Por Miguel Moreno
De pequeño me metí en una pocilga y mi madre se pasó una semana despiojándome. Vi un par de casas de baja altura y salté la cerca para echar un vistazo. No tenía ni idea de quien las habitaba, ni de que allí había tanta mugre. Cuando, por el escándalo que armaban, sospeché que mi presencia no agradaba a los cerdos, volví a escalar la cerca y me largué de allí. Nada le hubiera comentado a mi madre sobre el particular, pero mi aroma me obligó a dar explicaciones sobre los ambientes que últimamente frecuentaba.
Ahora leo con pasmo cómo se optimiza la cría de cerdos en nuestra era digital. Cientos de ellos se amontonan en un gran cobertizo de una granja industrial. Separados en varios compartimentos, una máquina controlada por un ordenador central les sirve la comida. Los cerdos se apiñan gruñendo ante esa máquina antes de comer. Algunos están aislados y reciben una dieta individualizada. Supongo que a esos no los convertirán después en hamburguesas, porque las máquinas registran su peso y llevan un control muy estricto de su dieta. Los animales nacen, crecen, se reproducen y mueren supervisados por máquinas. Seguro que están sujetos a rigurosos controles de higiene y calidad.
Lo que me pregunto es hasta qué punto esos cerdos son realmente cerdos. Separados de la naturaleza, en una macro-pocilga controlada por ordenadores, es como si perdieran su identidad. Son sólo una tuerca de nuestra descomunal maquinaria de producción de recursos alimentarios.
La automatización a la que se somete a los animales forma parte de un fenómeno mucho más amplio. También nosotros nos hemos automatizado. Suena el teléfono, descuelgas y te ofrecen cambiar de operador de Internet, teléfono, etc. Tratas de hacer entender a la persona que pregunta por ti que no te interesa, que ya has perdido la cuenta de las veces que te han llamado y has rogado que dejen de hacerlo… Es inútil: aunque sea un ser humano el que emite las locuciones que escuchas, en realidad, quien se dirige a ti es un sistema, un programa. Digas lo que digas, ese ser humano se ha insertado en la maquinaria de venta/atención telefónica y está adiestrado para hacer que digas sí, le da igual cualquier otra consideración. Como las granjas industriales, este sistema de venta debe funcionar. Si no, no me explico cómo seguimos recibiendo llamadas una y otra vez.
En EE. UU. pusieron en marcha el National Do Not Call Registry para proteger a los particulares del marketing telefónico. En los tres primeros días en los que se lanzó la iniciativa, el registro ya tenía diez millones de abonados. En la actualidad, cuenta con más de 100 millones de números de teléfono que no desean marketing telefónico. Podrían poner algo parecido en España.
ResponderEliminarLas Salgueiras originalmente era una granja de cerdos (había mil quinientos en sus naves) y de vacas (unas noventa) en libertad.
ResponderEliminarSe trataba de un sistema que llaman ciclo combinado, lo cual nunca acerté a saber que era, pero me sonaba a eufemísmo de algo un poco feo.
el caso es que todas las semanas entreba un camión de pienso y salía casi otro tanto de carne de cerdo. era autenticamente una fabrica de carne.
estos sistemas de ciclos combinados me recuerda a los navegantes polinesios. Una de las mayores dificultades a la hora de afrontar una expedición oceánica de la antiguedad, era la conservación de alimentos. Es conocido el problema del escorbuto (al que algún día le dedicremos una entrada), el caso es que una solución era llevar animales vivos, pero para eso también había que llevar alimento para ellos.
los polinesios resolvieron ese problema y al parecer esta fué uno de las claves de su éxito.
los navegantes alimentaban a los cerdos con sus propias heces (las de los marineros) y cuando necesitaben comerse el cerdo, simplemente lo mataban y se lo comían.
así de simple un sistema sencillo de garantizar la conservación de los alimentos basado en un reciclaje perfecto. aquello era debido a las precarias condiciones de una navegación en una balsa de totora derivando en el Océano mas grande del mundo. en nuestro pequeño planeta, navegando en el espacio, con tanto consumísmo y agotamiento de los recursos naturales, de alguna manera estamos haciendo lo mísmo.
con perdón...
Pues sí que eran prácticos los polinesios reciclando.
