Por Manu Iglesias
Adamastor, el gigante mitológico enamorado de Tetis, quiso conquistarla. Al no poseer un rostro agraciado, recurrió a su fuerza ciclópea:
Viéndola emerger de las aguas se quiebra todo mi ser. De tal modo soy esclavo de sus hechizos, que no veo en el mundo algo más querido. Conociendo lo imposible de lograr su afecto por la fealdad de mi rostro, quise romper su indiferencia con mi ingente fuerza. Di batalla con firmeza a Poseidón, lanceé y vencí. Y mi derrotado enemigo agonizó dando un bramido hondo e infernal. Lo enterré en las profundidades abisales amortajado con lirios de espuma blanca, mientras era llorado por las ninfas hermanas de Tetis.
Mi amada Tetis dijo con temor: ¿Qué amor de ninfa bastará para satisfacer el deseo de un gigante? Y sometida se entregó a mí. Al principio, admiré su belleza sin atreverme a tocarla. Luego, la besé con ternura. Pero ciego por la pasión, no advertí que la ninfa se había transformado en piedra. Mi ceguera no me dejó ver que su divina cara y su hermosa cabellera no eran más que tierra, grava y brezal. Con mis brazos ahogue el aliento de Tetis. Al luchar por ella, derrame la savia que alimentaba su hermosa figura. Procurando su amor la mutilé, la arranqué lo que ella más quería.
Mi corazón afligido se partió en pedazos, en rocas de basalto rodeadas de colosales olas. Sometí a los océanos para ponerlos a sus pies. Mi soberbia me hizo creer que la fuerza podía vencer al amor. Mi arrogancia me impidió contemplar su verdadera belleza, su armoniosa entereza, conformada por lo que era y por lo que amaba.
Inmóvil con mi cuerpo de roca, ya no puedo llorar. Y aguardo el inexorable embate de aquel que, aun vencido por mí, me envía ahora sus huestes: las olas que poco a poco corroen mi alma y erosionan mi cuerpo petrificado, haciéndolo arena. Enjuto y seco, su bello cuerpo se transformó en atalaya de piedra. Mi amada ninfa, tu hermosura no pudo vencer el dolor de perder lo que amabas, como a mí, ahora que mi corazón, herido por el sufrimiento de tu pérdida, se ha hecho de pedernal.
Es una historia preciosa. Había leído algo de la ninfa Tetis, pero no de Adamastor.
ResponderEliminar¿cantas veces nos comportamos como Adamstor?
ResponderEliminarfálase do amor como unha conquísta, cado en realidade é un sometimento voluntario y polo tanto liberador.
A ninfá -penso eu- representa a natureza e Adamastor o hombre borracho de poder que loita por acadar o amor e remata destruíndo o que lle dá a vída.
é unha historia fermosa, pero tamén triste, unha metáfora que nos ven dende antiguedade, pero que está moi de actualidad.
El mito tiene fuerza refiriéndose tanto al espíritu de conquista como al amor. Si a la colonización sigue la explotación sin escrúpulos, se degrada el territorio conquistado y pierde brillo la hazaña. Si el amor termina en dominación, si no se respeta la alteridad de la persona amada, se la cosifica y desaparecen sus encantos.
ResponderEliminarMe pregunto por qué es tan poco leída en España la epopeya de Luís de Camões.
Aunque Camoéns, difunde el mito integrándose con el paso de los años en el imaginario portugués, en realidad, lo usa como un monstruo imaginario que turba la mente de los marinos. El capitán Vasco de Gama, debe lidiar con los peligros físicos y con los fantasmas de la razón.
ResponderEliminarEl mito sin embargo se remonta a tiempos más pretéritos. La foto del cabo Villano, viene a cuento pues aunque no se aprecia bien aquí, (habrá que aportar alguna mas), porque mantengo la teoría de que la cara del Vilán de fora es la de Adamastor petrificado. ¿Dónde- en el mundo conocido de aquel entonces- se produciría ese enfrentamiento entre Poseidón y un gigante de granito?. Yo creo que en el fin del mundo conocido, en la tierra de los Nerios. Los que comparten raíz etimológica con las neréidas, casta a la que pertenecía Thetís. Aquellos poblaban con los ártabros los célticos y los Lugones estas tierras tan occidentales, donde conducía la via láctea, donde se decía, vivían los descendientes de los atlántes, donde se enterraban bajo las campas gremiales, aquellos que buscaban la luz del conocimiento. Allí donde los adoradores del sol, construyeron el Ara solis, cerca del cabo de los Nerios, muy cerca de la victoria de Hércules contra Gerión. Me imagino a aquellos atrevidos marinos que llegaban a la isla Brigantium después de superar el cabo del fin de la tierra, al ver la cara desafiante del cabo Villano, fraccionado el cuerpo como los islotes del Vilan de fora y el promontorio del faro. Si en el mundo quisiéramos encontrar una representación en roca viva de Adamastor, nada superará a la cara que se puede ver pasando por dentro del bajo del Bufardo.
Paisaje dramático y sublime…. Digno de Burke
ResponderEliminarPues a mí lo que me sugerido la recreación del mito (desde la óptica del gigante) es que la dominación y el control impiden la contemplación. O sea, que el disfrute de la vida es incompatible con la pretensión de controlarla.
ResponderEliminarManu, sublime, triste y sugerente entrada, e interesantes comentarios.
