23 de febrero de 2011

Un reflejo animal

Por Ana Lista Paz


El pasado fin de semana, asistí, junto con mis compañeros de CEFINE, Antonio, Lucía y Serafín, a un curso de terapia asistida con burros organizado por la Asociación A.N.D.R.E.A. Hoy quisiera prescindir de todo dato estadístico y referencias bibliográficas, para compartir con vosotros una experiencia que ilustra la riqueza de la Terapia Asistida con Animales (TAA). En el aula nos esperaba Piña, un simpático y sociable gallo. Se dejaba acariciar por todos y descansaba en el regazo de quien lo quisiese acurrucar. Otras veces vagabundeaba por la sala, con mucha discreción. El segundo día, Piña traía acompañante: su amiga Sara, una perra color canela, de orejas largas, facciones dulces y expresión relajada. A veces se acercaba a nosotros anhelando mimos, nos olisqueaba o descansaba en algún rincón, ofreciéndonos su compañía.

Al principio no entendía muy bien el objetivo de nuestros singulares compañeros de pupitre, al fin y al cabo, ellos no nos iban a hablar de la plasticidad neuronal, ni nos iban a ilustrar la metodología de la asinoterapia. Pero el segundo día ocurrió algo que le dio sentido a todo aquello. Estábamos debatiendo sobre el aspecto económico de las TAA, cuando los ánimos del aforo empezaron a caldearse, incrementándose la tensión en cada palabra. En el clímax de aquel revuelto gallinero, Piña comenzó a cacarear cada vez más y más fuerte, moviéndose agitado por toda el aula, mientras Sara, meneando nerviosamente su rabo, describía círculos alrededor de las mesas. En aquel momento, nuestros compañeros animales eran un fiel reflejo de nuestro comportamiento. Habían captado la mala energía de aquella sala, y nos devolvían lo mismo que les estábamos dando. En un momento, Marcos (un chiquillo de unos ocho años amigo del gallo) dijo: —¡Piña nos está diciendo que hay que cambiar de tema! Los ánimos pronto se calmaron, y todo volvió a la normalidad. Sara se quedó plácidamente dormida en medio de la sala y Piña descansó tranquilo en los brazos de Marcos.

Esta pequeña anécdota es un gran ejemplo de cómo los animales se convierten en mediadores sociales, captando magistralmente nuestra energía, y devolviéndonos lo que reciben. Así, entre humanos, los animales son un nítido reflejo de nuestro comportamiento social.

Sin duda, Piña y Sara tenían mucha cabida entre nosotros.


13 comentarios:

  1. una vez oí que los perros acababan pareciéndose a sus dueños... Me hizo gracia y punto. Pero a medida que vamos llenando el saco de la experiencia, nos damos cuenta de ese concepto teórico de que los animales son el mejor espejo en el que podemos mirarnos. Un perro que te ladra, o por contra se te acerca sigiloso, o mimoso buscando una mano amiga. En el fondo, como muy bien comentas Ana, los animales no nos dan más que lo que reciben. La anécdota que cuentas no está para nada adornada. Los que allí estuvimos tendremos ese recuerdo del curso de por vida. La capacidad que tienen los animales de catalizar nuestra energía es espectacular. Me gustaría compartir también en este foro la experiencia del domingo con los burros, aunque bien vale una entrada. Ese burrito blanco que se ve en la foto "haciendo hipoterapia con Piña" (espero que Antonio no se enfade por este comentario) me calmó mis agitados ánimos del fin de semana con tan sólo un minuto de interacción...

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  2. A lo largo de los últimos días he estado un poco apartado del blog. tenía dificultades para conectarme y poco tiempo para introducir algún comentario con un mínimo de sustancia.