ResponderEliminarSomos lo que comemos, si a los cerdos, a las gallinas y a las vacas les damos lo que les damos, no es para sorprenderse que sepan como saben..., si encima se les trata y trasporta como en codiciones indecorosa, y se les da una muerte indecente, no es raro que esa carne torturada no nos siente precisamente bien, y más si se le sigue echando clembuterol para engañar al consumidor (ese famoso filetón de Irún, que tiene en danza a los aficionados al ciclismo y a la Federación Española), también lo toman muchos y muchas culturistas junto a toda suerte de productos de la rebotica, y que como medicina en dosis estrictas, y a sí le va a muchos tiempo después con daños irreversibles. Con todo, también se usa como broncodilatador en alergias equinas.
ResponderEliminarMe gusta más el "ciclo combinado" ése de los polinesios, mejor que el clembuterol.
Por ahí corre la especie de que se han desarrollado cerdos con seis patas para producir más jamones. Una leyenda urbana más. El mundo rural está desapareciendo fagocitado por la ciudad, y su tela de araña de vías de comunicación por las que transitamos casi virtualmente y sus fenómenos periféricos (centros de compra, molls, urbanizaciones, ciudades dormitorio, segundas residencias, campos de golf residenciales, ...), no-lugares que suplantan el árcano ámbito rural del mito y las leyendas, éstas se ven sustituidas por anodinas "leyendas urbanas" y noticias evanescentes del los medios de masas.
ResponderEliminarMiguel, tuviste la suerte de saltar de niño la barrera de lo prohibido, de explorar y asumir el riesgo, la aventura, y con ella la experiencia y el conocimiento. Nuestros niños se parecen cada vez más a nuestras ciudades, al común de los parques infantiles en que vigilamos cómo juegan, o a nosotros y nuestras condiciones de vida alienadas en muchos aspectos. Qué razón tiene Francesco Tonucci.
La verdad es que sí tuve suerte. La pocilga estaba en un campo a las afueras de una urbanización al norte de Madrid. Cerca de Collado Mediano. Durante las vacaciones podía ver con frecuencia vacas, ovejas y cerdos por los alrededores. Ahora, para que vean animales mis hijos, o los llevo al zoo o subimos a As Salgueiras.
ResponderEliminarAquél era otro Collado Mediano, seguro que el actual ha crecido mucho (como otros lugares, extensión virtual del leviatán Madrid), eso me recuerda lo que decía el catedrático de arquitectura y urbanismo Manuel Ayllón en un texto de la revista/libro Brumaria: "Madrid no crece, sólo engorda"
ResponderEliminarSegún el Banco Mundial, dentro de veinte años más de la mitad de la población mundial residirá en áreas urbanas. La automatización que nos espera va a ser de cuidado.
ResponderEliminarTiene el autor de la entrada facturas sin pagar de su compañía telefónica? Es curioso que elija a cerdos y teleoperadores para ilustrar procesos de automatización.
ResponderEliminarYo nací en Uruguay, allí pastaban por millones las vacas en libertad y cuando mis padres llegaron a aquel país de promisión, quedaron impactados con el precio de la carne.
ResponderEliminarMi padre, todos los sábados por la mañana recogía la provisión de carne para toda la semana, que le salía a un precio casi regalado... Allí me aficioné al churrasco y reconozco que todavía no he sabido desengancharme de un buen asado.
Sin embargo, me he quedado impactado cuando vi los datos que ahora cito de memoria:
Al parecer con una finca de una hectárea, podemos mantener a un carnívoro como yo, pero en la misma superficie podemos mantener a veinte vegetarianos.
El consumo de agua potable también es desmesurado. Creo que poco a poco tenemos que reducir el consumo de carne tanto por el bien de nuestra salud como por la del planeta.
Sin embargo, los animales son muy importantes y el silvo pastoreo, es la mejor solución para los problemas de incendios. Me informaron en el centro de investigaciones agrarias de Mabegondo, que las últimas líneas de investigación tratan de buscar el equilibrio entre la explotación forestal y ganadera para obtener el mejor resultado al menor coste económico y medioambiental. En la finca tenemos ese mísmo problema y por eso estamos buscando el equilibrio de carga ganadera, lo cual nos obligará seguramente a alojar también a vacas cachenas.
