28 de noviembre de 2012

Kafka en Praga


Reloj de Praga

Para contar nuestra actividad en el ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa, fui invitado a Praga a una conferencia que reunía a importantes organizaciones sociales y empresariales.
Recuerdo de la ciudad de Kafka sus refinados cafés, los coches de caballos paseando turistas por las plazas, las gabarras del río arriba y abajo, los Palacios de la opera y las tiendas de artesanía en donde se vendían marionetas. Me preguntaba si aquella afición de los checos a los monigotes, tenía algún paralelismo con la vida del hombre moderno sometido a la tiranía de invisibles hilos que conducen su conducta.
Pisando las adoquinadas calles de Praga y elevando a vista a sus ordenados edificios pensé en Kafka y en la importante influencia del entorno en la obra de un escritor. Cada ventana en cada planta expresaba una escala jerárquica. A mayor rango, más adorno filigrana y boato, en el piso superior, propiedad de alguien de condición más humilde se simplifica el ornamento. Todo ello conviviendo en aparente armonía dentro del mismo edificio. Los puentes, las calles empedradas, las iglesias, las recoletas plazas, cada una para una clase social, cada una en su sitio. El hombre no puede usar su inteligencia para escapar a ese orden inexorable y su único destino es la resignación asumiendo mansamente la alienación. Allí comprendí esa pulsión o ansia de escapar al orden establecido de las cosas, de la burocracia, del estado, del control religioso y paterno, del destino que nos tienen marcado.
Kafka es coetáneo de la corriente dadaísta de la que Tristan Tzara -figura central del movimiento- decía que los dadaístas eran libres y no compartían ningún dogma, simplemente compartían una sensación de asco. (Que en aquellos jóvenes artistas provocara la confrontación del catorce). La ensoñación se hace iconoclasta y con una actitud nihilista se revela contra la realidad y a todo principio de autoridad. Quizás el sustrato del realismo mágico esté abonado por este asco que ahora podría volver a estar de actualidad.
Pienso que no es poca la gente que siente un profundo “asco” frente a la situación mundial que vivimos actualmente. No es una época buena, ciertamente, pero tal vez esto sea también una prueba para nuestra capacidad de vida y de pensamiento. Volver a ese “asco” primordial, para pensar y para vivir.
El anciano reloj de Praga acumula seis siglos de vida advirtiendo sin desmayo a los efímeros mortales: Carpe diem - Tempus fugit. Mientras tanto los turistas hacen cola para sacarse fotos a sus pies. Con las prisas del conejo de Alicia en el país de las maravillas, corren a comprar marionetas en las tiendas, cargados de bolsas de regalos inútiles poseídos por una fiebre consumista como escarabajos afanados en acarrear su propia bola de estiércol.

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