27 de diciembre de 2010

Un viejo maestro

Por Manu Iglesias

En la fábrica de Galopín hemos podido ver algo que no me resisto a compartir en este blog. Un viejo carpintero de ribera está reparando una embarcación tradicional que servirá de pieza central en una instalación lúdica. Mientras lo hace, enseña su oficio a dos jóvenes con medidas judiciales que están becados para una práctica de integración laboral. Podríamos decir que se trata de un buen hombre, de alguien con experiencia en la vida echando una mano a dos jóvenes con problemas. Pero nos quedaríamos cortos. Ese viejo carpintero es más que un carpintero. Es un auténtico maestro, alguien que se ha curtido dando forma con sus manos a auténticas maravillas de la navegación. Ha reparado todo tipo de barcos logrando siempre algo que todos desearíamos: hacer las cosas bien.

El viejo maestro hoy podría estar viviendo sin hacer nada. Ya no tiene que trabajar para vivir, pero es como si necesitara seguir haciendo lo que sabe hacer como nadie. Hay mucha gente con mucho dinero que le envidia. Y alguna vez recurre a él, pero el viejo maestro es, en el sentido más hondo de la expresión, un hombre libre. Ahora solo hace lo que cree que merece la pena hacerse, y lo hace magistralmente. No le importa el dinero.

¿Hay mejor forma de reinsertarse o de entender algo de la vida que aprendiendo de un hombre como éste? Los jóvenes se admiran del resultado de su trabajo siguiendo las indicaciones del viejo maestro, que les habla de las cualidades marineras de aquel casco de madera, describiendo las formas de la popa, de su proa ligeramente lanzada, de su arrufo magistralmente trazado. Preguntan dónde se instalará finalmente la embarcación, porque están deseosos hacerse una foto allí y contarles a sus amigos que, gracias a su trabajo y a lo que aprendieron, lo que ya no servía para nada e iba a ser desguazado ahora es una auténtica joya marinera, que además servirá para que los niños jueguen y aprendan.

El maestro carpintero les habla del orgullo de un trabajo bien hecho, de llevar la cabeza bien alta cuando pasas delante de un buen barco y puedes decir: eso lo he hecho yo. Por eso ahora el maestro es respetado. Y suscita en los jóvenes la noble ambición de hacer bien el trabajo, de acabar las cosas y cuidar los detalles. Parecen soñar en convertirse algún día en alguien como él, y en sentirse orgullosos de lo que hagan a lo largo de su vida. No se me ocurre una enseñanza mejor que la de este viejo maestro.

15 comentarios:

  1. Muy buena historia. Para llevarla al cine. Y mejor que "Karate Kid".

    Un viejo maestro enseña un arte a un chaval con problemas, y digo arte porque cualquier trabajo artesano hecho con maestría es un auténtico arte. Pero el maestro, transmitiendo su arte, termina enseñando al muchacho algo más: cómo vivir, qué merece la pena en la vida, a qué aspirar... Le enseña a apreciarse a sí mismo, a apreciar a los demás y a luchar por la vida que puede llegar a vivir.

    Me dan ganas de aprender a reparar barcos.

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  2. El asunto de los jubilados, o sea, de quienes saben realmente de qué va la vida pero son aparcados por nuestra sociedad no es cosa menor. Casi diría que es uno de los síntomas más evidentes de lo desnortados que andamos.

    Quienes llegan a cierta edad, de una u otra forma, tendrían que formar algún tipo de consejo de ancianos al que tendríamos que sostener y respetar por lo mucho que nos podría beneficiar. Nuestros mayores son la tradición viva de la que hoy pretendemos prescindir ingenua y peligrosamente. Ningún disco duro contiene lo que saben quienes han vivido una vida honrada y se han gastado trabajando. Es una magnífica historia la de este carpintero de ribera.

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  3. Qué razón tienes, Occam. Hay oficios y personas a los que habría que declarar "monumentos vivos", como en Japón, pues son portadores de saberes que se están perdiendo. Los jóvenes ayudantes tienen un buen maestro, con la honradez del trabajo bien hecho.
    La Universidad de Coruña publicó un libro que resume el oficio de la carpintería de ribera
    si bien el ate es el punto siguiente, más allá del oficio, y eso, que llevan dentro los mejores, eso no lo cuentan los libros...
    http://www.udc.es/publicaciones/documentos/biblioteca/CarpinteriaDeRibera.pdf

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  4. Como escultor siempre he tenido admiración por los buenos carpinteros de ribera, que son capaces de hacer con sus manos una nave que surca las aguas, es algo mítico.
    En las historia de la navegación siempre me han fasciando aquellas gestas en que tras un naufragio, con los restos de la estructura y de las cuadernas del barco, en playa lejana, los supervivientes, al mando del más experto, eran capaces de aparejar otra embarcación con que proseguir la singladura, como sísifos caídos y levantados insistiendo en su devenir.

