los videojuegos y las redes sociales, que se encierran en su cuarto y pasan largas temporadas sin salir a la calle, pegados al teclado y la pantalla del ordenador, nació hace ya algunas décadas en Japón, como consecuencia no deseada del desarrollo tecnológico nipón desde la década de los 70. De hecho, el término se empleo por primera vez con carácter científico en 1986.

Desde su lugar de origen, este trastorno se ha ido difundiendo por el mundo, aunque los propios expertos reconocen que su tipología lo vuelve difícil de detectar. En España, un estudio reciente del Hospital del Mar de Barcelona recoge 164 casos, que arrojan el perfil de un varón de 36 años que llega a permanecer aislado hasta 39 meses, o sea, más de tres años. En muchos casos, este aislamiento surge como consecuencia de otro trastorno previo, por lo que los equipos de atención de estos enfermos deben contar con una formación multidisciplinar para poder detectar la raíz del problema y enfocar el tratamiento. Para evitar que la soledad se convierta en una nueva epidemia del siglo XXI.


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