10 de julio de 2015

CUALQUIER TIEMPO PASADO

El verano es un buen momento para examinar cómo se ha transformado el mundo de la infancia en las sociedades occidentales a lo largo de los últimos cincuenta años. Un cambio especialmente notable en los entornos urbanos. Willie Nelson, presidente de Future Foundation, lo ha resumido de una manera precisa: "Antes se veía a cien niños jugando en una calle por la que apenas circulaban dos coches; ahora hay cien coches en la calle y apenas un par de chavales jugando". Los estudios de Future Foundation analizan, entre otras cosas, modificaciones en las pautas de consumo. En el año 2013 realizaron un interesante trabajo sobre el comportamiento veraniego que demuestran, de manera evidente, la pérdida del juego libre en favor de las actividades organizadas. Así se calcula que una familia media ha triplicado el dinero que dedica a actividades de verano y campamentos, con respecto al presupuesto de los años 60; significativamente, el gasto en ropa de verano para niños se ha cuadruplicado en este período. Y lo más relevante, si en los veranos de hace medio siglo un niño jugaba con sus amigos sin vigilancia paterna una media de 55 veces, hoy, esa cifra ha caído a solo 24 ocasiones.
Como recuerda la periodista Barbara Allen, no hace mucho, el verano consistía en saltar de la cama, engullir deprisa el desayuno y salir en bicicleta rumbo a una nueva aventura, en el parque, en casa de los amigos, en un entorno urbano que era menos hostil y que mantenía una mayor cercanía con lo rural. Con una tranquilidad que hoy nos parece irresponsable, ningún padre se preocupaba por conocer el paradero exacto de su hijo. Antes de la era del móvil y el GPS, se entendía que la comunidad, los vecinos, "le echaban un ojo" a los chavales, asegurándose de que estaban bien. Nadie esperaba que el niño volviese a casa hasta que sintiese la llamada del hambre (y no siempre, porque también se podía merendar algo en casa de un amigo) o el toque de queda de la puesta de sol.

Hoy, los paseos interminables en bicicleta, las partidas de exploración por los entornos rurales limítrofes con lo urbano, la búsqueda de animales en el riachuelo...todo ha ido quedando relegado a un segundo plano en favor de campamentos organizados, actividades complementarias, juego dirigido. Así que ahora que nos acercamos al descanso veraniego, puede ser un buen momento para que padres, educadores y quienes trabajamos con la infancia, releamos las aventuras de Los Cinco, los cómics de Calvin y Hobbes o alguna novela de Philip Roth para recordar algunas de las cosas que le estamos quitando a los niños de hoy en nuestro afán por generar un "curriculum veraniego" tipo que los mantiene ocupados y seguros, pero que los priva de la experiencia maravillosa de la libertad.

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