Por Cristóbal Crespo
En As Salgueiras se advierte el rescoldo de una actividad productiva que –espontáneamente o no– ha devenido en una peculiar configuración del paisaje; da la impresión de que hubo en su momento un proyecto paisajístico de corte naturalista que pudo haber sido abandonado o interrumpido.
Los trabajos de Lancelot “Capability” Brown, considerado el padre de la jardinería paisajística inglesa, inciden en el carácter natural del espacio, mediante ondulaciones del terreno, ocultación de los cierres, cinturones de arbolado, estanques irregulares, etc., creando formas paisajísticas muy alejadas del concepto tradicional de jardín. En la tradición paisajística inglesa, la integración de elementos simbólicos, lúdicos o arquitectónicos es una constante: templetes, laberintos, puentes ornamentales contribuyen a focalizar vistas y a cualificar determinados espacios.
La variedad paisajística y de actividades de As Salgueiras es extraordinariamente estimulante. Hay lugares muy intensos, como la pequeña agrupación de casas de mampostería, que conforma la antigua aldea que da nombre al predio, o la peña partida con el roble, que evocan lugares míticos. Con estos elementos y apelando a la imaginación, los mismos griegos significaban un lugar como, por ejemplo, el oráculo de Dódona en Epiro, un santuario ubicado en torno a una peña y un roble en el que las sacerdotisas hacían los augurios interpretando la caída de las hojas del árbol.
Ayer tenía ocasión de acompañar a Cristóbal y a Noemi a recopilar datos para elaborar el plan director de recuperación de la aldea. El texto que insertamos aquí lo redactó Cristóbal hace bastante tiempo, pero mientras movíamos el coche, nos contaba de su boca el mensaje que aquí se transmite. Mirando en lontananza, parecía que lo repetía para él, pues sobre él recae la difícil responsabilidad de marcar las directrices de la recuperación de un espacio tan sensible. Decía que le parecía que un paisajista, hace tiempo inmemorial, había colocado cada piedra y cada árbol en su sitio. El resultado al cabo de los años era perfecto y la intervención tenía que ser reducida al mínimo: limpiar, consolidar y apenas tocar. Estaba muy contento con el día, la luz y las primeras hojas de los castaños. Varias veces expresó que a pesar de la responsabilidad, era un privilegio trabajar sobre aquel lienzo magistralmente trazado por las generaciones que nos precedieron gestionando aquel espacio natural. Mientras tanto Fran, preocupado por el huerto y las especies de fruta tradicional, investiga sobre la ubicación en la antigüedad de las zonas de cultivo y todos soñamos con el día en que podamos convertir todo esto en un I+D que pudiera servir a los jóvenes y profesionales para aprender a respetar y poner en valor lo que de forma sutil se esconde al espectador poco sensible...
ResponderEliminarAdmirado Cristóbal, el otro día le transmitía a otro amigo y colaborador de As Salgueiras, ante su exquisito relato de un paseo por la finca, la expresión de un gran maestro de la doma:
El arte es la perfección de lo sencillo
Es cierto que As Salgueiras tiene la elegancia y naturalidad de un paisaje inglés. Lo comentabamos ayer mientras caminabamos por él. Laderas suaves, grandes claros soleados, zonas de arboles agrupados de gran porte, elementos singulares como las piedras que surgen de la tierra, la presencia del agua, los animales y también la arquitectura.
ResponderEliminarLa imagen panorámica perfectamente parece uno de esos cuadros de paisaje del XVIII, la aldea correspondería a los templos y restos que vinculan a la memoria del lugar.
Estoy segura de que ese sueño Manu, que es del de muchos, se hará realidad muy pronto... el esfuerzo y la ilusión siempre dan sus frutos...nunca mejor dicho, ese huerto por el que Fran se preocupa, ¡rebosará de especies tradicionales!
ResponderEliminarYo soy profana en la materia del paisajismo, pero indudablemente, todos sabemos lo que gusta a nuestros ojos y calma nuestros sentidos… De toda la frondosidad que vi el último día que estuve en As Salgueiras, dando un paseo por la finca, la imagen de un árbol solitario se quedó fijada en mis retinas. Es un árbol majestuoso y robusto y en las ramas de su copa se podría inscribir una circunferencia casi perfecta….esa oscura y enmarañada red de ramas, todavía desnudas, contrastaba con el cielo azul de fondo… Podría pasar horas contemplándolo…
Ese genius loci de As Salgueiras a que todos estáis haciendo referencia explícita o implícita, ha sido el encargado, por medio tanto de la propia naturaleza y sus ciclos como de quienes habitaron el lugar a los largo de generaciones, de dibujar y conformar ese cuadro con que se nos presenta As Salgueiras en sus diversas facetas, capa sobre capa, como un palimpsesto.
ResponderEliminarÉsa es la herencia que hemos recibido y administramos, de la que forman parte los cauces, las sebes, las casa, el molino de agua, el hórreo, el alpendre, los carballos y castaños,... los frutales que aún tenemos, como esa peras urraca un tanto particulares, o las negras de invierno, las higueras... son memoria, teselas de un mosaico, algunas tan singulares como el penedo hendido abrazado de carballos y laureles que nos cuenta Cristóbal, o el castaño que embelesa a Ana.
Hurgando en el recuerdo del huerto que vamos a recuperar me siento un poco como interrogando al espíritu del lugar y sus testigos.
Desde mi ignorancia sobre temas de paisajismo, me ha sorprendido la cantidad de categorías históricas y culturales empleadas para describir un espacio natural: evoca lugares míticos, integra elementos simbólicos, el oráculo de Dódona, jardinería paisajística inglesa... Se dice que después de la Crítica a la razón pura, aunque no todos seamos kantianos, sí somos inevitablemente post-kantianos. Difícilmente eludimos la idea de que la objetividad del objeto se fundamenta en la subjetividad del sujeto, de tal suerte que la descripción de la naturaleza sería un acto discursivo preñado de categorías culturales que expresa la identidad del observador tanto o más que la realidad descrita.
ResponderEliminarSiguiendo con ese razonamiento, de hecho el paisaje es una categoría cultural, un constructo que no existe sin el ojo que lo contempla (a pesar de que intuitivamente acostumbremos a llamar paisaje al territorio). Autores como Agustin Berque o Javier Maderuelo explican que han sido pocas las culturas que han desarrollado un concepto complejo como el del paisaje, fundamentalmente China (opino que cabría considerar y no sólo como mero epígono al Japón), y Occidente a partir de avanzando el Renacimiento. La existencia de tal concepto que requiere al observador para que exista (para que conciba un lugar como paisaje) supone un grado de sofisticación y de aprecio, que dice tanto de la identidad del mismo observador como de nuestra sociedad, lo que ha de ser motivo de reflexión en el momento actual, en que desde diversos ámbitos por un lado se valora el paisaje pero por al tiempo se pierden muchos de sus valores y no deja de sufrir agresiones.
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