11 de abril de 2011

Las heroínas de Sálvora

Por Paco Sánchez (vagón-bar)

Unos meses atrás me llamaba un hombre bueno. Somos muy amigos, pero llevamos unas semanas sin conseguir encontrarnos. Él anda muy ocupado en estos tiempos de crisis. Le va bien y los demás lo saben. Muchos acuden en busca de su ayuda. Recibe gente sin parar, porque dice que no quiere esconderse. Hace lo que puede: echa una mano aquí, otra allá. Está socorriendo a personas muy variadas –siempre lo ha hecho–, pero no consigue dejar de pensar en aquellas por las que nada logra hacer. Me dice que se siente como en un naufragio y me cuenta una historia.

Cerca de Sálvora, en la bocana de la Ría de Arousa, el buque correo Santa Isabel se partió en tres la noche del dos de enero de 1921. Murieron ahogadas doscientas trece personas. Pero se salvaron cincuenta y ocho, porque tres mujeres de la isla se hicieron a la mar en una dorna y los arrancaron del agua remolcándolos en cuatro penosísimos viajes. Se las llamó «Las heroínas de Sálvora», pero sus verdaderos nombres eran Josefa Parada, de 25 años, Cipriana Oujo, de 16 y María Fernández Oujo, de 14. Fueron objeto de homenajes, distinciones, colectas ‒algunas nunca llegaron a sus manos‒ y también de mil calumnias. Una de ellas nunca quiso hablar de aquella noche. Le preguntaban sus hijos, primero, y luego sus nietos. Pero ella insistía en un silencio que sólo llegó a quebrarse en el lecho de muerte.

La pobre señora no conseguía recordar a las personas que salvó aquella noche, sino los rostros y las manos de los otros, de los que murieron. Algunos pretendían subirse a la dorna y llegaron incluso a romper el tolete. Tuvieron que golpearles con los remos en los nudillos, para evitar poner en peligro a todos.

11 comentarios:

  1. Impresionante historia, surgida de las costas gallegas, tan bellas y tan proclives a lo épico.
    Aquella mujer, a pesar del bien que hizo, que en lugar de un merecido orgullo no pudo olvidar a quienes hubo de dejar tan dramáticamente, muestra una condolencia enorme.

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  2. ¡Qué historia tan intensa, bonita y triste a la vez! Es muy difícil alegrarse por las cosas buenas cuando hay sufrimiento a nuestro alrededor...

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  3. Hermosa y trágica historia. Creo que lo conmovedor del relato radica en constatar cómo hasta una conducta heroica puede quebrar la existencia de quien la protagoniza. Éticamente, podemos entender que lo que hizo aquella buena mujer fue correcto: impedir que unos desdichados provocaran involuntariamente la muerte de todos. Pero aunque la ética te respalde, ¿quién puede conciliar el sueño después de liarse a remazos con quienes sólo intentaban salvar la vida? Los que pretendían subir al bote poniéndolo en riesgo de hundimiento atentaban gravemente, aun sin culpa alguna, contra la vida de otros. Así que aquella pobre mujer no tuvo otra opción que impedir su acceso a la embarcación y dejarles morir. No podía hacer nada por ellos. Ahora bien, ¿quién puede pensar en sí mismo sin sentir horror a partir de entonces? Es un trauma que no se sofoca ni con teorías éticas ni con terapias. Supongo que sólo Dios puede dar paz a alguien que haya pasado por eso.

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  4. Esta historia de salvamento me recuerda las muchas ocasiones en que los lugareños de la costa gallega auxiliaron a náufragos o dieron digna sepultura quienes perecieron (uno de los casos más conocidos el del naufragio del Serpent, cerca de Camariñas) y también la otra cara de la moneda, la de la balsa de la Medusa (que tan magistralmente pintara Géricault): el abandono a su suerte y a las peores circunstancias de inhumanidad a buena parte del pasaje por los responsables de un barco encallado frente a costas lejanas.

    El pasado a menudo nos da ocasión para pensar sobre el momento presente.

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  5. Por lo que leí en la prensa hace unos años, estas mujeres no tienen en su pueblo ni un modesto monumento. A mí me parece incívico que se homenajee siempre a gente notable mientras las azañas de la gente sencilla terminan el tiempo las convierte en leyendas urbanas o aldeanas. No es justo.

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  6. dicen que la villa de Ribeira posee el titulo de : "muy leal y heróica" gracias a ellas, pero salvo eso, creo que no hay nada mas.

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  7. Creo que por eso es necesario recordar hechos así, casi un deber de respeto no sólo a las personas que han realizado actos tan encomiables sino también a nosotros mismos, su recuerdo supone también la afirmación de la sensibilidad de quienes preservan su memoria. Hablan de parte de lo mejor de la condición humana, incluido el no poder olvidar de la mujer de la historia a los que se quedaron en el mar.

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  8. Es una historia impresionante, muy de actualidad y acorde con lo que sienten en este momento muchas personas.

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  9. Pues me parece muy bien que la aldea sea "muy leal y heróica", pero eso no salda la deuda de reconocer el heroismo de esas mujeres con alusión directa a sus personas. Ahora va a resultar que, contra viento y marea, alguien se comporta heroicamente, vive atormentado toda su vida a consecuencia de ello... y quien se lleva el mérito es el alcalde del pueblo. Vaya plan. Luego alcaldes, políticos y administraciones pedirán que la ciudadanía tome iniciativas y participe. Claro, para que se pongan medallas los de siempre.
    Estoy de acuerdo con Francisco Figueroa: un pueblo que honra públicamente a un vecino virtuoso se honra a sí mismo, porque sabe reconocer lo que merece la pena y lo agradece.

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  10. Alejandro formoso romano8 de julio de 2011, 20:23

    Mi tia abuela fue una de esas valientes mujeres que se adentro en el mar aquel dia,para salvar a aquellas personas...Y RR no solo no tienen ni un misero monumento esas mujeres,si no que en su dia esas familias que vivian en Salvora las hecharon de sus viviendas...si no me engaño hoy en dia esa isla pertenece a un banco,esto es españa...

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