    El martes recibimos la visita de dos miembros de la fundación Meniños y mientas asistíamos a una sesión de hipoterapia nos contaron la misma anécdota. Desde que tengo uso de razón, he compartido mi vida con animales y se han repetido infinitas situaciones como la que describes. la capacidad de los animales para captar la verdadera comunicación expresada con el lenguaje corporal no deja de sorprenderme.

    hoy mismo me enteré de que unos investigadores han identificado un lenguaje básico entre las gallinas. pueden discernir entre una señal de alarma por el ataque de un animal terrestre o un depredador como un águila. En su aparente inexpresiva gestualidad, con poco que se mire, encontramos variadas expresiones y actitudes. Un gallo dominante se pavonea exhibiendo ostentoso sus plumas tornasoladas, mientras que otro sometido, parece perder brillo y lustre. Sus actitudes frente a nuestra presencia nos indican perfectamente que somos transparentes para ellos, aunque ni siquiera nosotros seamos conscientes del brillo de nuestras plumas y oropeles.

    saludos a tod@s

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  3. Pues yo sé de dueñas y dueños que se parecen a sus perros, en el comportamiento, aspecto y hasta en las facciones, A mí se me ocurre que la conviviencia nos va dandos forma, ocurre en las parejas con las mujeres y los hombre, que aunque seamos diferentes de carácter y aficiones hay cosas del compartamiento que con el tiempo acaban coincidiendo, y otro tant pasa con los animales, y nosotros, unos y otros adoptamos algo.

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  4. Completamente de acuerdo Raquel! Manu, esta frase es muy buena: "...aunque ni siquiera nosotros seamos conscientes del brillo de nuestras plumas y oropeles".

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  5. Si los animales captan nuestra "mala energía" y la reflejan en su conducta, si nuestra gestualidad o comunicación no verbal provoca reacciones tan inmediatas en un gallo, ¿qué nos estaremos transmitiendo entre nosotros los humanos con el cacareo mediático, la interminable prisa, la confrontación política o la impersonal presión burocrática a la que nos hemos sometido? Viendo cómo llega a percibir un gallo nuestra conducta, me pregunto cómo nos estaremos influyendo unos a otros sin darnos cuenta siquiera.

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  6. A mi también me ha encantado esa frase Manu. Hay mucho trasfondo en ella. Expresa perfectamente cómo los animales son capaces de aceptarnos hasta donde nosotros mismos no somos capaces de hacerlo. Nos valoran por lo que somos y por lo que podemos llegar a ser con ellos, y no por cómo somos. Quizás ésta sea una de las claves por las que la TAA ayuda a mejorar el autoestima de un gran colectivo de personas. Yo adoro una frase que dice "Quien contempla ve lo que no ven los ojos". Tras mis recientes experiencias con los animales, empiezo a pensar que ellos no nos ven sino que nos "contemplan" y por eso nos aceptan....

    Con respecto a lo que tú comentas Occam, sin duda estoy de acuerdo, pero prefiero darle la vuelta a la tortilla y pensar en positivo. No solo nuestra conducta influye en los demás, sino que influye en nosotros mismos, al igual que lo hacen nuestros pensamientos. Y según nuestro propio estado, así nos relacionaremos con los demás, volviendo al principio… es la pescadilla que se muerde la cola. Por eso prefiero pensar en cómo somos capaces de influir en nuestros congéneres cuando les dedicamos una mirada cómplice, una palabra a tiempo, les pasamos una mano por el hombro, o simplemente, posamos nuestros ojos en los suyos cuando mantenemos una conversación... Prefiero pensar en cómo recibe la otra persona un gesto de cariño, de aceptación o de escucha...Porque yo sé muy bien cómo me siento cuando lo recibo. Al igual que sé muy bien cuanta paz interior me brindaron los burros de Allariz cuando se aproximaban a mi, esperando recibir un cepillado en el lomo o unas caricias en la cabeza... Si aplicamos en nuestro día a día las enseñanzas que nos brindan los animales, haremos la vida un poco mejor a los demás, como los animales nos la hacen a nosotros…

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  7. Por cierto, Piña es el de la foto, ahí Serafín estuvo muy hábil para retratarlo bien guapo!