Antiguamente los animales servían para el trabajo. Mi abuelo no podía matar sus bueyes para alimentar a su familia porque era su medio de vida. He leído unos relatos maravillosos que nuestros amigos (excelentes veterinarios de la clínica Casal do Rio), dedicaban a una vieja burrita que había sacado adelante una familia con su trabajo, o de un entusiasta que se esforzaba en recuperar y cuidar un tesoro genético que fueron nuestras mulas y los caballos hispano bretones. Todavía estos animales pueden volver a darnos mucho. No solo usándolos para las terapias asistidas por animales, para cuidarnos de respetar el concepto de biofília, sino para el turismo y para pequeños trabajos que son ideales para sus capacidades. Todavía una mula que se mantiene pastando, mientras hace una labor de desbroce, puede servir para hacer pequeños trabajos agrícolas mucho mejor que un tractor. Para ello, tenemos primero que propiciar otro acercamiento. Este debe superar el concepto elitista que se le ha impuesto a la hípica y convertirse en un conocimiento popular. En Galicia estamos a tiempo de conectar esos dos mundos que en otros sitios se ha perdido. Aquí todavía conservamos esa memoria y esa práctica del manejo de los animales domésticos que son un auténtico patrimonio cultural y etnográfico. En otros países mas avanzados culturalmente, miles de personas siguen estas prácticas como un auténtico espectáculo. Mueven cosechadoras, realizan trabajos agrícolas con tracción animal y curiosamente mucha gente esta comprando desbrozadoras de tracción animal a los Cuáqueros que todavía las fabrican, porque se han dado cuenta que con un caballo, pueden limpiar sus fincas sin gastar un euro de gasoil, al tiempo que se divierten y entrenan su cuerpo y su mente.
El significado del uso equilibrado de la ganadería en un pastizal es uno de esos conocimientos que se han perdido en muchos lugares. Recuerdo que Fernando González Bernáldez hizo un magnífico estudio de la Dehesa de Navalvillar, en Colmenar Viejo, con las diferentes comunidades de gramíneas que una correcta carga ganadera con rotación por cuarteles se ocupaba de mantener, tupir y mejorar, conviviendo con una dehesa de fresnos y encinas, conocimiento que se habái ido perdiendo, aumentando la carga y manteniendo en zonas, lo que se traducía en una pérdida de calidad de la dehesa y de su sostenibilidad. Eso de las razas y especies autóctonas o adaptadas a un lugar se ha ido perdiendo con la producción intensiva, antes era habitual en Galicia el intercambio y compra de semillas, también de gramíneas forrajeras, en los mercados y feriones de los pueblos, lo que está prácticamente perdido mor de una producción más tecnificada y con semillas "mejoradas" en muchos casos por institutos agronómicos foráneos; precisamente el CIAM de Mabegondo ha estado estudiando algunas de esas gramíneas tradicionales que están mejor adaptadas y presentan menos problemas en el agro gallego y de la cornisa norte que las más prodcutivas modernas. Menos mal que aún podríamos echar mano de ese patrimonio genético diverso tan valioso, en otros sitios eso ya no esposible, y con la ingeniería genética pagan ya royalties a las multinacionales del sector que desarrollan los OMG o GMO, que de supuesta nueva revolución agrícola se están convirtiendo en una auténtica amenaza, no sólo por lo que no sabemos que puedan ocasionar a largo plazo en la salud esas quimeras con genes de diferentes organismos, sino también por que están polinizando con las especies tradicionales y silvestrtes, causando una peligrosa erosión genética del patrimonio biodiverso común y del planeta, por ejemplo, en cultivos de maizales en Méjico, con variedades tradicionales, se ha detectado genes de maíz trasgénico que ya ha hobrodado y alterado ese reservorio genético fundamental. Al tiempo, sin recurrir a la ingeniería genética, muchas intituciones están "(re)seleccionando" y "mejorando" antiguas variedades del patrimonio de todos y registrándolas con el fin de apropiarse de los réditos de su reproducción y venta, desplazando las variedades originales. Vamos, me río yo del canon digital en comparación con todo eso. Esa memoria colectiva del uso de los animales en labores agrícolas, el patrimonio común e identitario de un lugar que supone las razas y las variedades tradicionales desarrolladas y adaptadas por la gente del ámbito rural, las prácticas ganaderas y agrícola sostenibles en el sentido tradicional, con menos derroche de la energía del sistema y de los recursos, que ha conformado buena parte del paisaje rural en cada lugar es algo que también está "en peligro de extinción" y no podemos permitirnos el lujo de perderlo, salvarlo pasa por salvar el ámbito rural, dignificarlo ante la mirada de los ciudadanos y hacer comprender su importancia en un momento en que el mundo se está urbanizando, ponerlo en valor: imaginar y poner en marcha iniciativas con esos fines y que tengan un efecto y uso social es lo que permitiría su superfivencia, queno es necesaria.