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  5. Precisamente la construcción tradicional de barcos por aficionados se ve cada vez más difcultada por las normativas legales (que se justifican en la lógica de garantizar la seguridad). No hace ni dos meses que se publicó en el BOE la nueva normativa legal que afecta a la matriculación embarcaciones que se construyan aficionados a partir de planos de un diseñador o de los suyos propios, incluyendo de forma poco clara la situación de quien se quiera hacer uan dorna, galeón o cualquier embarcación tradicional:
    http://www.boe.es/boe/dias/2010/11/06/pdfs/BOE-A-2010-17038.pdf

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  6. Amigo anónimo.:

    El tema de la construcción amateur es algo que siempre me ha fascinado. He tenido ocasión de construir un raquero y ayudar en trabajos variados dentro del proceso de construcción de una embarcación oceánica. Como dice Fran, es algo casi mítico. Resulta admirable quien -como algún amigo – es capaz de afrontar la tarea de construir su embarcación para dar la vuelta al mundo. En este tipo de personas destaca como en el carpintero de la historia, el amor por lo que hacen. En parte es razonable, dado que les va la vida en ello pues de la calidad de su trabajo depende su propia seguridad. Sin embargo, algo intangible esta siempre presente. El marinero que ha construido su barco, al otorgarle la vida, le otorga personalidad e incluso alma. Para ellos un barco tiene sentimientos y por eso sufre cuando es maltratado o esta triste cuando es descuidado. El barco habla a través de su cadencioso sonido que produce la tensión de la jarcia por efecto del viento y las olas. Cuando navega bien trimado, suena alegre y afinado como un instrumento de cuerda.
    Un profesional siempre ha sabido que un barco cuidado inspira confianza al propietario de las cargas y un armador de un barco lucido tendrá mas oportunidades de encontrar los mejores tripulantes. La bella estampa de un velero con su orgullosa arboladura, puede inspirar decadencia y decrepitud, si nadie se ocupa de aventar sus velas, adujar sus drizas o escotas, repasar barnices y baldear o fregar la cubierta.
    Un barco requiere profusos y continuos cuidados, quizás por eso mismo enamora a muchos. Todavía hay románticos que prefieren la madera y disfrutan demostrando que se bastan con técnicas rudimentarias al sentir que así se acercan a la pureza de la navegación. Suelen ser también amantes de la tradición y de la historia pues creen que entre los preciados tesoros que la mar oculta, se encuentran las esforzadas gestas de los hombres que lo surcaron.
    En los barcos se busca la funcionalidad y una embarcación es hermosa si navega bien. Si algo sobra en un barco oceánico es lo superfluo, todo debe ser robusto, sencillo, sin complejidades técnicas, a fin de poder autosuficientes en medio de la mar. Un barco debe ser fundamentalmente honesto, sin dobleces, con su personalidad (puesto que cada opción es un compromiso y normalmente siempre es mejor en algo a costa de otra cosa). La relación de los tripulantes con el barco, debe ser también leal y sincera. Ambos entrenan juntos. Se someten a condiciones duras sin rehuirlas ni buscarlas. Así el tripulante aprende y si algo tiene que romperse en el barco se sustituye o mejora. Al final ocurre que la obra del hombre acaba cuidándolo, otorgándole alberge transporte y alegría a cambio del esfuerzo, la constancia y el afán de superación.

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  7. Sugerentes palabras. Recuerdo cuando en Lituania, con nuestro amgio Saulius, artista y buen navegante, navegamos en el gran golgo Kuršių (el mar interior en la costa lituana) en el velero que durante la larga ocupación soviética se contruyó un ingeniero a lo largo de los años, subrepticiamente, con las planchas y restos de acero que ocasionalmente lograba obtener en su trabajo; la intención era llegado el momento, escapar cruzando el Báltico. En secreto fue aderezando concienzudamente el barco. Cuando, ya mayor, tenía el trabajo a punto, se precipitaron los acontecimientos y al poco Lituania recuperó la independencia, así que el ingeniero dedicó el barco a la plácida navegación en el el Báltico y aguas interiores lituanas.
    En aquel barco, un tanto espartano, con lo esencial para navegar, se sentía la esperanza depositada y el amor a lo bien hecho.

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  8. Debe ser una buena experiencia de integración social y laboral, porque en España eso de acabar bien los trabajos no está precisamente muy en auge. Sectores de toda la vida, como la construcción, o recientes, como las telecomunicaciones, acumulan tantas quejas de los usuarios que da vergüenza. En España no andamos sobrados de profesionales que, sencillamente, hagan bien su trabajo, y mucho menos que cuiden los detalles. Naturalmente, esto que digo es una generalización. Por suerte, hay honrosas excepciones.

