28 de marzo de 2011

“La ciudadanía es el fin”

Por Noemi Basanta

Cuando se realiza una intervención urbanística todo culmina con una inauguración. La gente comienza a usar ese lugar nuevo que se ha creado en la ciudad (generalmente en suelo con una importante historia vecinal detrás). Pero es cuando se oyen las voces de la ciudadanía que está en ese lugar a diario cuando podemos valorar la intervención.

Esto es lo que ha ocurrido con el Parque de Oza en A Coruña. El parque está repleto de vitalidad: niños recorriendo los juegos con gran dinamismo, algún adulto introduciéndose con su hijo en un juego, una señora deja las bolsas del supermercado en el suelo y se sube a un carrusel, en el juego Prometeo los jóvenes ayudan a los más pequeños a balancearse…

Los medios han reflejado el reconocimiento vecinal que tiene el parque infantil de Oza, con sus elementos lúdicos únicos y originales, a la vez que muy dinámicos, diseñados para la integración de las personas de todas las edades y para que los niños se socialicen. El parque contiene elementos que fomentan la interacción, evitando el aislamiento de las personas.

Lo importante es la experiencia del parque que tiene el vecindario: los árboles, el cielo, las personas, el césped donde tumbarse, la visión desde el mirador superior, etc. Los elementos no compiten con el entorno. Los juegos son tan sutiles que son casi transparentes, sin perder su capacidad de juego. Son esculturas vivas, accesibles a la gente, que se tocan y tienen un uso social.

Los juegos infantiles aportan a uno de los parques más importantes de la ciudad movimiento, integración con el entorno, elegancia y robustez. Como recoge El Ideal Gallego, son los propios ciudadanos los que han opinado: “Las instalaciones de Oza, que se abrieron el año pasado, son las que más se valoran”.

Prometeo en el Parque de Oza (A Coruña)

8 comentarios:

  1. No he estado en ese parque, pero por las fotos que veo en Internet parece muy diáfano, muy imbricado en el lugar. Y los postes esos en los que se suben y balancean los niños deben ser muy divertidos para todos los públicos. Cuando vaya a ese parque pienso subirme en ese columpio aunque murmuren las señoras. Seguro que los niños no tienen ningún inconveniente.
    Me pregunto si botellones, vandalismo urbano, etc. no esropearán el parque. Con la nueva ley del tabaco en vigor la cosa está muy fea.

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  2. El balanceo en Prometeo es algo indescriptible, una gozada; como adulto te devuelve a lo mejor de aquellos juegos espontáneos de la infancia, en que gozábamos no sólo con los toboganes y columpios o subiendo a un árbol, sino también con todo lo que se encontraba a mano. Sólo con subirte a Prometeo es que ya sonríes, es inevitable. Y para niños y adolescentes, os podéis imaginar...

    Pero tanto como eso destaca el diseño, escultórico y minimalista, que no entorpece la mirada y el disfrute del espacio: en el medio urbano, en las plazas públicas (lugar de socialización, de encuentro intergeneracional, lúdico, de ocio y relax... de los ciudadanos) necesitamos espacios abiertos y que incluyan arbolado (en Oza hay buenos ejemplares, como los de la foto pequeña), zonas verdes y elementos de calidad en todo el diseño, también en el mobiliario urbano y dotaciones como parques lúdicos; cuando eso se consigue, la ciudadanía lo valora, de manera consciente y también con la mejor prueba: su uso. Es una de las tareas pendientes del urbanismo y del diseño de espacios públicos. Prometeo colabora en esta labor, es un elemento sutil, con presencia no impositiva, casi transparente, pero muy efectivo como eje de integración espacial, y un desafío a disfrutar de él.
    Es fantástico que les guste a los vecinos donde se coloca, como en Oza.