ResponderEliminarBueno, la última frase debería decir "que NOS es necesaria". En Galicía aún queda mundo rural, aunque se haya visto muy alterado en las últimas décadas, igual que sus paisajes. Son interesantes en especial los trabajos de José Fariña Jamardo "El hábitat gallego", "Agonía y muerte del municipio rural", "La parroquia rural en Galicia", "Os concellos gallegos", y otros.
ResponderEliminarTodavía hoy en día los animales siguen siendo insustituibles para realizar algunas labores.
ResponderEliminarEl ejercito alemán compró el año pasado varias mulas para sus dotaciones de alta montaña.
En determinados trabajos forestales como la entre saca, se ha demostrado que es mas rentable y práctico usar mulas o caballos bretones, por eso se están volviendo a criar estos animales en países como Estados Unidos o Francia.
la resistencia de las mulas es mítica. muy poca gente sabe que el gran oeste americano se conquistó gracias a estos animales.
Un día le preguntaron a un mulero (personaje que como los arrieros usaba estos animales, pero estaba especializado en trabajos agrícolas), sobre la cantidad de tierra que puede arar una mula.
El mulero contestó:
"Si la cuidas bien, lo que aguante el arado."
En las Salgueiras tenemos como digna representante del genero de las mulas, a Paquita la del barrio (en honor a la famosa cantante mexicana). Es pequeña y gordocha, pero con mucha personalidad.
Se la puede ver en una foto de una entrada con su serón, llevando una preciada carga de niños, mientras hace de palafrenero Luis -un habitual de la finca-
Paquita -que es el animal preferido de Luis- tiene mucha personalidad y le pusimos el nombre porque pone firmes a todos los machos aunque sean mucho mas altos y corpulentos que ella. A Paquita no hay quien le chiste y el pequeño descampado que usa para darse su baños de tierra, solo lo usa ella y sus amigos. Si algún caballo que no sea de su circulo intimo, se atreve a acercarse al trozo de tierra, ella corre como alma que lleva el diablo con el rabo levantado para espantarlo.
Además de su resistencia y su cabezonería (ya dice el refrán que eres mas tozudo que una mula)es sumamente fuerte y sube las cuestas arriba cargada de niños sin enterarse.
El ejercito estadounidense importó hace largo tiempo burros zamoranoleoneses (otra de nuestras razas autóctonas casi desaparecidas, muy resistente y buena genética, como la catalana, la andaluza, la majorera o la de de Las Encartaciones), creo que recordar que se les apreciaba para para los cruces de las famosas mulas de Missouri
ResponderEliminarLo que a mí me resulta paradójico es que, al parecer, todo el desarrollo de la civilización occidental parte hace 13.000 años cuando el ser humano logra domesticar animales, dedicarse a la ganadería y al cultivo de las tierras. Eso hizo posible la producción de excedentes alimentarios y, por lo tanto, que no todas las tareas estuvieran sujetas a la producción de alimentos. De este modo, surgió una casta sacerdotal que desarrolló la escritura que permitía conservar la experiencia social y gestaba una cultura que transmitía eficazmente los conocimientos. Jared Diamond, elaborando esta tesis, obtuvo un premio Pulitzer a finales de los 90.
ResponderEliminarO sea, que es a nuestra relación con los animales y con las plantas a lo que debemos el desarrollo de una civilización que ahora se está aislando de la naturaleza.
Los argumentos de Diamond son bastante interesantes, tanto ésos sobre cómo ha evolucionado la Humanidad desde el final de Paleolítico, como otros sobre el colapso de las civilizaciones (de cuál se pueden extraer conclusiones para entender lo que se nos puede estar viniendo encima y la necesidad de un cambio en el rumbo que seguimos). El considerar la revolución neolítica como el inicio de lo que hoy entendemos como civilización es un argumento ya contrastado en antropología e historia. Lo que no está claro es que eso sea mejor que lo que existía antes. La especialización de castas (hierofantes, caudillos, pastores, agricultores, y luego con la escribas y "funcionarios" en las sociedades con escritura como las mesopotámicas y la egipcia y con el incipiendte desarrollo tecnológico) que genera la capacidad de producir excedentes se basa ya en aqel entonces en la explotación de los recursos. Se ha estudiado muy bien la cultura del Argar, en la Edad del Bronce en el sureste peninsular, y cómo hace unos 3.500 años supuso la destrucción de los bosques del este de Almería y sur de Murcia, que ya se había iniciado en el Neolítico pero fue radical en esa cultura. Es decir, ya entonces se estba produciendo un deterioro. Tendemos a pensar que las culturas anteriores a la escritura son inferiores. Es curisoso que durante el Paleolítico Superior los reducidos grupos humanos, clanes en gran medida, cazadores y recolectores, pudiesen resolverse el sustento con una dedicación de mucho menos tiempo que el que luego y ahora se precisa para ganarse la vida. El resto lo dedicaban a sus vida social, a disfrutar, vamos, y también había quien estaba especilizado, además del hierofante y/o lider, estaba el que sabía tallar el sílex para hacer un hacha o una punta de flecha.