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  9. Las malas prestaciones y el consiguiente descontento con muchos servicios básicos creo que en parte se debe al afán especulador (en la construcción, donde todo vale, incluída todo tipo de extorsión al comprador indefenso e inerme a pesar de las leyes durante los años de la burbuja y con auiescencia de las administraciones) o como resultado de la creciente precariedad de empleo y de la calidad (servicios que se subcontratan precariamente para abaratar cotes, no me refiero a la lícita subcontrata de producción o de servivios especilizados, sino a derivar servicios antes propios y sólo con intención especulativa, ejemplo claro en las telecomunicaciones) y del despilfarro (como todos esos móviles que se regalan o cuasi regalan, con una tasa de renovación increible, a costa del expolio de materias primas escasas que, como el coltán, son fruto del trabajo infantil semiesclavo en el Tercer Mundo controlado por clanes y barones de la guerra, para que podamos cambiar de móvil, ipod y blackberry según la moda y capricho).
    Ante todo esto, el trabajo artesano pausado y bien hecho, con fidelidad a los material y al proyecto, se convierte en rara avis, un ejemplo para reflexionar.

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  10. El sistema esta montado en la poca calidad, antes se hacían las cosas para que durarán, ahora quedan obsoletas en poco tiempo y se hacen justo para que duren el periodo de garantía. El producto Klinex es cada día más abundante, la prueba es que apenas quedan talleres de reparaciones de televisiones o radios. Cuando se estropean, sale más a cuenta comprar otra.

    Al final parece que todo es marca ACME como los artilugios que el Coyote quiere utilizar contra el Correcaminos.

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  11. Y tanto. La caducidad de lo que usamos y consumimos es parte esencial de nuestro sistema productivo, de suerte que uno de los problemas más acuciantes hoy es la gestión de residuos. Nuestro modelo de producción es también una acumulación de basura. A ello ha dedicado su último libro todo un premio nacional de ensayo: Nunca fue tan hermosa la basura (José Luis Pardo).

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  12. Recuerdo la portada de un disco, de no sé que grupo, de la época hippy en California, en que aparecía un camión de la basura y el basurero vestido de frac, con pajarita y sombrero de copa recogiéndola, algo así como el basurero de Beberly Hills. Me acuerdo mucho de esa imagen cuando pienso todo lo que tiramos en Occidente y que serviría para mantener y amueblar familias enteras en otros lugares del planeta; también todo aquello innecesario que consumimos sin sentido, por ejemplo en estas fechas.

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  14. Todas estas palabras me hacen reflexionar, pero sin duda lo que más me conmueve son esos alumnos....si pudiesen algún día surcar cualquier ría una tarde de final de verano, antes de ponerse el sol...sobre "su barca"...creo que la experiencia sería aún si cabe más intensa. Quizás ya lo sea de todas formas. Enhorabuena por la iniciativa.
    Ser Ortigueira

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  15. Pero si analizamos una de las razones que se adujo para justificar la Perestroika, eran la poca calidad de los productos de consumo soviéticos. La falta de competencia, la concentración monopolística, incluso contando con las ventajas de la planificación de la producción y de las economías de escala, no consiguieron ofrecer productos de calidad a la población.

    Escuchamos otras formas de ver el problema cuando se nos apunta que la producción acelerada bajo una fuerte competencia es la única que garantiza una mejora continua.

    Sin embargo, esto no es totalmente cierto por varias razones.

    Como aquí se ha apuntado, la producción ya no interesa, se desvía a países con mano de obra mas barata.

    Las labores automatizadas de las cadenas de producción que quedan resultan alienantes por varias razones. Al especializarnos en apretar solo una tuerca, perdemos la visión de conjunto del problema y nos desvinculamos.

    La forma de actuación de los maestros artesanos y e incluso de organizaciones superiores como los gremios, tenían a gala sobre todo el prestigio personal. El nombre y la palabra personal comprometida, la responsabilidad ante un trabajo y el orgullo de las cosas bien hechas.

    Además la automatización eliminó millones de puestos de trabajo que pasaron a ser dependientes subsidiariamente del estado. Dejaron de ser personas con un oficio que con su cajón de herramientas, aunque fuera puerta a puerta, se ganaban la vida, para convertirse en mendicantes.

    La automatización y la aplicación de la tecnología a los medios de producción, también generó una concentración del conocimiento en pocas manos y nos sometió a una nueva dominación si acaso más sutil pero no menos perversa que otras más explicitas del pasado.

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