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  8. Doy fé!!
    Piña no cacareó en todo el curso hasta ese momento, y efectivamente esto sirvió para ayudarnos a cerrar un tema que se había vuelto irritante y nos había atascado. Co-Terapeutas??
    Desde el primer día cuando entró Piña en el aula el ambiente cambió: Rompió el hielo, los alumnos nos reímos, nos relajamos y nos preparó para interaccionar con más cercanía.
    Del mismo modo que describía Levinson como su perro Gingles interaccionaba con un niño con problemas de relación en la consulta; no quiero faltar a la verdad, pero creo recordar que cuando leí sobre esto Levinson explicaba que la primera vez el perro estaba allí por casualidad, entonces observó un potente efecto de mediación en la comunicación que el terapeuta esteblececía con el niño.

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  9. Muy buena entrada, Ana.
    Me parto de risa imaginándome al gallo transitando el aula y armando jaleo cuando el personal empieza a discutir.

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  10. Me está gustando tanto la entrada Ana, muy aleccionadora, de esos sucesos memorables y que nos enseñan bastante, como los comentarios: están saliendo de manera coloquial temas que me parecen bastante profundos. Ana, Lucía y Serafín, habéis tenido el ojo atento para extraer resltados de esa experiencia.
    Me parece interesante además lo que han comentado Occam y Ana, en el sentido de todo (lo bueno y lo malo) que estamos comunicando de manera no consciente las personas, tanto esos aspectos negativos que estamos arrojando al mundo, como la potencialidad de los gestos positivos. Una sonrisa, un apretón de manos, una palmada, en la espalda, un contacto físico amable, o la actitud de charla reposada... es algo que deberíamos tener en cuenta para enriquecer nuestras relaciones. Hay personas que son capaces de crear un ámbito de "buen rollo" en torno suyo, es un don, pero también se puede aprender al menos en parte.

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  11. Todo esto que venís comentando, Ana, Manu, Serafín, me hace relecionar sobre todo lo que nos aporta el contacto y la relación con los animales, y su observación. Es como si la sociedad human estuviese incompleta sin ese vínculo que creo de origen biofílico.
    Ayer por la tarde con mis hijos estuvimos viendo al lado de casa los vuelos (creo que en breve tendrá lugar su cortejo) de dos parejas de águila calzada, que no son muy habituales de ver; aunque no había un contacto directo supuso para todos nostros una experiencia de gran satisfacción poder ser testigos de uno de esas manifestaciones de la vida.

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  12. Gracias por tus comentarios Francisco. Tienes toda la razón. Pienso que la naturaleza y los animales, son tan buenos mediadores sociales, que incluso nos sirven para mediar no solo entre personas que a penas conocemos, sino en nuestras propias relaciones familiares y de amistad. Hacen que podamos compartir momentos especiales que nos acercan y nos unen. El caso que tú comentas de tus hijos es un gran ejemplo, sin duda. Ahora mismo se me viene otro a la cabeza en la misma dirección. En Finlandia conocí a un matrimonio que, a decir verdad, no tenían mucho en común, sin embargo, pasaban buenos momentos juntos porque su hermoso gato negro los tenía muy unidos.

    Como bien has dicho, de forma coloquial, han salido temas muy profundos.Leí en un libro, sobre metodología de la investigación, una frase que me hizo pensar mucho, era anónima:

    "Las palabras rebuscadas sirven para nombrar cosas pequeñas. Las cosas grandes tienen nombres sencillos, como vida y muerte, guerra y paz, o alba, día, noche, amor, hogar. Aprende a usar las palabras sencillas de una gran manera. Es difícil hacerlo, pero dicen lo que tú te propones. Cuando no sepas de qué estás hablando, recurre a las palabras rebuscadas: a menudo engañan a la gente simple."

    Pienso que nos hemos entendido bien hablando entre amigos, con palabras sencillas, de cosas tan grandes como las lecciones que nos dan los animales.

    Un saludo a todos y gracias por los comentarios.

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  13. Esa frase me parece muy acertada, a lo más profundo a menudo le bastan las palabras más sencillas, inluso a veces ni le son necesarias las palabras, con gestos, miradas, silencios... es más que suficiente.
    Y también en que nos escudamos en ocasiones tras fárragos complejos (como esos discursos cargados de términos y vacíos de contenido que nos envuelven cotidianamente).

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