ResponderEliminarLa identificación de O Vilano da fora, el Villano de afuera, con Adamastor es algo que casi me conturba por lo insondable de los segundos significados (el conocimiento de ese lugar preciso por los antiguos, la navegación hacia las Casitérides y las Oestrimnis –posiblemente en Galicia– en pos del estaño que unido al cobre de Tartessos daba el mejor bronce), el los Portus Magnus y Portus Artabrorum (parece que eran dos, separados 1 grado y medio, y no uno).
También me trae a la memoria una jornada con nuestro inolvidable Pancho, en que salimos a pescar unos abadejos (bueno, a por lo que cayera, que fueron abadejos y luego los disfrutamos…), el mar en la ría tranquilo, pero saliendo de ella las olas ya eran respetables, y en una de ésas hablando de los araos que aún anidan en el Villano, metió la lancha entre la mole y el promontorio para ver bien la cara y los araos, sentí el peligro como pocas veces, con la ola llevándonos de un lado a otro del estrecho, estrechísimo, entre roca y costa.
La identificación de la roca contra la que rompe el mar (estos días pasados, como pocas veces) con Adamastor petrificado cobra un sentido, las diaclasas en el granito son como las arrugas de su frente, también lo cobra el promontorio de los Nerios, Finisterre. Toda esa zona está cuajada de signos y de historias.
El paisaje allí parece que nos quiere contar algo, la memoria que guarda de viajes, gestas, tragedias y sueños.
Como aquellos de Camoens, o Camões.
FRan, Pancho era un Cománche del mar, por eso le gustaba tanto robarle las robalizas bajo las barbas de Adamastor. creo que fué el único que consiguio entrar a vela "polo carreiro do Vilan". lo vi salír por el sur en "orejas de burro", con el genova atangonado. allí el mar le dió una sacudidas y rasco el tangón con la parede de piedra.
ResponderEliminarcuando le increpé por aquella temeridad, me contestó: sempre tiven o gustiño de pasar polo carreiro. non se sforra moito, pero para nos é como si fora o pasillo da nosa casa.
como decia Lopez Abente: (cito de meoria)
mar barvía terra bravía
forte un i outro mais forte,
din así dos que rín diante da morte.
un recuerdo emocionado por mi "hijo" Pancho. sabes que me doblaba en edad, pues sus hijos son de mi edad. también conoces la historia, por eso comprendes el sufrimiento de perder a un hijo.
Recuerdo también, poco más al sur del Cabo Vilano, la Furna de Buserana y la triste historia de aquel trovador enamorado y de su amada que una vez contaste.
ResponderEliminarPancho es una de esas personas que no se olvidan, y que forman parte del paisaje, en este caso del paisaje marino, que tan bien conocía, y sus historias, que son como el alma del paisaje. En mi memoria, junto a aventuras oceánicas están las visitas con él a los faros, y ver de cerca los escollos de As Baleas, o las caramiñas en Playa de Trece, contemplando el lugar en que naugrafó el Serpent.
ResponderEliminarNo quería ser el primero en abrir el baile. Pero yo si estaba por aquí. Tengo la responsabilidad de ocuparme de cuidar mis bichos.
ResponderEliminarMe alegro mucho por Muxía. Espero que se haga bien.
Recuerdo aquella playa de dunas impolutas, donde un día vi como un enorme lagarto ocelado de colores iridiscentes se encaraba a una culebra. Las dunas desde lejos parecían inertes, pero cuando las recorrías latían de vida como un corazón abierto. Las arenas empujadas por el vendaval intentaban borrar las numerosas huellas de todo tipo de animales que por allí transitaban. Al final de las dunas, la costa se hacía abrupta y el mar rompía contra una pared de roca negra. Siguiendo un estrecho sendero podía accederse no sin cierto riesgo, a una punta que doblaba justo enfrente de la furna de Busarana.. El viento no es capaz de ocultar el sonido ensordecedor similar a un bramido que provoca el estruendo de la marea amplificado por la forma de la cueva. En un tono más agudo, vociferan chillonas miles de aves marina que salen y entran en bandadas. Desde el fondo de aquella boca negra abierta al mar, las alas blancas surgen como una aparición al recibir la luz de sol. Sus idas y venidas podrían parecer motas blancas movidas por la respiración de un gigante. Para los que no conocen la leyenda, os cuento Busarana era un juglar del cual se enamoró la hija de un señor muy poderoso. Este no aprobaba la relación y mandó asesinar a Busarana ordenando que lo arrojaran a la furna. Su enamorada dejó marchitar su juventud al borde de la furna donde decía oír la música de Busarana. Dicen que si escuchas durante un tiempo los extraños sonidos que emanan de aquella cueva marina, llegas a sentir que el palpitante resoplar de las olas se comporta como una respiración humana y en algún momento parece que quiere arrancar a cantar.
me comí un comentario, pero es igual
ResponderEliminarHum... La recreación de mitos estimula la memoria y el recuerdo. Es lo propio del mito: dar significado a la historia colectiva y a la de cada individuo. Por muy racionalista o escéptica que sea muestra época, no puede eludir la fuerza evocadora que tiene el mito.
ResponderEliminarM. Eliade: «Los símbolos y los mitos vienen de muy lejos: son una parte del ser humano, y es imposible no encontrarlos en cualquier situación existencial del hombre en el cosmos»