19 de septiembre de 2011

Incendios forestales y salud




Por Francisco Figueroa


Asociamos el final del verano con la disminución paulatina del peligro de incendios, algo a lo que, no obstante, se ha de estar siempre alerta.

Verano tras verano asistimos a las noticias de montes quemados y hablamos de las pérdidas materiales, y lo que es peor, de vidas, y naturales (en Galicia y en el resto de España estamos asistiendo en las últimas décadas a una pérdida preocupante de biodiversidad y paisaje, como se desprende de los datos oficiales). En cuanto al impacto económico que suponen, existen diferentes estudios, entre ellos en el ámbito gallego destacan los realizados en relación a la oleada de agosto del 2006 por investigadoras del IDEGA, Instituto de Estudios y Desarrollo de Galicia y USC pocos meses después, o el más reciente publicado por el CIEF, Centro de Investigación Económica y Financiera de la Fundación Nova Caixa Galicia en el contexto de la Valoración medioambiental, cultural y paisajística de los espacios rurales gallegos; los cálculos más verosímiles cifran el coste económico directo de aquellos incendios entre 248 y 336 millones de euros (ver La Voz de Galicia), aunque, según consta, los costes reales aún serían bastante mayores si se considerasen todos los efectos indirectos, algunos de difícil cuantificación.

Han pasado cinco años desde el 2006 (un verano difícil de olvidar para quienes vivimos aquellos incendios de cerca) y recientemente, con la capacidad de análisis objetivo que otorga la distancia, se ha publicado un estudio realizado por investigadores médicos de la Universidad de Santiago de Compostela (Departamento de Medicina Preventiva) y del SERGAS, participantes en el Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública, CIBERESP y que muestra los efectos en la salud física y psíquica de la población que tuvieron aquellos incendios.

El estudio, publicado en Environmental Health (boletín de artículos científicos especializado en salud ambiental de la editora BioMed Central), complejo y minucioso, se basa en el incremento de consumo de fármacos ansiolíticos, hipnóticos y para enfermedades obstructivas del tracto respiratorio durante y consiguiente a aquellos fuegos, a partir de la incidencia de los incendios y su distribución espacial y temporal por municipios, en comparación al consumo del mismo tipo de fármacos en esos municipios durante el periodo de doce meses antes y después de agosto de 2006, un esfuerzo notable que otorga fiabilidad a los resultados. Se constata un aumento del consumo de fármacos relacionados con enfermedades respiratorias en los meses subsiguientes a aquellos incendios en los concellos afectados por el fuego, en comparación con los que no lo fueron, especialmente entre pensionistas, mientras que los efectos en la salud mental vienen demostrados por un aumento significativo en el consumo de ansiolíticos e hipnóticos en los municipios afectados. Es la prueba científica de algo que intuitivamente es fácil sospechar, que los incendios forestales afectan no solo a la naturaleza, la pérdida de suelo y de biodiversidad, al paisaje y a nuestra economía, sino también a nuestra salud, resultado extrapolable a otros desastres ambientales.

Estos estudios merecen ser difundidos, la conciencia de que los incendios forestales tienen más efectos que el ya terrible de la destrucción del bosque es importante para su prevención.

También nos interesa, mirándolo en positivo, pues nos ayuda a valorar la conservación de los bosques como un elemento crucial para nuestra salud, física y mental, como venimos divulgando a partir de las evidencias y la literatura científica existentes.


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