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  3. Una de las cualidades de Prometeo es su condición de intervención en el espacio público, como instalación escultórica, pero que tiene un uso, aunque esto parezca contradecir el concepto kantiano de lo estético como algo suficiente en sí y sin necesidad de una utilidad. Creo que es bueno, y más en los tiempos que corren, que determinadas obras conjuguen su sentido artístico/estético con una función que al tiempo trascienda la estética y entre en otros ámbitos de la esfera social, más allá de la simple "decoración urbana" a que se ven sometidas habitualmente las piezas escultóricas en el ámbito público, o no digamos el carácter de cachivache depositado en una esquina o rotonda, que por lo general no sirven más que para afirmar el carácter de "no-lugar" de esos espacios. Ese actuar en lo social, concebir piezas con las que la ciudadanía interactúe, permite superar la barrera del arte, cada vez más autoreferencial; eso también es "accesibilidad" para todos: colaborar a la mejora estética del medio urbano y llevar el arte sutilmente y de manera no elitista a la gente.
    Es algo que supo hacer muy bien Isamu Noguchi, un escultor, arquitecto y paisajista que entre otras cosas creó parques y esculturas que eran, además, juegos.

    En Prometeo, cuando ves a niños y mayores subidos y riendo es cuando cobra toda su dimensión.

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  4. Noemi, parece un velero, en el vídeo me recuerda la arboladura, los niños en equilibrio sobre los obenques, agarrados a las jarcias, subiendo por la cadena tensa del ancla o trepando a los dos mástiles, como Jim, el protagonista de "La isla del tesoro".

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  5. Los elementos del parque de Oza están concebidos y preparados para evitar las posibles situaciones de vandalismo que se pudieran provocar, ya que no tienen grandes superficies para dañar, son juegos realizados con el mínimo de material,es decir, buscando la eficiencia del mismo sin olvidar en ningún momento la estética. Esto no sólo es un aspecto positivo para minimizar el vandalismo, sino que también tiene que ver con la sostenibilidad. Son elementos pensados para cumplir los lemas de Mies: "menos es más" y "Dios está en los detalles".

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  6. Русский стандарт28 de marzo de 2011, 15:17

    El título de la entrada me ha recordado al homo ludens de Huizinga. No se acude a los parques por un imperativo cívico o productivo. El juego es una actividad que no produce nada. Es perfectamente inútil: se juega por el mero placer de jugar, sin esperar nada distinto a la diversión inherente al juego.
    Con todo, en el juego hay unas normas; saltárselas, hacer trampa, termina desmotivando a los jugadores y acaba con la diversión. De alguna forma, el simple hecho de jugar, de atenerse a unas normas, de saber perder sin frustrarse o ganar sin humillar a los demás, es ya una actividad educativa de primer orden. Y potencia precisamente aquello a lo que no llegan los libros o la universidad: el respeto a los contrincantes y a los del propio equipo, el respeto hacia unas normas básicas cuya transgresión perjudica a todos.
    Me parece una gran idea concebir un parque como lugar de encuentro entre niños y adultos, como un espacio alejado de la lógica productiva que nos constriñe hoy día. En medio de lugares de tránsito, de comercio y de trabajo, es necesario un ámbito que no interpele al ciudadano a hacer nada en particular, un sitio en el que estar con los demás sin sentirse obligado a nada, en el que las personas procuran simplemente divertirse un poco o pasar una tarde tranquila.

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  7. De pequeño mi madre me llevaba al parque más próximo a donde vivíamos. Era un barrio modesto, y el parque, prácticamente un arenal con algunos columpios. Hoy ese parque está mucho más adecentado, tiene setos y los columpios son más modernos. No sé si será por mis recuerdos de la infancia, pero casi prefiero aquel arenal. Estaba más en sintonía con el barrio, no era una zona exclusivamente infantil como ahora. Había niños, madres, personas mayores,... Jugando allí me familiarizaba con el barrio, me integraba en un pequeño mundo.
    Creo que hacer un parque como el que aparece en esta entrada es un acierto.

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  8. Raquel C., buena apreciación, es que también hay un velero que se llama Prometeo... mira la entrada antigua:
    http://salgueiras.blogspot.com/2010/09/prometeo-vuelve-darnos-el-fuego.html

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