30 de mayo de 2011

El valor de una humilde parra

Panoramio. Foto: Lusitas Todos los derechos reservados http://www.panoramio.com/photo/14585616

Por Manu Iglesias

Desde hace años en Coruña es muy frecuentado un sencillo establecimiento hostelero del barrio coruñés de Montealto.

La añeja casa se retranquea de la acera de la calle para dejar espacio a un sencillo patio que cubre el verdor de una vid emparrada. Recuerdo que esto supone un factor diferencial que hace que mucha gente se congregue allí, sin que la calidad de sus tapas constituya un hecho distintivo. Es la cubierta vegetal que da nombre al bar la que convoca a personas que ni siquiera viven en las cercanías.

Algunas tradiciones y usos colaboran en la función, pues muchos pescadores de caña que probaban suerte en San Amaro acudían al mismo local para adquirir cebo vivo. Los domingos por la mañana resultaba muy curioso como la gente pedía con el café o cervecita, su ración de gusanos para cebar sus anzuelos.

Si algún día, que espero no ver, la vieja parra secara, se perdería un símbolo, el mejor atractivo de aquel lugar emblemático. Lo curioso del asunto es que muchos no percibimos cuál es el atractivo que se suma al espectáculo de los pescadores comprando cebo. La gente queda allí quizás también porque es un lugar fácil de ubicar, a lo que ayuda la famosa parra, pero algo le queda de esa sensación de tomar un aperitivo bajo una espesa capa de hojas.

La última vez que quedé con un amigo en Coruña se nos ocurrió convocarnos allí. Suponía el final de un día de reuniones de trabajo, atascos urbanos y estrés. Mi amigo, en un momento determinado, se echo hacia atrás en la silla y respiró ostentosa y profundamente exclamando: “Es increíble lo bien que se esta aquí, parece que se respira mejor”. Solo a pocos metros, al otro lado de la tapia que cierra la terraza de la parra, el tráfico de los coches, enmarcado por inhumanas paredes de hormigón, seguía intenso y bullicioso, pero ese humilde vestigio del mundo rural que sobrevive en el centro de La Coruña, nos hacía percibir, engañosamente o no, que estábamos disfrutando de la naturaleza.

Los propietarios de la barra no saben lo que significa biofília, pero sin ser conscientes ellos y sus clientes, ese biofílico vestigio vegetal rodeado de CO2, hormigón y asfalto supone el mejor atractivo de su local, por encima de otras decoraciones de locales muy modernas y caras que lo rodean y sin embargo envidian el atractivo de tan barato aditamento.


3 comentarios:

  1. Hay algo especial en sentarse bajo la sombra de una parra, no sé si es tal vez la luz que se filtra tamizada entre hojas y zarzillos, pero es un espacio acogedor que nos hace sentir bien.
    Yo disfruto mucho en verano frente al mar cerca de Ares bajo una magnífica parra en casa de unos familiares, entiendo muy bien la querencia de los asiduos al bar de la historia.

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  2. Mi familia también tiene un bar que se llama A Parra, por la parra que hay en la terracita, es idéntico! Solo que éste está en Anllóns. ¡Menuda coincidencia! La verdad es que la sombra de esa parra es una gozada.

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  3. Ana, vaya coincidencia. Y como sabes el Anllóns tiene parte de sus fuentes justamente en As Salgueiras, conformando los dos arroyos que cruzan la finca, incluso en la aldea conservamos viejas parras. Ya nos contarás más, y pensaremos una visita a vuestro bar A Parra, próximo a nosotros.

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