ResponderEliminarLa escritura ha supuesto muchos avances, pero la tradición oral ha sido casi hasta ahora un vehículo muy importante para el género humano.
Para los mapuches el arte supremo es el de la conversación, una rica conversación entre personas, que en su lengua, el mapudungún, alcanza cimas de creatividad, de sensibilidad y de humanidad que ignoramos. No propongo un retorno al buen salvaje, tal cosa no existe, es un invento de Occidente y en todo momento y lugar ha habido virtud y miseria. Pero tampoco abogo por una superioridad etnocéntrica de nuestra civilización, aunque tengsamos algunos logros meritorios en todo este recorrido.
Y efectivamente, curioso viaje el que comenzó acompañados de animañes y plantas para acabar dejándolos de lado.
ResponderEliminarLa verdad es que yo sí entiendo que la revolución neolítica fue algo positivo. Tal vez se dieran agresiones a la naturaleza, pero las tribus de cazadores-recolectores también protagonizaron antes unas cuantas. Los grandes mamíferos de Oceanía y de América se extinguieron, con toda probabilidad, por la caza de la que vivían esas tribus nómadas. Pero ¿qué podían hacer? Los primeros pobladores de esos continentes tenían que elegir entre comer o morir: la preservación de especies animales era un lujo que no se podían permitir si no querían extinguirse ellos mismos. Por otro lado, pasaron miles de años antes de que los cazadores-recolectores dejaran de matar a los extraños, que siempre eran potenciales competidores en la caza y recolección de frutos en un territorio determinado. Con el sedentarismo, el ser humano no es, desde luego, ningún ángel, pero empieza a mantener relaciones más pacíficas con los extraños. Y la escritura, por mucho que quienes la inventaron no fueran perfectos, es un gran hallazgo, muy valioso para el ser humano. Lo mismo que el pastoreo y la agricultura. Yo no encuentro problemas en los avances, sino en el rumbo que hemos tomado.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Es una cuestión de escalas y de equilibrio, en el pasado, Paleolítico Neolítico y ahora.
ResponderEliminarLa ley de la entropía está presente en todo, para bien y para mal, es parte necesaria de la vida; en lo que estamos hablando un corolario de esa ley sería que siempre queremos más (no dijo mejor, sino más), y eso puede ir contra las propias dinámicas que mantienen los procesos de la vida. La acumulación y el crecimiento sin fin son como una ilusión que parecía verosimil en tanto no se consideraba la huella ecológica y no se medía adecuadadamente el "metabolismo" de la economía (así salían de bien los balances) el neoliberalismo, y el liberalismo clásico se basan en no tener en cuenta una serie de costes sociales, ambientales, de justicia social y regional... (bueno la socialdemocracia y el supuesto socialismo también se creían lo del crecimiento, solo con matices).
De un tiempo a esta parte el lenguaje se reformula, cumbres bien intencionadas sobre el clima y demás por medio (y con consecuencias mediocres) proclaman la necesidad de un crecimiento sostenible, concepto mejor, por supuesto, pero la cuestión posiblemente sea si el crecimiento incluso sostenible es aún posible o ya no y lo que nos espere en el horizonte sea un decrecimeinto y tengamos que empezar a pensar como organizarnos con esa perpectiva. Mientras tanto el G20 a su bola, de esa gente poco cabe esperar. La esperanza, si la hay, está en cada uno de nosotros en actitudes y compromiso personal y colectivo.
"desarrollo sostenible"... La cuestión es hacia donde o en que sentido quiere desarrollarse el occidente opulento. En el tercer mundo está claro. Alimentos, sanidad, educación... Pero nosotros ¿Qué queremos en realidad?
ResponderEliminarComo colectivo creo que no sabemos lo que queremos, más allá de seguridad y todo lo que se nos vende como ideal, como comodidad y acumulación de cosas, trastos y cacharros que exorcicen el miedo al vacío y a la muerte, o a no ser nadie. Queremos ser felices, y por todos los medios se nos intenta convencer por un sitema que se replica a símismo que necesitamos completa seguridad, comodidad y acumulación para serlo. Y no es así.
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