20 de septiembre de 2010

Prometeo vuelve a darnos el fuego

El Prometeo, -haciendo honor a su nombre-, se prepara para ayudar a los jóvenes con problemas de integración. A diferencia de otras ocasiones, en donde sus travesías sirvieron para exhumar del injusto olvido las historias de los navegantes de la antigüedad, ahora se pone al servicio de los jóvenes que nunca han tenido el derecho a una familia estable y a un ambiente emocional equilibrado.
A bordo de un velero -como ya hicimos hace muchos años-, intentaremos enseñar el afán de superación y el esfuerzo. Procuraremos demostrar que la autoridad no se otorga sino que se gana. En un entorno natural tan portentoso como es el mar aprenderemos a superar las frustraciones, a ser un equipo de camaradas marineros unidos en un objetivo bajo el mando de un patrón que aporta su experiencia.
Los marineros -como los mineros- se juegan la vida todos los días, por eso son unos estoicos dispuestos a asumir el accidente o el naufragio como algo natural en el devenir cotidiano. Esa circunstancia los convierte en personas orgullosas y quizás por eso a un marinero le puedes robar la cartera, pero no se le puede faltar a su dignidad. Sin embargo los orgullosos hombres de mar saben muy bien aquel refrán que reza: Donde hay patrón no manda marinero.
El Patrón –o el viejo como se dice en la marina mercante- tiene que respetarlos porque como el, su tripulación se juega la vida, pero todos saben que la organización y el respeto a la autoridad, es imprescindible para el buen orden de la embarcación y para la seguridad de todos.
El velero oceánico Prometeo que tantas millas ha recorrido desde su botadora en los astilleros Jhon Robertson de Sudafrica, sirvió el jueves para acoger la preparación de una nueva etapa en nuestras experiencias de integración. El equipo directivo de Camiña social y dos representantes de las Salgueiras que incluía psicólogos, educadores y terapeutas, comprobó en ellos mismos los efectos de una travesía sobre una tripulación unida y cohesionada. Un pequeño incidente nos dejó sin motor y nos vimos forzados a atracar a vela, teniendo en cuenta que el velero desplaza más de catorce toneladas que generan gran inercia, lo cual es un gran problema cuando no se cuenta con propulsión motora. La maniobra de atraque a vela, salió perfecta, aunque al saltar a tierra un tripulante acabó con una luxación de hombro. A pesar de las anécdotas abordo pudimos disfrutar de un día luminoso navegando en excelente compañía. Ya recuperados de tantos incidentes la noche se colmó de relatos de aventuras y de muchos sueños. Son nuestros sueños y los de aquellos que tienen toda la vida por delante, pero piensan que no tienen futuro. Quizás se cumpla nuestro sueño que es el de todos los integrantes de Insergal y Camiña social y como ocurre en las Salgueiras, a bordo del Prometeo, algunos jóvenes nos cuenten que allí han vivido los momentos más felices de su vida.
El Prometeo se convierte así en una pequeña isla de respeto y dignidad en donde nos refugiamos de la crudeza de una sociedad como la nuestra que acaba generando inútilmente tanto sufrimiento.

Hablando sobre esto, mi amigo Fran Figueroa me pasó una cita de Italo Calvino:

«El infierno de los vivos no es algo que será -confiesa Marco Polo al Gran Kan-; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos; aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio »(Calvino, 1991: 16).

1 comentario:

  1. Me alegra el recuerdo de esa frase que nos une.
    Bonita actividad esa salida en el velero. Los barcos no recuerdan lo que en el fondo somos, personas, que hemos de colaborar para un fin común, el del viaje, alegoría de la vida y del proyecto humano, y llegar a buen puerto. En el barco se lleva poco equipaje, hay que estar dispuesto a dejar en el muelle todo el lastre posible.
    Una buena ocasión para esos muchachos, sentirse integrados y partícipes, una oportunidad para buscar lo mejor en sí mismos y en sus compañeros, de construir y dejar fluir aquello que no es el infierno que todos podemos llevar dentro. Cuando se baja del barco, como al regreso o al final de cualquier viaje, con suerte habremos incorporado un buen equipaje.

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