Javier Tudela, artista y profesor de la escuela de Bellas Artes, junto a la escultora Olalla Cortizas, en su interés por el espacio público, durante la visita a las instalaciones de Galopín Parques.
El pasado miércoles tuve la ocasión de acercarme algo más al proyecto de Galopín y a la Fundación As Salgueiras. Había visitado la web de Galopín mientras buscaba ejemplos de parques infantiles… Por mi vinculación a la docencia y a la universidad, resultaba sumamente atractiva una empresa que trabaja con una filosofía de investigación abierta y exigente. Me acompañó Olalla Cortizas que trabaja sobre la relación arte y juego gracias a una beca predoctoral de la Xunta de Galicia.
Algunos de mis proyectos como escultor tienen relación con el espacio público y muchas de mis preocupaciones me han ido llevando a proyectos efímeros y a modelos colaborativos de intervención. Por otro lado, en muchas ocasiones he comprobado que cuando la obra, o parte de ella, desempeña alguna tarea –como elemento de mobiliario, luminaria, lúdica,…- está más cerca de un espectador no especializado. Nunca olvido que mi territorio es el del arte, y que en una plaza o en un bosque, o en una playa… los espectadores no esperan encontrar arte; de algún modo la obra se les ha impuesto. No ocurre así en una galería o en un museo. El espacio social, sea urbano o natural –si es posible hablar de algo ‘natural’: no filtrado por nuestra especie, por una cultura- es un espacio que necesita otro consenso diferente al del cubo blanco en el que nos hemos acostumbrado a ser actores y espectadores del arte.
Soy consciente de las dificultades de los modelos de funcionamiento entre universidad y empresa, y también del salto cualitativo que puede suponer encontrar sinergias en nuestras actividades. Hace un par de años escribí unas notas sobre un artículo del comentarista político Moisés Naim en el que se refería a la construcción 'multilateral' en el ordenamiento mundial, a su dificultad. Calificaba el multilateralismo como engorroso, lento y frustrante y, al mismo tiempo, decía, indispensable. Puede ser que la pereza o la falta de visión, tal vez la autocomplacencia, nos impidan ver a los otros y vernos como organismos sociales relacionados con otras especies sociales. Puede ser que nuestra posición dominante en el sistema haya reforzado al mismo tiempo nuestra ceguera y nuestra desconsideración hacia las demás piezas de la máquina. Quizá sea tan perseverante la infidelidad a lo que uno es y representa porque a pesar del monopolio del modelo de búsqueda personal y del éxito individual, la única posibilidad real de existencia es ser y representar algo para otros -pasados, presentes y futuros-, y esto, que muchas veces intuimos, en contadas ocasiones lo practicamos. En el aprendizaje, la experiencia de la construcción de resultados mediante procesos de colaboración es tan engorrosa, lenta y frustrante, como necesaria.
La visita a Galopín no nos defraudó. Recorrimos los talleres y conocimos el proyecto de As Salgueiras; Iniciamos una conversación que abrió las puertas para colaboraciones más concretas. Gracias a todos los que nos recibisteis y a Manu que fue un magnífico anfitrión y guía. El día frio y plomizo no acompañaba… una suerte, porque ya tenemos una excusa para volver en mejores condiciones.
Javier Tudela. Artista y profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo
Muy interesante y acertadada la reflexión. Es importante entender que pese a la complejidad de la ecuación individuo-colectivo/sociedad, ambas son indisolubles, y como muy bien apunta el profesor Tudela, necesarias en su sentido más puro, es decir, que no puede ser de otra manera.
ResponderEliminar